martes, 22 de mayo de 2012

"GENERACION DESCARTABLE" - Capítulo 15 - "Melina"

"MELINA"

In Paris in die rue Madelaine
Da hab ich eine engel gessen
Und si lächte mich an
Und ich lud in sie an
Und wie waren in himmel zu zwei
Da fon get die welt nich under.

("En París, en la calle Madelaine
   allí vi un ángel
   y ella me sonrió
   y yo la miré
   y entonces estuvimos en el paraíso
   por eso no se caerá el mundo.”)

Se sentó en la arena cerca mío sin hablar y yo hice una pausa y miré alrededor, estábamos solos. ¿cómo había aparecido? ¿por donde había llegado la Diosa de las Dunas? ¿cómo no la había visto venir? Estábamos en medio de una ondanada de arena rodeados por las crestas de las dunas. Sonrió levemente en un estilo que inexplicablemente califiqué de “italiano”, haciendo un movimiento de cabeza. Bajo  la sombra del ala de su sombrero, sus ojos oscuros era aún mas bellos e inquietrantes. Buscó un cigarrillo en su bolsa y lo encendió,  después hizo otro gesto señalando la guitarra como pidiendo que siguiese tocando y entonces con la misma naturalidad que estando solo canté con las tres cuerdas de mi guitarra y sin variar el tono libre del diapasón, la historia del “Tigre, Secreto... y Tigre”


"Un tigre tenía un secreto
escondido en en un pozo
detras de un espejo 
al pié del manantial.
En las noches de luna
desenterraba el secreto 
y lo echaba a rodar..."


Era un largo poema que estaba imaginando por esos días donde un tigre liberaba su imagen del espejo para tener con quién jugar y compartir sus secretos.
Su inesperada presencia me hacía sentir bien, ella no me perturbaba ni me cohibía como la mayoría de la gente. Podía seguir cantando con confianza. puesto que ella no tenía una actitud crítica, y cuando terminé de cantar, después de un breve silencio me dijo:
-¡Que hermoso, parece un cuento de Borges por el tigre.
- Puede ser. –le dije. Aunque todavía no leí mucho de Borges.
- El tigre es una imagen que utiliza frecuentemente –dijo ella. – en sus poesías y en sus cuentos.
Y ahí nomás, en pocas palabras me refirió la historia del tigre que tiene la clave del universo inscrita en las rayas de su cuerpo. Me pareció formidable la relación con mi historia de tigres y me gustó mucho la forma en que ella citó el texto de Borges, tratando de recordar las palabras exactas con su cálida voz.
Me pidió que siguiese cantando y me vi obligado a advertirle que no sabía cantar, que solo acostumbraba cantar o mas bien vociferar algunos poemas para mi mismo y que tampoco sabía tocar la guitarra, por eso que no usaba el diapasón y solo hacía vibrar el sonido libre de las tres cuerdas,  y que había buscado la lejana soledad de los médanos huyendo de la gente y también para no herir oídos musicalmente sensibles, pero puesto que ella había llegado hasta allí introduciéndose dentro de mi ámbito sonoro, podía seguir… cantando.
- Me gusta mucho lo que hacés. –y sonó tan sincero que le creí.
Hice varios temas con ese sonido persistente y monótono y cuando la sombra de la cresta cubrió la ondanada de las dunas nos fuimos caminando lentamente hacia el pueblo intercambiando nuestros nombres en pleno atardecer y  ya cerca del Pinar, en un desvío del camino me dijo:
- Yo estoy viviendo aquí en “La Mosca”, ¿querés venir?
La Mosca” era el boliche bailable de más onda en La Villa aquél verano. Estaba perdido entre los médanos y a un lado estaba el motel que consistía en una hilera de habitaciones. El dueño del lugar era un tal Ben, un tipo misterioso de barba que yo veía pasar siempre por el pueblo conduciendo su jeep.
- Ben me deja vivir en un cuarto del motel, total está todo vacío al final de temporada... ¿vos lo conocés?
- Si, –le dije. –de vista, es un viejo jazzero...
- Es un tipo muy raro, –dijo Melina. –tiene la biblioteca de libros esotéricos más completa que yo haya visto. Vení, es por aquí, nunca hay nadie.
Entramos y quedé fascinado al ver el interior de su habitación que parecía una gruta mágica. Lo más notable era que a la cabecera de su cama había puesto un árbolito seco lleno de adornos  colgados de sus ramas y por todos lados libros y tratados de pintura y candelabros con velas de colores y colección de llaves viejas, ¡un caleidoscopio! una bola de cristal, caireles de lámparas y llamadores de ángeles, ramas y raíces de formas extrañas que parecían esculturas naturales, un clavecin, un espejo trizado:
- Los espejos rotos se curan derramando aceite sobre la superficie... Un voluminoso tratado de magia, frascos de perfumes y anillos poderosos y sahumerios, copas y botellas con líquidos de colores, y sobre una repisa un inmenso zapallo redondo y anaranjado y sobre el zapallo una vela roja medio derretida...
- ¡El zapallo que se hizo cosmos! –exclamé señalándolo en una clara alusión al cuento de Macedonio que había leído hacía poco.
- El mismo, –dijo ella -el que traspasará los límites del universo.
 Su voz tenía un tono muy sensible, parecía que hablaba desde el corazón.
Me senté en un rincón donde había varios almohadones, ella cerró puertas y ventanas, encendió varias velas y nos sentamos juntos a mirar un libro de reproducciones de pinturas de El Bosco.
Estábamos muy cerca uno del otro mirando las imágenes fantásticas del pintor flamenco. Ella era realmente hermosa, sin duda, pero lo más atractivo era su intelecto. Esa chica ya se había leído todo, y no era nada tonta ni presuntuosa, puesto que hablábamos de arte y literatura con total naturalidad mientras me mostraba extraños ejemplares de "La Rama Dorada", "El Libro de los Sueños", "Al Revés"... Yo la veía ahora bien de cerca, detalladamente, no usaba ningún maquillaje y no lo necesitaba, de piel cobriza y satinada, ojos marrónes oscuros un tanto nostálgicos y una boca sensual que conservaba aún rasgos infantiles, lucía toda una textura homogenea: su piel de cobre con su saco de gamuza marrón árbol y su pantalón de corderoy verde hoja, su pelo castaño dorado, era todo muy cálido, con los colores de la tierra, del sol, de los árboles, de los metales. Y así como inexplicablemente en las dunas su primer sonrisa me pareció “italiana”, es decir gestual, la sonrisa de alguien acostumbrado a vivir en soledad y que en esa sonrisa expresa muchas cosas, su voz, en cambio me parecía “griega”, es decir primitiva, brotando del centro emocional, irradiando desde su plexo como un fuego sagrado.
- Soy Aries, –me dijo - la cabeza del zodiaco.
Tomamos unos estimulantes y compartimos una “Instilasa” mezclada en un té de yuyos y  enseguida iniciamos una animada conversación que duró varias horas. Ella hablaba y yo seguía su discurso apasionado prestando suma atención. Las gotas nasales nos conducían infaliblemente a través del complejo laberinto de la memoria. Era ineludible y Melina narraba como si los visualizase fragmentos enteros de su vida pasada. Así fluían desordenadamente lejanas imágenes infantiles a la vez que experiencias trascendentales de su adolescencia. A veces completaba su relato con referencias literarias. Y siempre haciendo alusión a lo emocional, a lo afectivo, a lo orgánico, a lo esencialmente humano, a lo real. En su conversación no había nada delirante como en mis parlamentos fantásticos. Todo era coherente y lógico, aunque algunas veces se detenía de pronto en medio de una frase, se llevaba la mano a la frente y exclamaba:
-¿Qué te estaba diciendo?.. ves, ya me olvidé. –y sonreía como al borde del llanto, para enseguida decir como tratando de recapacitar: -¿no ves? ¡no hay derecho!.. pero no puede ser… ya me voy a acordar...
Para distraerla de su olvido tomé el diccionario de la biblioteca, busqué y leí:
- Melífero, que produce miel. Melifluo: que destila miel. Fig.: Suave como la miel. Ej.: Elocuencia meliflua.
Nos reímos juntos. Pero ella continuaba pensativa, así que continué:
- Melindre: nimia delicadeza. Melindroso: ridículamente delicado… A ver… Aquí está. Melinita: del griego, melinos: de color de membrillo. Explosivo que contiene ácido pícrico. Melino, melina: de Milos, isla de grecia.
- Milos quiere decir “manzana” en griego. –acotó Melina.- Milos es la isla de las manzanas. – y de una frutera tomó una manzana muy roja que me ofreció.
Yo estaba encantado con su nombre. No era un nombre tan común en esa época. Pero cuando quise tomar la manzana, me advirtió:
- Saquemoslé el cabito, – y ella misma lo arrancó diciendo: - el cordón que la une al origen... al árbol. Hay gente que se come la manzana sin sacarle el cabito, como que no les interesa por donde viene... ahora sí, tomala y continuó - el diccionario...Cortazar lo llama "el cementerio", y a mi me encanta el diccionario, sus definiciones exactas, precisas, sintéticas, concisas, habría que hablar citando las definiciones del dicionario para cada palabra... o intercambiando términos como en el gíglico -reflexionó ella mientras yo le daba un mordiscón  a la lustrada manzana red delicius y se la pasaba. Pareció recordar algo pero que no era lo que había olvidado. 
- Yo soy como la “Gradiva” de Jensen -dijo "la que avanza" ¿la leiste?
No, y era un libro mas que yo no había leído, entonces ella me contó la maravillosa historia de Gradiva, “la que avanza”. Toda una historia basada en el detalle del ángulo del pié de una estatua al caminar me hizo recordar un cuento improvisado de Rennée acerca de un campeón de tenis prodigioso.
- ¡Que increíble! –dije. – Renée me contó una historia con un elemento en común: el pié en ángulo al avanzar.
- ¿La negra Renée? –preguntó Melina sorprendida.
- Si, claro, ella. –contesté yo y a los dos nos pareció que a la sola invocación de su nombre, Renée se hacía presente en esa habitación, y agregué como si se hiciese evidente algo que hasta entonces intuía oscuramente:
- ¿La conocés?
- ¡Claro, –dijo Melina. – si es la mina más genial de Buenos Aires!
Y hablamos de ella, de esa mujer extraordinaria que de alguna forma nos influenciaba y ejercía sobre nosotros una atracción irresistible.
Seguimos tomamos té y volví a recitar mis canciones en la guitarra.
 - Vos tenés que leer "El Libro de Monelle”, de Marcel Schow, la historia subreal de las pequeñas prostitutas, estoy segura que te va a encantar... 
Yo anotaba mentalmente títulos y nombres de autores como si ella fuese un catedrático impartiendo una  importante bibliografía.

En los días siguientes anduvimos siempre juntos por la Villa. Paseabamos por el pueblo mientras los altoparlantes pasaban una y otra vez “Tardes azules de la Villa” de Baroncela. Conseguimos algunas Instilazas y fuimos a tomar el té en un bar donde conversamos durante interminables horas. Me gustaba su risa franca y su ternura. Me parecía un ser excepcional. Decía naturalmente cosas muy sábias.
- Hay que prestar atención a los pequeños detalles: hay gente que habla de amor mientras destroza una flor o mutila una hoja. 
Otros se creen muy inteligentes pero apenas dan unos pasos se tropiezan con un perro.
Detesto la torpeza. No hay nada peor en la vida que ser torpe.
Había cambiado su chambergo marrón por una luminosa boina amarilla. Nos sentábamos en la vereda y me decía:
Me gustaría tener un hijo con vos porque me parece que sos una persona buena. 

Inmediatamente tuvimos un hijo, como suele suceder en las parejas platónicas donde los hijos surgen a cada paso aveces en forma de creaciones espontáneas... conocimos a un cineasta novel que vestía exoticas camisas rusas bordadas con flores y era rubio de ojos azules y muy amable y andaba todo el tiempo con su cámara planeando las escenas de un film y quería filmar a Melina, estaba obsesionado por su imagen, nos buscaba por el pueblo con su jeep y nos íbamos a los médanos. Allí hacía largas tomas de Melina en diferentes situaciones: caminando, corriendo junto al mar, deslizándose por una duna, o asomándose entre los plumerones de las brujas. Nos divertíamos sin dar mayor importancia a lo que hacíamos y el cineasta nos parecía ingenuo, bello y amable. Y con Melina nos habíamos convertido en compinches inseparables.

Una mañana llegaron Miguél y Pipo. Venían del campamento de Valeria del Mar. Yo había ido con Melina a la playa a ver el amaneccr y ahí me encontré con mis amigos que acababan de llegar. Nos abrazamos efusivamente, y si, habían huido del campamento del grupo esotérico abrumados por el orden y los ejercicios espirituales y venían a buscar otra vez la libertad anárquica de la Villa. Yo estaba sentado en la ladera de un médano mirando el sol que brotaba del mar como de adentro hacia afuera y Pipo y Miguel se sentaron junto a mi mientras me contaban diversas anécdotas del campamento. De pronto vieron a Melina caminando por la orilla del mar con su boina amarilla jugando con los perros de agua y  se quedaron petrificados. Ella se volvió a mirarme desde lejos y me hizo un gesto de saludo con la mano.
- ¡Chau! –dijo Pipo. ¿quien es esa mujer alucinante?
- ¿Está con vos? –me preguntó Miguel. -¿te la ganaste?
-  Fuira buitres. –les dije yo. – Es una amiga, es Melina.
Entonces ella llegó hasta donde estábamos y los saludó sonriente. Pipo estaba deslumbrado y Miguel hacía lo posible para acaparar su atención y Melina ya estaba encantada con ellos. Ahí apareció una  guitarra y Miguel se puso a hacer alguno de sus temas.
 Yo me sentía mas celoso y desplazado a cada momento. Ya había empezado a perseguirme y no había más que dejarse llevar por la ola.
Caminamos por las calles y yo me iba quedando atrás, pero Miguel enseguida me notó raro y me preguntó qué me pasaba.
-¿Sabés qué me pasa? –le dije –que cuando nos encontramos es una fiesta  y una alegría increíble, ¿viste? Nos abrazamos y saltamos de contentos, pero eso nunca dura demasiado ¿cuánto tiempo puede pasar hasta que volvamos a pelearnos y a mirarnos con odio?
- Y bueno, –dijo Miguel. -¿qué querés?.. la amistad es así: encontrarse, abrazarse y vibrar de alegría, pero después del abrazo ya no se sabe y puede pasar cualquier cosa, además ya sabés, yo siempre digo que más que amigos necesito cómplices.
Ese día recorrimos juntos todos los boliches de la Villa encontrando a la gente amiga y conseguimos más pastillas y mas Instilazas. Tomamos cerveza en un bar y Melina fluctuando entre los tres. ¿quién tenía más posibilidades de ganársela?.. había claras muestras de rivalidad y yo detestaba competir. Sin duda no creía tener muchas posibilidades junto a mis amigos.
Me escabullí del grupo y pedí una plata prestada a los artesanos y saqué un pasaje en el ómnibus de la noche para Buenos Aires. Además el verano ya llegaba a su fin y había que volver, pero
antes de la salida del ómnibus busqué a Melina y le dije que me iba.
-¿Qué te pasa?  -preguntó -¿cómo te vas a ir así cuán ladrón en la noche?
- Chau, Melina, –le dije. –no te puedo explicar pero… tengo que irme, estoy en peligro, nos vemos en Baires.
Y esa misma noche me fui de la Villa.

Volvimos a encontrarnos meses después en Buenos Aires en la puerta del bar La Paz pero ya era pleno invierno y anduvimos de bar en bar un par de días largos sin dormir y hablando sin parar  hasta que Melina se acordó que podíamos ir al departamento de Cocho que era ahí en la calle Junín, a la vuelta de la  mole sombría de la Facultad de Medicina, un edificio de departamentos muy antiguo y atravesamos  un largo corredor de pisos espejeantes hasta un ascensor-jaula negro de hierro forjado con ornamentos barrocos, y después otro corredor con suntuosas puertas de madera oscura, y en todo ese laberíntico trayecto ni la más mínima señal de presencia humana, silencio total, ni voces lejanas, ni música de la radio, ni ruidos, ni gritos de chicos, ni olores de comida, ni el mas mínimo vestigio de vida en ese extraño lugar desértico... aveces la realidad es tendenciosa, las puertas eran altas, los techos elevados. ¿para qué hacían las puertas tan altas?...¿para que pasen los fantasmas?..
Melina llamó a una puerta y esperamos largo tiempo hasta que Cocho salió a abrirnos. Lo miré extrañado: aquel personaje amorfo e intrascendente que me habían presentado una noche en el hotel Melancólico se había transformado en este hermoso príncipe, alto y esbelto, de aspecto anglosajón, preciosos ojos celestes, pelo largo y lacio hasta los hombros con mechones dorados, cuando el otro era gordo y fofo y peinado a la gomina... y esa forma tan graciosa de pronunciar la erre gutural... era el mismo, ¿qué había pasado?.. Yo no podía entender un cambio tan rotundo. Ahora se percibía en él una mente ágil y un estilo atrayente con un sentido del humor encantador, entonces ¿cómo podía ser aquella persona oscura y densa que yo había conocido y a quién ni siquiera había tomado en cuenta por su aparente insignificancia? Se había realizado una profunda transformación alquímica como una operación de cuervo negro a ave del paraíso...
El departamento era también su estudio y estaba extrañamente desordenado.
- Llegan cuando ya se terminó todo. –nos explicaba Cocho mientras recorríamos las sucesivas habitaciones donde se acumulaban contra las paredes sus magníficas pinturas monumentales: inmensos bastidores de lienzo blanqueados al latex y salpicados y tachados violentamente con gruesas capas de oleos y esmaltes de colores estridentes, con grotescas figuras humanas como garabatos infantiles desmesurados hechos con gruesos trazos negros, de ojos desorbitados y bocas devoradoras... Me facinaron sus pinturas puesto que estaban en la linea de los pintores que a mi mas me gustaban por entonces: Deira, Macció, De la Vega...
- Hasta ayer había mil quinientas personas viviendo en este departamento, era una especie de comunidad, pero se pudrió todo, no resultó, la utopía hippy no pudo ser.
( a nuestro paso camas exageradamente revueltas, montones de ropa por todas partes, pilas de libros por el suelo) 
Al pasar junto a una montaña de ropa tomó un pantalón de terciopelo rosa.
- Todo el mundo con ropa loquísima, –decía Cocho –yo me ponía este pantalón con una túnica marroquí y…esas botas blancas, música todo el tiempo, locura, mucha locura, se terminó, vengan, estoy refugiado allá arriba en el altillo.
Melina observaba todo sumamente divertida mientras subíamos una escalerita hasta el refugio de Cocho y nos sentamos en el suelo sobre una colchoneta.
- Primero corté con mi mujer y los chicos, bueno, se fueron, que se yo, después fue la invasión ¡¡¡todos los delirantes de Buenos Aires viviendo aquí!!! La negra y Grass arrojando fosforos encendidos contra la pared...
(comenzó a armar un join)
- Es yerba de la plantación... en la terraza había una selva, estos son los últimos capullos, qué se yo… yo creía que iba a pasar algo, ¿entendés? que se podía formar un grupo interesante, que podía surgir un equipo de trabajo, que íbamos a hacer algo, que el caos se podía organizar… pero no, puro reviente, nada mas... al principio: yoga, masajes, meditación y después se fue todo al carajo.
- Ah, eso, haceme unos masajes –pidió Melina. –estoy tan dura, aquí, los hombros y la espalda.
-Si, claro. –dijo Cocho. –Pero primero voy a poner un poco de música.
- Para hacer masajes pone algo con onda, poné Concierto de Aranjuez que me gusta tanto.
-Bueno, vení, acostate aquí, boca abajo y andá relajando los músculos, las tensiones, dejando que la energía fluya libremente a través de los centros...
Los dedos ágiles de Cocho comenzaron a presionar con precisión la espalda de Melina subiendo y bajando a lo largo de la columna vertebral, después masajeando suavemente la línea de los hombros, como amasando...
Yo ya tenía pensamientos bipolares: ¡ah, que bien, hay yerba!, y al mismo tiempo presentía el inminente peligro de la persecuta. Aranjuez sonaba como por primera vez, fabuloso y el joint pasaba de mano en mano y entre los masajes Cocho y Melina hablaban, y enseguida el “complot” se instaló en ese lugar. Ahí estaban ellos hablando... en código cifrado… acerca... de mi... y se reían burlándose disimuladamente... finalmente habían conseguido llevarme... hasta allí... yo me inmovilizaba pegando la espalda a la pared sin apartar los ojos de mis amigos con expresión expectante. Ellos no tardaron en percibir mi rigidez, pero hicieron como que no pasaba nada mientras seguían hablando en código: -¿qué me pasaba? – nada, es así, – le pega mal, – vaya a saber qué siente, – debe pensar que ya está listo, – y mucho no se equivoca...
Hice un esfuerzo sobrehumano hasta levantarme y fingiendo absoluta serenidad, comencé a observar la habitación,  y aparentando querer conocer el resto de la casa aproveché para bajar por la escalera; trataba de actuar con la mayor naturalidad pero todo movimiento resultaba terriblemente superfluo y sospechoso, hasta que de pronto se me ocurrió: ¿por qué no iba al baño?, era natural, en cualquier circunstancia estaría excusado, no estaba clavado en el lugar como me parecía. 
Fui al baño sin verdadera necesidad pero desde ahí me parecía seguir oyendo sus voces que decían: - ¿qué hace? – nada, cualquier cosa, todo mentira, - tiene miedo, – y hace bien - 
Yo trataba de pensar coherentemente, no quería oírlos pero estaba conectado a sus voces, aquí, adentro de mi craneo, entonces comencé a recorrer la casa.
 Me asomé a la cocina... era el lugar mas sucio y desordenado que se pueda imaginar: la pileta, la mesada y  hasta el piso estaban llenos de platos sucios y ollas con restos de comida, vasos con rastros de vino y cerveza con cenizas y puchos de cigarrillos y botellas vacías y tachos desbordando de basura y bolsas de residuos reventadas y moscas y cucarachas y trapos de piso pringosos y agua estancada y allí, ¡el clásico plato con el huevo frito y el pucho aplastado en el medio! A primera vista sentí repulsión... pero el sol del mediodía entraba por la ventana abierta cayendo sobre toda aquella inmundicia con chorros de luz dorada y de repente me pregunté si aquella imagen imposible no sería una de las tantas “pinturas” de Cocho... Todo era muy hiper-realista y tenía los volúmenes y las dimensiones reales, pero había “algo” que me hacía sospechar de las casualidad y  la causalidad de semejante caos: esos restos de huevo frito en el plato estaban como pintados, y los vasos y botellas a contraluz en el marco de la ventana combinaban tonalidades muy estudiadas y exquisitas... la distribución de las pilas de platos usados y cubiertos sucios tampoco parecía nada casual, y hasta la gota de agua cayendo insistentemente de la canilla mal cerrada y haciendo rebalsar la pileta y desbordando por el piso hasta formar un inocente arroyito hasta la rejilla lograba un efecto impresionante. Todo el cuadro se completaba con profusión de elementos marcadamente plásticos como correspondía a la vivienda de un pintor: platos y paletas con pomos de pintura, jarros con cantidades de pinceles, botellas con aceites y solventes, trapos coloridos donde se habían limpiado pinceles de diversos colores (verdaderas joyas del arte-accidental-efímero) y las paredes cubiertas de ilustraciones y graffitis, y ahí mismo, frente a mi, en la pared sobre la cocina en grandes letras rojas de aerosol la advertencia fatal: “¡CUIDADO CON LA PINTURA!”
Ya no cabía ninguna duda, era todo una pintura más, uno de los cuadros de Cocho, tal vez una instalación semejante a “El Batacaso” que en esos días escandalizaba en el Di Tella.
Volví de mi distracción al oír las voces de mis amigos allá arriba:
 - ¿pero qué se creía, que era todo basura? – preguntaba Cocho y Melina que decía: -...y, uno siempre pone afuera lo que tiene adentro... (pero... ¿cómo harían para saber lo que yo estaba mirando?.. esta pregunta era tan recurrente que ya no quería volver a formulármela... ¿tal vez los Beatles habían creado un nuevo paradigma psíquico al cantar “estoy mirando a través tuyo”?..)¿entonces ellos veían lo que yo mirara? ¿eran videntes como esos que con los ojos vendados adivinaban los números del documentos? ¿por qué no me dejaban tranquilo? ¿por qué tenían que ocuparse de mí? ¿por qué no se concentraban en el masaje?.. y así seguí recorriendo la casa.
- ¿adonde va? – qué se yo -  se querrá escapar - siempre se va - ¿por qué? – ¡no sé! -  es lo único que se le ocurre, se pone paranoico… y se va...
Bueno, pensaba yo, ya que lo saben todo, está bien, es eso lo que tengo a hacer, me tengo que ir...
-Escuchá este cuento del paranoico. –decía justamente Cocho.
-¿A ver?, contame...-le daba pié Melina.
-Un paranoico sube a un taxi, -cuenta Cocho –y el tachero le pregunta: “-A donde quiere ir, señor?, y el paranoico le dice: -“No te hagás el boludo que vos sabés muy bien a donde quiero ir.”
Yo seguía mi pensamiento: es imposible estar con gente que ya lo sabe, me inmoviliza, yo me voy, de paso se quedan mas tranquilos solos, para hacerse masajes...
Subí las escaleras y agarré mis cosas con fingida naturalidad.
- ¿Qué hacés, Omar? –preguntó Melina.
- Me voy, estoy cansado.
Ella se echó a reir.
- Viste, ¿qué te dije?
- Será por eso que me voy, porque lo dijiste.
- ¿Siempre te vas?.. Mirá que hay algunos que se van para hacerse notar...
- No seas ridícula, tengo sueño.
- Y dormí aquí.
- No puedo.
- ¿Tenés miedo?
- ¿Yo… de qué?
- Eso quisiera sabe:. ¿de qué tenés miedo?
- Chau, Melina, chau Cocho.
Y bajé las escaleras y atravesé las habitaciones y cerré la puerta detrás de mi. El corazón me latía precipitadamente. Creía que no iba a poder salir de ese ámbito persecutorio, pero caminé lentamente por el pasillo, comencé a bajar las escaleras y de pronto me detuve y me senté en un escalón ¿a donde iba? ¿qué estaba haciendo?
Así permanecí largos minutos hasta que oí el ruido de una puerta y después pasos por el corredor y Melina apareciendo junto a mí.
 Bajó unos escalones y se sentó a mi lado divertida.
-¿Qué hacés? – le pregunté. - ¿adonde vas?
- ¡Y vos?... ¿Adonde querés ir?
-Vamos a mi casa, necesito bañarme, comer algo, dormir…
- Hacia el sur entonces. –dijo Melina con tristeza. – El sur siempre…

El sur… El sur mío no era precisamente el sur borgiano de las quintas y las casas de fin de semana; el sur mío era mas bien arltiano: el sur industrial de Avellaneda, Gerli y Lanús y mientras íbamos en el ómnibus Melina preguntaba extrañada mirando por la ventanilla:
- ¿Qué es esto, Omar?...¿dónde estamos?... ¿esas casitas todas iguales y  todas diferentes... sin estilo definido, cada una con su diminuto jardincito al frente como un trofeo de miseria...  ¡estamos en el borde de la media!.. de la clase media, y un paso más allá está el infierno de las villas, aquí estamos justo en el límite...
- Cierto que vos sos de la aristocracia del norte. –le dije molesto.
- Del Moco Amarillo, para ser más exactos, –aclaró ella. –
es decir toda esa zona del norte de Olivos, Vicente López y Belgrano, esa es otra frontera, más allá están los del Moco Verde, más para el lado de San Isidro...
Bajamos del ómnibus, cruzamos la calle y entramos en el boliche de mis viejos, saludando distraídamente y enseguida nos metimos en mi habitación.
- ¡Vivís en el almacén del barrio, Omar! –exclamó Melina.
- Si, pero eso es cosa de ellos – me defendí -yo nunca seré comerciante
- Y tus viejos ni me saludaron ¿qué les pasa?
- Nada... No son muy sociables, pero además no te oyeron, no oyen bien.
- ¿Sordos? –dijo ella. –¡Encima te tocaron los sordos!..
- Bueno, cortala, Melina, no seas tan brutal, todo eso es problema mío.
Y era cierto, porque ese mundo que me rodeaba y del que formaba parte era mi mayor problema.
- Pero mi mundo empieza aquí. –le dije señalando mi
 habitación -esta es mi isla, relativamente independiente, para ir al baño o a la cocina hay que atravesar la linea de fuego, ser un poco coherente, saludar: buenos días, ¿qué tal, cómo le va? tratá de no crearme problemas, por favor, así y todo más de un día no nos aguantan, enseguida nos sacan a patadas, aprovechá para dormir.
- ¿Vos no vas a dormir?
- Yo estoy aquí escribiendo.
Aquella habitación comunicaba al fondo con otro cuarto más chico que yo usaba como escritorio. Debajo de una ventanita estaba la mesa de trabajo con la vieja Remington de mi papá rodeada de papeles y libros, un sillón frente a la mesa, varios estantes con libros y una vieja alfombra cubriendo el piso.
Melina se durmió en la cama grande de la habitación y yo entré en el escritorio y cerré la puerta de comunicación para apagar el sonido de la máquina de escribir. Hacía tiempo que venía pensando una historia y de pronto la veía con claridad y sentía que tenía la energía necesaria para escribirla. Sería un cuento largo: Un hombre se sumergía bajo el agua para realizar una prueba de resistencia. Quería medir el tiempo que le era posible permanecer bajo el agua sin respirar. Se sumerge con un cronómetro en mano, lo pone en funcionamiento y observando como avanza la aguja del segundero, comienza a imaginar una extraña historia. Ve un mar muy azul y las orillas de una costa montañosa y en la ladera de la montaña un pueblito de casitas blancas, sin duda es en Grecia, le parece, un pueblo de pescadores… Olvida el tiempo del cronómetro y se introduce en la historia que empezará a desarrollarse a partir de esa imagen inicial.
Al mediodía nos llamaron a comer. Había que ir para no crear problemas. Y fue un bajón, porque mis viejos hacían cantidad de preguntas y Melina sabiendo que no oían bien contestaba con una voz inaudible de modo que sólo yo podía oír sus respuestas, por lo que se hizo automáticamente antipática y por lo tanto nos echarían antes de lo previsto.
Volví a escribir en mi escritorio mientras ella volvió a  dormirse.  Durmió todo el tiempo mientras yo escribía sin parar la absurda historia del sumergido. La máquina de escribir repiqueteaba echando chispas y tenía que hacer regresar al sumergido a la superficie para respirar pero pasaban los años.
Mis viejos se estaban poniendo cargosos y querían que nos fuésemos, ¡esto no es un hotel alojamiento!.. decían... pero... ¿por qué Melina dormía tanto?, la desperté.
- Melina, hay bronca, te tenés que ir.
Se despertó con un humor de diablos, agarró sus cosas y se fue. Por la ventana la ví parar el colectivo en ese atardecer desolado.
Y me acosté y dormí semanas enteras.

domingo, 15 de abril de 2012

"GENERACIÓN DESCARTABLE" - Capítulo 14 - "La Pordioserie"

     Íbamos totalmente locos cantando jitanjáforas a la orilla del mar, saliendo de la Villa hacia el norte, a través de ese largo paraje solitario de anchas playas y dunas de arena cambiantes hacia Valeria del Mar. En ese tiempo el balneario no era mas que un edificio de departamentos de varios pisos frente a la playa con algunos comercios de provisiones y unos pocos chalets desparramados por los alrededores entre bosques de pinos. Todavía no había sido invadida por la fiebre turística y se podía andar tranquilo por lugares salvajes y a través de kilómetros de playas desiertas.
     El campamento estaba oculto entre espesos arbustos. Apenas dos o tres carpas viejas armadas entre la arboleda alrededor de un fogón.
- ¡Bienvenidos a La Pordioserie! -gritó Pipo al vernos aparecer -Llegan justo para la única comida del día que invariablemente es... polenta.
     Junco se había ido a Córdoba, pero él había preferido venirse al mar. ¡Qué emocionante! ¡Qué magia volver a encontrarnos! Estaban Pipo, Miguel, Javier, Mario, Hernán, Gato (a quien yo veía por primera vez, su figura sugestiva con su larga trenza negra a la espalda), Cylbia, el Peli... ¡Todo el mundo!
- Estamos tocando fondo. -nos explicó Pipo -Cortamos con todo hasta con la guita, aquí nadie tiene un peso. Aveces ni siquiera podemos conseguir una polenta, pero siempre se puede ir a tirar la linea y conseguir un par de pescados para una sopa.
- Ya probamos de todo -dijo Mario -hasta sopa de hojas de árboles y ensalada de raíces, tratando de sobrevivir como los náufragos.
- Nos morimos de hambre -aseguró Pipo -pero contentos... Por aquí no viene nadie, es de lo mas tranquilo,  pero si vamos a pedir algo al edificio nos miran como si fuésemos linyeras, nos tienen miedo claro, con esta pinta de cavernícolas que tenemos... Así que mejor cortar todos los lazos con la civilización, igual siempre aparece una polenta o un guiso, estamos en la miseria pero con finura, ¿vió? -decía imitando un acento francés. ¿Diganmé si este lugar no es un paraíso? Y todo el día música, mucho blues y rockanroll... buenas conversaciones... filosofía... methaphissshika... buena literatura, Krishnamurti... mucha cultura... libertad y vida silvestre... Por allá está el campo nudista para el club de corazones solitarios y pasando esa duna todo el vastoyproceloso océano. Al campamento le pusimos La Pordioserie, así en francés, somos pobres pero finos ¿vió señora?... ¿qué le parece?...
     Nos instalamos y comimos esa deliciosa polenta sin salsa sin nada, distribuida equitativamente entre todos, sentados alrededor del fogón, mientras en el silencio del atardecer se hacía mas intenso el canto de los pájaros.
     Miguel nos dijo que Cylbia no estaba bien. ¿Dónde estaba? No la había visto durante la comida... Dormía todo el tiempo en una de las carpas. No quería que la despertasen ni para comer. Decía que quería volver a ser ella misma, perder esos kilos que le habían hecho engordar en la clínica... Ya no era la misma... Se despertaba solo para ir a llorar a la orilla del mar. Iba hasta la playa, se sentaba en la arena y lloraba horas enteras sin parar. Había que dejarla, había dicho que no se preocupasen, que la dejasen tranquila que ya se le iba a pasar, que no era una plaga emocional, no lloraba por nada, ni de tristeza, ni de dolor, ni de bronca, no... Lloraba simplemente... por llorar... para identificarse por medio del agua salada de sus lágrimas con la esencia misma del mar frente a sus ojos.
     Esa noche hubo batucada, zapada, bluseada y hasta un negro spiritual que terminó en un intenso ritmo africano con abundante percusión de latas y platos y un nutrido coro de voces. Hasta que nos dormimos al amanecer alrededor del fogón.
     Cuando pregunté por Miguel al despertar a media mañana me dijeron que estaba en la playa pescando. Desde lo alto de la duna podía verlo: era una mañana blanca, plateada y el mar estaba agitado por el viento. Y en la orilla Miguel revoleaba la linea y la arrojaba al mar. Y mientras esperaba el pique observaba el vuelo de las gaviotas... y las imitaba. Reproducía el vuelo de los pájaros con gran habilidad. Agitaba los brazos como poderosas alas y así corría planeando y girando. Las gaviotas volaban chillando a su alrededor y él también imitaba sus agudos chillidos. Corría volando sobre la linea del oleaje, salpicando y jugando con la espuma. Después parecía aterrizar y caminaba con el mismo paso vacilante de las aves y en graciosas lineas ondulantes. Perseguía a las olas que retornaban al mar  y luego huía de las que avanzaban. Y otra vez volvía a lanzarse en vuelo rasante a lo largo de la orilla.
     Desde donde yo lo observaba él no podía verme y a mi me parecía conmovedor que Miguel estuviese... jugando solo. Cada tanto iba a ver si había picado algo en la linea y después volvía a practicar el vuelo de los pájaros. Lentamente me acerqué hasta donde estaba y nos sentamos en la arena cerca de la linea y se puso a hablar de lo lindo que era pescar. Le encantaba, era toda una aventura y además era necesario para la subsistencia de un náufrago.
     Al rato llegaron otros amigos dispuestos a bañarse en las agitadas aguas del mar. Gato se sentó en la orilla un poco apartada del grupo. ¡Qué extraña que era! Siempre andaba sola y cuando nuestras miradas se encontraban sonreía tímidamente y señalaba con la vista algún lugar del horizonte. Parecía establecer con la mirada una conexión telepática.
     Estábamos mirando como nadaban nuestros amigos. Hernán había cruzado la rompiente y tuvo grandes dificultades para regresar. Nadaba sin descanso hacia la playa y el mar volvía a llevarlo para adentro. Finalmente después de mucho esfuerzo logró llegar a la orilla. Estaba exhausto y se dejó caer en la arena respirando con dificultad, pero cuando nos acercamos alarmados sonrió extrañamente.
     Por la noche junto al fuego en las pausas entre una canción y otra, a Pipo y Miguel se les ocurrió un juego. Tenía algo del ¿qué vas a ser cuando seas grande? y consistía en tratar de vislumbrar el futuro de cada uno. Casi todos teníamos veinte y pocos años mas. ¿Sería posible a través de nuestros gustos actuales y nuestras inclinaciones naturales llegar a vislumbrar el curso que tomarían nuestras vidas en los años por venir? Era difícil, pero de todos modos empleamos  aquella larga noche en echar una mirada a nuestras posibilidades futuras. Cada uno debería decir lo que a su criterio le parecía qué llegaría a ser cada unos de los otros con el paso del tiempo. Las coincidencias se irían sumando y la que obtuviese mayoría de menciones quedaría como una de las formas del destino posible. Y así la rueda comenzó a girar  y uno a uno democráticamente se fueron barajando los diversos destinos. Miguel sin duda sería músico, una gran estrella de la música de nuestro tiempo, el rockanroll, y también por varios votos, poeta, al estilo de los grandes poetas malditos como Rimbaud... Javier tambien sería músico famoso y revolucionario, algo así como un Stravinsky del blues,  un innovador. Pipo que por ese entonces ya era autor de éxito era evidente que sería un compositor famoso, aunque para muchos su destino era el de poeta y para otros sería sin duda un lider mundial. A mi que andaba siempre garabateando en mis cuadernos se me adjudicó esa noche el destino de dramaturgo, pero fundamentalmente el singular destino de cronista... y "copista" al estilo de los cronistas que dejaron testimonio de la conquista del Nuevo Mundo y también en la tradición de los copistas e iluminadores medievales...
     Cada uno debía recordar su destino para que años después se pudiese ver si los pronósticos eran acertados.
     Así pasaron los pocos días maravillosos de La Pordioserie, porque una mañana nos enteramos que acababa de llegar un contingente de amigos de Buenos Aires y que en lujosas carpas estaban acampando un poco mas allá, cerca del edificio de la playa. Los fuimos a ver, era el grupo del los esotéricos de La Academia con los hermanos Romero: Carlitos y la Kelly bajo la dirección de Carlos Suarez como lider del grupo. y enseguida nos trasladamos a sus dominios. Ese si que era un campamento organizado. Se había impuesto un régimen estricto donde cada uno desarrollaba diferentes tareas y había un horario para cada actividad, para trabajar y para descansar, sesiones de lectura y reuniones de fogón, ejercicios espirituales y recreación, música y meditación. Todo programado, todo funcionando como una máquina de precisión y no se pasaba hambre ya que había dos abundantes comidas al día. Suarez era un tipo muy interesante, había estado en la comuna de Silo en Mendoza e imponía un respeto instantáneo. Lo primero que nos pidió al incorporarnos a su grupo fue que abandonásemos la costumbre generalizada de jugar a loquear y mariconear y tratarnos de "señora", porque según él, eso contribuía a fijar una falsa personalidad y debíamos desecharlo como negativo. Frecuentemente se hacían reuniones en las carpas para evaluar posiciones y hacer críticas de las actividades personales. A mi me parecía que podía adaptarme al nuevo orden del campamento, pero Miguel entró a conspirar. No se resignaba a que nos impusiesen un reglamento, ya no estábamos en edad escolar. ¿y que era eso de funcionar a horarios como máquinas cronometradas? Pipo después de la caótica experiencia de La Pordioserie pensaba que cierto orden natural era indispensable para la convivencia comunitaria. Javier se las arreglaba para hacer siempre lo que quería, es más, era intocable, mientras todos hacían las tareas y ejercicios él podía dormir hasta el mediodía, intervenir o no en los ejercicios... él lo único que tenía que hacer era tocar, componer, ensayar...
Mientras tanto llegaba mas gente de Buenos Aires. Una tarde como arribando en un charter mágico apareció todo el jet-set. Ahí estaba Juanito cuya presencia resultaba insólita en el decorado boscoso del campamento, lejos de El Moderno y los senáculos de Florida, aunqu siempre hermosísimo con sus ojos esplendidos del mismo azul del mar, y había llegado con los chicos, sus amigos: Carlitos y Joe, Daniel y Javiercito y Pedro... y hasta la mítica Marisa Monasterio... Estabamos todos y el verano a pleno.
     Al atardecer salimos Cylbia, Juanito y yo a caminar por la playa. Nos sentamos en la arena abstraídos en la contemplación del horizonte y cuando nos dimos cuenta Cylbia estaba llorando a mares y tuve que explicarle a Juanito que no era nada, apenas una simple reacción osmótica de los lagrimales de Cylbia con las saladas aguas oceánicas...
     Esa noche también, gran batucada alrededor del fuego haciendo música  y bailando y cantando con entusiasmo inusitado. Miguel y yo bailamos sobre una alfombra de hojas secas y acariciados por las ramas de los pinos.
     Al amanecer Juanito y sus amigos partieron rumbo a Villa Gesell y Mar del Plata.
     Me fui a dormir a mitad de mañana y tuve un despertar imprevisto: abri los ojos sobresaltado para ver a mis traviesos amigos meando sobre los dormilones para despertarnos. Salí corriendo... ¿a quién se le habría podido ocurrir esa broma tan pesada?... Los odié. No los perdonaría nunca.
     En los días siguientes Miguel empezó a tener serios problemas con el grupo. Se negaba a recibir órdenes y bastaba que le encomendasen una tarea para que le diesen ganas de hacer cualquier otra cosa. Era totalmente anárquico y no soportaba ningún tipo de autoridad. Empezó a subvertirme, planeaba complicadas acciones para burlar las directivas del grupo y siempre contaba conmigo para sus planes, y yo lo seguía encantado en sus extrañas maniobras porque nos divertíamos un montón. Hasta que finalmente logró lo que era de esperar: hubo una reunión de "altos mandos" y nos comunicaron que debíamos abandonar el grupo.
     Ese mismo día Miguel y yo salimos para Villa Gesell y enseguida entramos a funcionar en el clima de locura total y absoluta libertad de la Villa. Volvimos a tomar  nuestros estimulantes y además... ¡había aparecido una droga nueva! Era una basura total, pero pegaba, tenía cierto circo. Se llamaba Instilasa y eran unas gotas para destapar la nariz, pero que tomada en grandes dosis tenía efectos alucinógenos. Era un veneno de lo mas berreta, venta libre en todas las farmacias. Venía en un simple envase gotero de plástico verde y se decía que actuaba sobre los centros de la memoria. Los que experimentaban solían tener largas secuencias de lejanos recuerdos. Por otro lado quemaba implacablemente las fosas nasales, la garganta y el estómago. Había que tomarse  casi todo el gotero para obtener un efecto notable. Producía alucinaciones cinéticas y estados de verborragia obsesiva. Con Miguel agregábamos algunos estimulantes para completar el espectro psicodélico en un coctel explosivo.Nos íbamos a la playa de noche con una guitarra y en esa fosforescencia de estrellas que se agitaban como luciérnagas furiosas ante nuestros ojos alucinados hacíamos música. Las voces se tornaban super extrañas, falsetes tan altos que no podían ser y profundas resonancias de caverna con ecos lejanos que repetían finales de estrofas y coros fantásticos que acompañaban nuestras voces.
     Miguel quería que yo cantase. Y yo era malísimo para eso, entonaba como perro ladrando a la luna, nunca entraba a tiempo y mi voz pasaba de un registro a otro a cada momento. Pero igual Miguel estaba empeñado en que yo cantase. Como Tango, él tambien afirmaba que "Todo el mundo puede cantar", así que había que intentarlo. Yo me sentía un desastre pero Miguel se tornaba implacable. Habíamos tomado como ejercicio esa canción tan bonita de Joan Baez que estaba de moda: "Cumbaya". La melodía era simple y el coro pegadizo así que practicamos aquella canción durante interminables horas. Miguel me hacía escuchar los tonos de la guitarra y me mostraba la posición de los dedos, pero para mi era imposible, mi mano izquierda se ponía dura como piedra sobre el diapasón y todos los tonos me parecían sonar iguales.
     Anduvimos juntos varios días sin dormir, hablando durante interminables horas en los bares de la Villa  revivíendo el pasado en largas conversaciones nos contamos nuestras vidas, largas secuencias de nuestras historias personales y después durante el bajón, como siempre, nos perseguimos, nos odiamos y cada cual se fue por su lado. Yo me fui con unos amigos que estaban en el Pinar. Estaba loquísimo y me pinté soles y serpientes aladas en los pantalones. Me colgué un cartelito al cuello con una frase hallada al azar en un libro de Victor Hugo: "Yo soy un hombre que piensa en otra cosa." Había encontrado una guitarra vieja  y rota con solo tres cuerdas y solía ir esconderme entre los médanos a tocar en esa guitarra desafinada interminables historias cantadas implrovisadas bajo el ardiente sol.
     Y así fue como la conocí... días antes había visto en el cine de la Villa la última película de Ingman Bergman, "Persona", uno de sus films mas polémicos e inquietantes y esa tarde yo estaba ahí, perdido entre los médanos y ella apareció no sé de dónde. Cuando la vi me pareció que era la mismísima Liv Ulman... vestía una casaca de gamuza marrón, pantalones de corderoy verde y el viento agitaba  sus larguísimos pelos bajo su chambergo.

                                                                               *

lunes, 9 de abril de 2012

"GENERACIÖN DESCARTABLE" - Capítulo "Brujos de Verano"

     Durante mucho tiempo no nos paraba nadie. Habíamos salido en ómnibus hasta la ruta y caminábamos hacia el sur haciendo dedo.Camiones inmensos pasaban junto a nosotros formando fuertes corrientes de aire que nos hacían tambalear, "pero nadie nos quiere llevar".... Asi caminamos varios kilómetros y volvimos a tomar algunas pastillas porque creíamos que nos faltaba energía mental como para hacer parar uno de esos grandes camiones.
     Debían ser las tres de la tarde cuando llegamos a un bar. Había gente en las mesas y cuando entramos hasta el mostrador para pedir agua, algunos se rieron de nosotros y nos largaron estúpidas indirectas. Patty y yo tratamos de ignorarlos, pero Luis Alberto en una reacción de violencia inesperada arrojó sobre los comensales el contenido de su vaso de agua y se puso a gritar con aullidos insoportables:
- ¡Hijos de puta! ¿Qué se creen que siempre nos van a molestar? ¿No se dan cuenta que están podridos? ¡Ustedes y todo su maldito dinero están podridos!
Y después de un alarido sobrenatural cayó desmayado a nuestros pies dejando que el vaso vacío rodase por el piso del local.
     Aquella gente no alcanzó a reaccionar porque sino nos hubiesen linchado. Alguien nos ayudó a cargarlo y lo tendimos en  el pasto junto al camino. Al rato despertó con un ánimo completamente angelical sin recordar nada de lo que había pasado. Y como nos pusimos a hacer dedo desesperadamente logramos parar a uno de esos camionazos que nos llevó hasta Las Armas. De ahí nos levantó una camioneta que nos dejó en La Villa un amanecer viendo salir el sol a la orilla del mar.
     Vagamos por las anchas playas casi desiertas. En el aire flotaba una bruma brillante que ponía reflejos dorados sobre los cuerpos. Patty caminaba errabunda delante nuestro apoyandosé en una rama que usaba de bastón. Como Miguel, también ella tenía la costumbre de hablar sola en voz baja consigo misma y siguiéndola unos pasos mas atrás el Peli y yo podíamos oírla murmurar. Miraba a su alrededor como si atravesase un paisaje fantástico. Aveces se volvía hacía nosotros y pretendía decirnos algo pero ningún sonido salía de su boca y solo percibíamos un leve movimiento de labios. Yo me acercaba y le preguntaba:
- ¿Qué decís, Patty?
Y ella me miraba como desde muy lejos y seguía moviendo los labios sin emitir ningún sonido.
- No te oigo, Patty. -insistía yo -Hablá mas fuerte.
     Pero ella seguía con su lenguaje mudo. En algún momento se me ocurrió pensar que era yo el que no podía oirla, pero el Peli tampoco pudo captar nada.
- Esta gurisa está como embrujada. -dijo el Peli -Necesita descansar.
     Entonces nos metimos por una calle y anduvimos caminando por el pueblo hasta que en algún lugar nos encontramos con Sonia. Se paró frente a nosotros con su radiante sonrisa y nos dijo que estaba en una casa que había alquilado con un amigo. Podíamos ir con ella, había lugar para todos. Caminamos una pocas cuadras y entramos en un parque muy bien cuidado con hermosos árboles y una colina de césped sobre la que estaba la casa. Era un chalet y ellos ocupaban el piso de arriba hasta donde se llegaba por una escalera exterior. Una vez adentro Sonia nos presentó a su amigo, a quien casualmente yo conocía de Buenos Aires, del Moderno.
     Era un tipo muy extraño. Se llamaba Fausto Giordano y nos habíamos conocido atraves de Cylbia Washington. Una noche lo habíamos encontrado en la puerta del Moderno y nos había invitado a fumar un joint en la pensión donde vivía en un viejo caserón amarillento en una esquina de San Telmo. Era un tipo hermoso, aunque demasiado enigmático. Grandes ojos celestes casi glaucos y pelos largos lacios. Pretendía parecerse a Rimbaud a quien admiraba y también era poeta. Acababa de publicar una revista de poesía con poemas satánicos donde invocaba a todos los demonios entre poemas de Ginsberg y textos de Breton. La revista estaba buena, en tamaño gigante, algo notablemente maligno se agitaba en su contenido. Nos regaló un ejemplar: "El Ángel del Altillo". Tenía excelentes ilustraciones, sorprendentes fotografías y una selección de poemas muy acertada. Paginas de Ginsberg, Girondo, Grass... Vivía con su mujer en una pieza de pensión. Ella también tenía idénticos ojos alucinados... y las paredes  estaban  "empapeladas" con chatarra oxidada de autos encontrada en la calle. Fumamos ese joint y conversamos hasta el amanecer mientras Cylbia dibujaba enmarañadas flores psicodélicas. Por la mañana nos fuimos y no nos habíamos vuelto a ver hasta entrar con Sonia en el chalet de la Villa. Estaba ahí, mirándonos con crueldad y sonriendo enigmático, desnudo, envuelto en una sábana ajustada con un cinturón de cuero rojo. Parecía un emperador romano sentado en su catédra frente al escritorio.
     Patty enseguida se tendió a descansar en la gran cama doble y después de hablar un rato con Sonia yo también me dormí junto a ella.
     Cuando desperté sería pasada la medianoche. Estaba solo. Todos habían salido a recorrer los boliches de la Villa.Me parecía que la habitación estaba hiperiluminada y algo atraía poderosamente mi atención. Me sentía intranquilo y empecé a recorrer el lugar buscando por todas partes hasta que lo encontré. Estaba en un rincón junto a la cama. Era un extraño y ridículo mueblecito para guardar los zapatos. Totalmente construído en madera, como una repisa de tres, cuatro estantes para poner los pares de zapatos. Cada estante tenía una forma especial moldeada para sujetar al fondo el taco de los zapatos y un suave declive hacia adelante donde descansaba la punta. Era un mueble insólito y estaba lleno de zapatos de hombre y  de mujer de diferentes colores. Me senté en el piso frente al aparato y lo observé durante largo tiempo. Me parecía maravilloso. Recorrí con la vista las divisiones, los lugares apropiados para cada tipo de taco, los diferentes tamaños de los compartimientos. Era un mueble muy elaborado y de dificil realización y al mismo tiempo era superfluo y casi inutil pero en conjunto resultaba delicioso. Segui observando. Los estantes tenían una ligera inclinación y toda la construcción se hallaba en un plano inclinado para lograr una mejor exhibición de los zapatos. En uno de los compartimientos había un par de zapatos rojos de tacos muy altos y en otro unos suecos azules, en el siguiente un par de zapatos marrones de hombre y al lado un par negro, mas abajo varios pares de zapatillas y hasta un par de botitas cortas beat. El conjunto daba la impresión de una compleja maquinaria.¿Acaso no parecía una mini-muestra de Dalila en el Di Tella? Y también me hacía acordar a los juegos de "Sapo" de los boliches de campo .Sentía la extraña sensación de un "deja vue", de una vieja melodía que se había olvidado y que de pronto se recuerda. Y en realidad todo el fenómeno tenía algo de musical: En un movimiento lento y ondulante recorría los sucesivos compartimientos y luego pasaba a una visión de conjunto que parecía ampliarse tratando de ubicar el objeto dentro del orden de universo. Esa sensación tenía el ritmo de un oleaje, se hacía intensa y se diluía y cuando estaba a punto de desaparecer volvía con mayor intensidad. Por algún motivo la co-incidencia con aquel objeto era tan fuerte que abarcaba todas las dimensiones del tiempo. Lo percibía con tal intensidad que lo veía en el presente  a la vez que en el pasado y en el futuro.
     Ahí me encontraron mis amigos cuando regresaron al amanecer.
     Anduvimos divagando por la Villa varios días. Andaba por allí un gurú, una especie de santón oriental. Era un hombre de unos sesenta años, alto, de aspecto muy saludable y pelos largos hasta la cintura que llevaba atados en un rodete. Piel bronceada, dimensiones casi atléticas. Una corte de jóvenes y adolescentes alborotados lo seguía a todas partes. Era vegetariano. Iba a la playa desde muy temprano, se quedaba con un diminuto taparrabo, hacía ejercicios de yoga y cantaba mantras. Era de Córdoba, de Vialet Masé.
     Una noche al pasar por un bar lo vi en una larga mesa con mucha gente. Le hacían preguntas, lo reporteaban con un grabador. Fausto estaba en la mesa y al verme se apartó del grupo y me llamó. Hacía días que no lo veía. Me preguntó por Patty y le dije que no sabía nada de ella. Miró hacía todas partes y me pidió que lo acompañase un poco que tenía que decirme algo. Nos internamos en la oscuridad por un sendero arbolado y de pronto me arrinconó contra una pared y me puso un cortaplumas en el cuello.
- Decime donde está Patty. -me dijo - Yo sé bien que vos sos un brujo negro y estás haciendo tus hechicerías con Patty, pero si a ella le llega a pasar algo yo te mato. Decime donde está. Vos sabés.
     Sus ojos celestes despedían chispas de cruerldad. Yo no sabía nada de Patty y eso era todo lo que podía decirle. Él no me creyó y me tuvo así un momento apuntándome con su arma. Parecía estudiar cualquier tipo de signo que pudiese revelarle algo. Hubo un tenso silencio y después aflojó, guardó el arma y se volvió desapareciendo en la oscuridad. Y no volvería a verlo nunca más, pero esos ojos terribles me persiguieron durante mucho tiempo. Me sentía débil y temeroso y al mismo tiempo se había puesto en movimiento una máquina infernal. Con pocas palabras Fausto había despertado en mi un profundo sentimiento de culpa. Inducido por el temor yo asumía todo lo que él había dicho: entonces era eso lo que yo desconocía de mi mismo. Yo era un instrumento de poderes tenebroso, un mago negro, un ser siniestro dedicado a oscuras prácticas de hechicería... Me sentí enloquecer, estaba desesperado. Yo no quería ser ese.¿Pero si esas características perteneciesen al plano inconsciente? ¿Estaríamos en el mundo cumpliendo roles fijos y asignados en la lucha entre los poderes? ¿ Estábamos determinados a ser unos brujos negros y otros magos blancos? Los blancos con la luminosa bandera de la conciencia total y los negros actuando "sin saber" como meros instrumentos de oscuras fuerzas inconscientes. Estaba aterrorizado. Anduve sin poder parar durante toda la noche. Ya no habría más un lugar donde detenerse a descansar porque ahora huía de mi mismo y ningún lugar sería lo suficientemente seguro. El peligro estaba dentro mio, el peligro era yo mismo. La belleza siempre me había parecido una verdad indiscutible, como decía el poema de Keat: "La verdad es bella y la belleza es verdad", y los ojos de Fausto habían irradiado en aquel momento una extraña belleza. Una mirada fría, gélida, mortal y capaz de aniquilarme pero inequívocamente bella.
     Deambulé hasta el amanecer y busque refugio en la carpa de unos amigos en el camping del Pinar. A la tarde desperté desolado y volví al pueblo. Me decía a mi mismo: ahora entiendo por qué soy tan paranoico, porque soy negro...
     Y al doblar una esquina me encontre con Patty. Se paró frente a mi como extraviada murmurando sus palabras inaudibles pero después pudo articular que había estado totalmente loca caminando junto al mar y entre las dunas, que llegado a un lugar solitario se había sacado las ropas y había desparramado todas sus cosas por la arena y había permanecido horas al sol en total catatonia hasta que alguien se había acercado desde muy lejos por la playa para ayudarla y ese alguien había sido nada menos que Pipo. Si, era él, no era otra alucinación. Era Pipo y estaba con otros chicos en Valeria del Mar en un campamento. Andaba paseando junto a la orilla del mar y de pronto la había visto lejana y diminuta como un espejismo entre las dunas y la había rescatado de su profundo trance.... Realmente la había salvado. Y estaban todos en el campamento, nos esperaban allá. Ella había vuelto a buscarme. Mientras salíamos a la playa le referí mi siniestro encuentro con Fausto. Ella se detuvo, me miró fijamente murmurando algo inaudible y me pasó la mano por la frente. Después sonrió y tuve la sensación de que mis oscuras divagaciones de la noche anterior  se borraban de mi mente. Podía dejar de torturarme con esos pensamientos. ¿Acaso no veía  ahora ese majestuoso mar azul rodando junto a nosotros mucho mas inmensamente bello que cualquier mirada maligna? ¿Y no caminaba ella al lado mio sin haber sucumbido a ninguna brujería, conduciéndome hacia el campamento de nuestros amigos? No debía seguir confundido. Por eso mientras avanzábamos comencé a cantar una canción. Había una música que estaba en el aire y yo solo tenía que seguirla. Era una canción sin palabras conocidas y a mi mismo me extrañaban los sonidos que brotaban de mi garganta:

                                        "Tha - Ha - Ka - Enen - Man - Ma
                                          Tha - Ha - Ka - Enen - Ma - Enen - Rá
                                           Axa - Ho - Atha - Wa
                                            Ha - Tha - Oxú

jueves, 29 de marzo de 2012

"GENERACION DESCARTABLE" - Capítulo: "Rutas"

A partir del Help  Pipo y Junco se hicieron inseparables. Aveces yo iba a visitarlos al departamento de la calle Billinghrst. La mamá de Pipo estaba de viaje y como era de suponer Pipo había llevado a todos sus amigos a vivir a su casa. Miguél estaba formando Los Abuelos y se reunía con los músicos del grupo para ensayar en el departamento. Y ahí estaban todos instalados como en un hotel ocupando las diferentes habitaciones.
Desde la calle se oía la música del grupo que ensayaba con los equipos a todo volumen. Dentro del departamento el señorial ambiente se había transformado en un campamento de gitanos. Se acercaba el verano y por el calor prematuro estaban todos medio desnudos o vestidos con ligeras ropas extravagantes. Habían tomado por asalto los roperos y lucían profusión de pañuelos coloridos, sombreros y fantasías.
Con Miguél intercambiamos unas pastillitas y enseguida me contó que el grupo ya estaba formado. Se llamaban "Los Abuelos de la Nada". Me confió que había sacado ese nombre del libro de Leopoldo Marechal, "El Banquete de Severo Arcángelo. Yo tenía que leerlo, me aseguraba que era formidable. Inaudi, el personaje era "padre de los piojos y abuelo de la nada".
Siguió hablando del grupo. Se habían conectado con Mandioca, el nuevo sello discográfico del editor Jorge Alvarez y estaban a punto de grabar el primer simple con "Diana Divaga" y "Tema en Flu sobre el planeta".
Al rato se pusieron a ensayar en el living. El grupo sonaba formidable. Repetían el tema infinidad de veces y grababan fragmentos mientras Miguél daba minuciosas indicaciones. Probaban los truenos y relámpagos que abrían el tema de Diana.
En algún momento Junco me tomó de la mano y me condujo hasta una habitación. Si yo quería podía cambiarme, porque con esa ropa tan formal, tan de saco y corbata debía sentirme incómodo. Así que pasamos largo tiempo eligiendo ropas multicolores y pintándonos flores y pájaros en la cara, probandonos vinchas y collares y anillos... Y así aparecimos bailando en la sala. El grupo había terminado de ensayar y habían puesto en nuevo álbum de Donovan, "Melow Yellow" que sonaba repetidamente en el combinado con el automático levantado.
Nos pusimos a bailar con Junco y pronto se nos unió Miguel. Pero enseguida Junco se fue a su habitación y nos quedamos bailando solos Miguel y yo. Nos gustaba bailar juntos porque los dos bailábamos muy bien. Sobretodo él era excelente bailarín. Inventábamos movimientos originales y super sexy. Otro tipo de relación no había resultado entre nosotros, pero en cambio acostumbrábamos bailar juntos durante horas enteras sin cansarnos. Lentamente pero con movimientos precisos nos desplazábamos por la amplia sala aprovechando todas las posibilidades del espacio. Aveces bailábamos enfrentados y muy cerca uno del otro, pero otras veces parecíamos bailar solos cada cual por su lado. Así era nuestra relación, aveces coincidíamos, aveces desistíamos...
En un momento Miguel se llegó hasta unos almohadones  que estaban dispuestos en el piso y se acostó ahí sin dejar de moverse al compás de la música. Estaba tendido boca arriba y yo bailaba de pié frente a él. Sus gestos eran muy atractivos. Buscaba diferentes puntos de apoyo en su torso y movía brazos, piernas y cabeza en lentas ondulaciones. Él tenía los ojos cerrados y no me veía, pero yo estaba fascinado porque me parecía leer extraños y veloces jeroglíficos en sus movimientos y no podía dejar de mirarlo...y leerlo. Su boca se movía continuamente como hablando sin emitir sonidos y aveces se acariciaba con ademanes altamente eróticos. Por momentos abría los ojos y miraba sobresaltado como tomando conciencia de estar en ese lugar.
Entonces sonreía hieráticamente y volvía a sumergirse en el mundo interior detrás del velo de los párpados. Ese mundo suyo que yo estaba siempre tratando de penetrar y que me resultaba totalmente hermético.
Él era muy comunicativo y extrovertido, no tenía reparos en contar a sus amigos su infancia de pobreza, cómo había sido separado de su madre y adoptado por la familia que lo había educado, sus numerosos trabajos miserables y su vida en la calle. Además de que inventaba como loco y siempre modificaba las historias el caso es que siempre podía hablar de sus cosas sin ocultar nada. Pero yo imaginaba en su interior lugares inaccesibles y profundos misterios.
Yo en cambio era el polo opuesto, introvertido, nunca contaba mis cosas. Me hubiese sido imposible confiar a mis amigos mi compleja intimidad. Nadie sabía nada de mi, cultivaba en el silencio un estilo ligeramente enigmático... y sin embargo me sentía continuamente puesto en evidencia y desnudado por mis amigos. Sentía que ellos de alguna manera sabían hasta lo más oculto y escondido de mi mismo. Me rompía la cabeza pensando cómo hacían mis amigos para adivinar todos mis secretos. En un lenguaje de código cifrado que solo ellos y yo podíamos entender, me hacían saber a cada momento que lo sabían TODO. ¿Cómo lo harían?... ¿telepatía?... ¿lectura psíquica?... ¿magia adivinatoria?... ¿eran todos videntes?... Nunca pude llegar a saberlo, pero con el tiempo dejé de preguntármelo y simplemente lo daba por hecho, ellos lo sabían todo, lo que pensaba, lo que sentía, lo que quería, lo que yo trataba de ocultarme aun a mi mismo...
Aveces sin querer darme cuenta del sentido profundamente erótico de mis palabras yo le decía:
- No soporto las limitaciones físicas. Quisiera que fuésemos etéreos y transparentes. Interpenetrarnos, atravesarnos y poder ocupar un mismo lugar en el espacio. Fusionarnos y confundirnos...
Dejamos de bailar y salimos al balcón a la noche y allí Miguel volvió a su obsesión por la telekinesia. Yo no terminaba de entender si era una preocupación real suya o si me estaba cargando. Desde el alto piso del edificio mirábamos hacia la calle y Miguel hacía esfuerzos desesperados por mover con la mente y con precisos pases magnéticos los pesados automóviles estacionados en la calle allá abajo. Estaba seguro de poder moverlos.
- ¿Viste? -me decía -¿Viste como lo levanto?...
Yo no veía que se moviesen para nada pero aveces lograba convencerme y me parecía que se movían un poco. ¿Pero qué pretendía él en realidadl, moverlos o que yo viese y admitiese que se movían?...
Antes de retirarse a su habitación me dijo:
- Me voy a hacer el amor. Las mujeres se vuelven locas por nosotros, no porque seamos supermachos, no, pero la verdad es que cogemos como los dioses. En el amor también hay que tener imaginación. Yo siempre digo que no tengo historia de posesión, en la pareja cada uno es libre de coger con quien quiera... siempre que sea como uno, claro. Y si me llegan a engañar que no sea con un camionero porque no le dirijo mas la palabra. Chau señora, no se vaya que después vengo con las facturas para el mate.
Me quedé solo y volví a la sala. Era cierto lo que aveces decía Miguel, que al final en los delirios siempre nos quedábamos solos, pero además también yo al final me quedaba siempre solo. Recorrí la sala lentamente. Estaba iluminada por la débil penumbra gris lluviosa del televisor encendido fuera de emisión. Con Pipo solíamos poner el televisor en lluvia o en rayas horizontales mientras escuchábamos música a todo volumen. Ahora ese ámbito me parecía desolador y mecánico. Fui hasta el combinado y di vuelta el longplay con movimientos casi violentos, entonces el universo introdujo una variante cuando empezó a sonar el maravilloso "Superman Luminoso".
Recorrí el pasillo al que daban todas las habitaciones. Las puertas estaban cerradas. Solo la puerta de una habitación permanecía abierta con la luz encendida. Me asomé al interior y vi el ropero abierto de donde asomaban vestidos coloridos y telas suntuosas. Todo estaba un poco revuelto pero el conjunto lucía encantador, como una invitación. Sobre el toilette brillaban doradas fantasías y frascos de vidrio con cosméticos y perfumes. La cama estaba abierta ligeramente desordenada y yo estaba ahí asomado a ese mundo espectante y completamente loco. No, no pensaba entrar a curiosear entre los frasquitos y olisquear las deliciosas fragancias, no quería ponerme a admirar las espléndidas fantasías para quedar finalmente atrapado entre el espejo y las frescas sábanas de la cama. No, todavía no. Con una sonrisa leve y triste cerré suavemente la puerta de la habitación creo que para siempre. Desandé el camino del corredor y volví a la sala para tenderme sobre los almohadones donde había estado bailando Miguel. Encontré papeles y lápices y estuve dibujando el resto de la noche hasta que sin darme cuenta me encontré en plena mañana entre los extraños habitantes de la casa que empezaban a despertar. Me sentí mal, me veía ridículo, observado por todos, parecía el único sobreviviente de un baile de carnaval emergiendo inesperadamente en el living del departamento... Todos despertaban frescos y dispuestos a encarar el día con energías renovadas y yo estaba ahí como una extraña flor delirante de la noche desmesurada, ya casi marchita y al borde del abismo de la mañana.
Y estuve suspendido allí hasta que llegó Patty, nos encerramos en la cocina y tuvimos un largo y complicado diálogo. La intuición me aseguraba que nos comprendíamos profundamente, pero algunos fragmentos de conversación me hacían pensar que estábamos hablando de cosas completamente diferentes. Ella estaba sentada sobre la mesa de la cocina y yo en el peldaño superior de la escalerita de la alacena. Era otra reunión en las cumbres. Hasta que finalmente al cabo de largos rodeos llegamos a la conclusión de que tanto ella como yo preferíamos irnos a Villa Gesell a ver el mar y andar entre los pinos antes que estar ahí en esas improvisadas cumbres de las estructuras domésticas. Ella me ayudaría a cambiarme, sacarme ese atuendo colorido y el maquillaje estridente, ponerme un simple jean y una campera como para no llamar la atención y poder salir a la ruta. Nos costó mucho trabajo pero despues de interminables maniobras ya casi estábamos listos para salir cuando apareció el Peli dispuesto inmediatamente a formar parte de la expedición. Tomamos un par de cápsulas y llevamos otras como provisiones para el camino. Pipo y Miguel nos aseguraron que irían en los próximos días, que los esperásemos, que ellos se nos unirían. Y finalmente salimos a hacer dedo por las rutas argentinas, rutas argentinas hasta el fin.

jueves, 1 de marzo de 2012

"HELP" - (GENERACIÓN DESCARTABLE)

G E N E R A C I Ó N     D E S C A R T A B L E

" H E L P "

                                     "Pero esta vez todavía no alcanzaremos
                                       a descubrir el Gran Misterio."
                                                                                      Junco

Volvíamos a reunirnos en el Obelisco a la noche tarde adonde iban llegando siempre nuevos amigos. Por ahí andaban Pipo, Miguél y Tango y otra gente que yo todavía no conocía, algunos que recién se acercaba al grupo. Entre estos había una chica que yo veía por primera vez. Era chiquita y flaquita pero muy bien proporcionada con unos pelos cobrizos ondulados y enredados con mechones rubios descoloridos, ojos tristes y sonrisa escéptica. Era Junco. Nos acercamos e intercambiamos algunas palabras como si nos conociésemos desde siempre. Llevaba una campera de cuero negro que le quedaba muy grande y un pantalón elastizado muy ajustado en imitación leopardo. Con los ojos muy pintados daba la impresión de una niña disfrazada de prostituta.
Entonces empezó a correr la voz de que estábamos muy en la vidriera, era muy tarde y pasaban los patrulleros, estábamos haciendo mucha bandera y en cualquier momento íbamos a terminar todos en alguna comisaría. Pero había saltado un lugar para copar y enseguida nos dirigimos todos hacia allí. Era cerca, unas pocas cuadras por Diagonal Norte, un bulincito bohemio, el atelier de un pintor en un edificio antiguo; y en grupos de a dos y de a tres para no llamar la atención nos mandamos para allá. El lugar era muy reducido, con algunos cuadros amontonados en un rincón y unos almohadones desparramados por el piso.Y en ese espacio donde difícilmente podían convivir dos personas nos hacinamos casi quince náufragos. Nos fuimos acomodando sentados en el suelo y apretados contra las paredes muy divertidos ante el absurdo de meter tanta gente en ese mínimo lugarcito.
Y cuando todos empezamos a conversar y a fumar y encendieron una luz roja y pusieron música de los Jefferson Airplain en el tocadiscos, la escena se tornó realmente alucinante.
Junco estaba apretada entre Pipo y yo y junto a mi estaba Miguél  y a su lado Tango. Ya habíamos estado tomando nuestras pastillitas, (las pequeñas ayudantes de mamá), y estábamos  todos muy animados. Junco hablaba conmigo y a mi me parecía que me la podía ganar. La veía tan seductora... Pasaban los maravillosos temas de los Aviadores de Jefferson: "Amante Fantástico"... "Conejo Blanco"... "La Chica de los Autos Raros"... "Alguien para Amar"... "¿Cómo te Sientes?"... "3/4 de Milla en 10 Segundos"... Miguél sostenía la tapa del disco y leíamos los títulos de los temas. Tango había inventado un juego original: tomaba las tapas de algunos long-play, iba leyendo y te hablaba con los títulos de los temas. Después iba intercambiando los títulos y podía decir las cosas mas graciosas, delirantes, poéticas y surrealistas imaginables.
Escuchábamos la música envueltos en esa luz roja entre las densas nubes de humo, la voz de Grace era formidable y el tema "Regresa a Mí" que duraba cinco largos minutos nos volvía realmente locos y lo repetíamos todo el tiempo.
De pronto cuando me volví hacia Junco para comentarle algo ya era demasiado tarde,. estaba confundida en un estrecho abrazo con Pipo y se besaban apasionadamente. Bueno, me habían ganado de mano, así que tratando de no darle importancia seguí hablando con Miguél y Tango y escuchando al grupo californiano.
Pero al rato notamos que el nuevo romance estaba levantando presión, sin duda, porque ya Pipo y Junco se habían quitado los abrigos y rodaban por el piso entre las otras personas. Casi no había espacio para nada, pero ellos rodaban y se estiraban ante la mirada comprensiva de los amigos.. El juego de los besos y los abrazos duró mucho tiempo hasta que se puso verdaderamente candente. Algunos hacían comentarios graciosos, pero a ellos parecía no importarles, hasta que muy naturalmente y como afiebrados, como si hubiesen estado completamente solos comenzaron a sacarse las ropas hasta quedar completamente desnudos.. Después de quitarse los pantalones él se sentó en la posición del loto y cuando ella quedó desnuda buscó refugio entre sus brazos y él la cubrió por completo. Así estuvieron un rato mientras él la contenía y la cubría amorosamente. Las caricias y los besos siguieron avivando el fuego hasta que ella tomando la determinación se sentó en la posición del árbol. La penetración hizo que se arquease hacia atrás en un gesto de placer. Todos seguíamos el desarrollo de la escena un tanto divertidos y con muestras de ternura. Algunos hacían comentarios y otros seguían conversando entre sí sin darle importancia al asunto.
Junco ya estaba meciéndose dulcemente sobre la rama del árbol. Por momentos se abría sin inhibiciones y después se replegaba buscando ocultarse entre los brazos de Pipo. Se miraban extasiados y luego volvían a confundirse en un apretado abrazo.
Del grupo brotaban exclamaciones de placer y expresiones excitantes. Sus movimientos se iban acelerando a medida que aumentaba la excitación. Estaban hermosísimos, desnudos bajo la luz roja envueltos en el humo con la música de los Aviadores... Ella se echó hacia atrás hasta acostarse en el suelo y el la cubrió con su cuerpo. Entonces empezaron a moverse lentamente primero y después en un ritmo cada vez mas acelerado. Ella lo abrazaba y lo rodeaba con sus piernas en tanto el ritmo de las voces y los comentarios del grupo también se iban acelerando hasta que cuando pareció que la pareja se acercaba al orgasmo, alguien gritó:
- ¡Help!
Y todos copadísimos empezamos a gritar:
- ¡Help!... ¡Help!... ¡¡¡Heeeeeeelp!!!... -palmeando acompasadamente hasta que alcanzaron el orgasmo entre risas y aplausos generales.
Después de un breve descanso se incorporaron y se vistieron. Pipo preguntaba:
- ¿Y...qué tal estuve?...
Entonces Miguél le dijo:
- Un poco monótono, siempre lo mismo che, todo para adelante como un camionero...
- ¿Y qué querés, -se defendía Pipo -hay que estar ahí con todos mirándote.
- Si, -dijo Miguél -pero ella en un momento te hizo un pase de piernas que era como para hacerle algunas variaciones...

Desde entonces se llamó "Help" a ese tipo de reuniones donde alguna pareja hacía el amor.
Mario el colorado empezó a repartir unas tarjetas rojas muy lindas con las letras HELP en blanco y todos estábamos de acuerdo en que esas prácticas  era al menos una buena terapia mucho mas efectiva que varios años de psicoanálisis en la costosa clínica del Dr. Fontana.

" H E L P "

G E N E R A C I Ó N     D E S C A R T A B L E

omaragon omarteum: "AMOR DE PRIMAVERA"

omaragon omarteum: "AMOR DE PRIMAVERA": Era una chica muy dulce y de una forma de ser encantadora. Tenía 17 años y nos amabamos de un modo muy "flu". Siempre tenía la mej...

miércoles, 19 de octubre de 2011

"AMOR DE PRIMAVERA"

          Era una chica muy dulce y de una forma de ser encantadora. Tenía 17 años y nos amabamos de un modo muy "flu". Siempre tenía la mejor onda y la sonrisa más hermosa, unos ojos muy grandes tipo Betty Boop y una boca deliciosa. Un modelo casi andrógino a la medida de mis apetencias:  pecho liso, anchas espaldas atléticas y estrechas caderas. Y exactamente de mi misma altura. Siempre usaba su hermoso pelo enrulado recogido y se pintaba una lágrima como una piedra preciosa en la mejilla... aveces una flor. Le gustaban los Beatles y los Rollings Stones. Y lo más maravilloso era que sabía tocar en su guitarra, con una voz muy suave y muy entonada, los temas de mi ídolo particular, Michel Polnareff.
          Era todo muy flower, pero había un problema: vivíamos en mundos diferentes. Yo en los suburbios fabriles del sur y ella en uno de los barrios más elegantes del norte de la ciudad. Cursaba el último año de la escuela secundaria mientras yo hacía tiempo que había abandonado los estudios y estaba prematuramente casado, tenía una hija de mi matrimonio y estaba separado de mi esposa.
          Nos encontrábamos y andábamos juntos por la city charlando durante horas en los bares, entrando de contrabando en su casa o en la mía, o íbamos al estudio de un pintor amigo en el tercer piso del Conventillo de las Artes. Y no nos hacíamos jamás historias de celos ni de posesión, porque cuando estabamos juntos era una fiesta que había que aprovechar.
          En mi casa no podíamos pasar mucho tiempo porque mis viejos nos echaban. (No querían tener problemas porque ella era menor de edad) Y aveces íbamos a su casa. Hasta un par de veces estuve tomando el té y charlando con sus padres que no podían evitar acribillarme a preguntas y observarme con curiosidad. Vivian en un inmenso departamento que ocupaba todo un piso sobre avenida Callao y donde yo me perdía entre un laberinto de habitaciones alfombradas y decoradas con  suma sobriedad.
Nada de la estridencia verde florida de las cortinas de brocato de mi habitación en Lanús Oeste. Aqui solo finas cortinas de voile transparente.Pero la clase alta acostumbra criar a sus hijos con más libertad que la clase medias y aveces los padres no estaban y pasábamos juntos hermosos momentos, en su habitación hip, con las paredes llenas de posters y dibujos.
          Todos mis amigos adoraban a Laura y ella sentía inmensa admiración mis amigos. Había conocido a Cylbia cuando salió de la clínica y se sentía fuertemente atraída hacia ella. La invitaba a su casa, le regalaba preciosos vestidos y le sugería nuevas formas de maquillaje. A Pipo le gustaba Laura puesto que como él, ella también era fanática de Bob Dylan y tenía todos los discos editados. Miguel la imitaba: ponía boca sexy y ojos parpareantes.
         Ella también tomaba cantidades de pastillas y su familia había comenzado a alarmarse por su extraño comportamiento. Un día fumamos juntos un joint, nos deliramos una eternidad en éxtasis contemplando una rosa té y oyendo el "Blue ye way" de los Beatles para teminar vagabundeando en el cementerio de trenes viejos de los valdíos del ferrocarril buscando el girasol del poema de Ginsberg que anunciaba florecer en estas latitudes, pero volvimos para refugiarnos en "El Loco en la Colina" y la visión de la rosa que se abría imperceptible pero inexorablemente.
          Una moche nos invitó a Pipo y a mi a su casa para hacernos escuchar "Simparía por el Demonio" que un amigo acababa de traerle de Londres. Se puso una túnica larga con dibujos ópticals en color verde Nilo, se soltó el pelo, encendió la luz difusa del techo y nos tendimos sobre la alfombra para escuchar el album repetirse mientras iban traduciendo las letras.
          Pero cuando empezó a faltar al colegio y pasaba demasiado tiempo fuera de casa sus padres entraron en acción. Entonces tuvimos que dejar de vernos y nos comunicabamos solo por cartas.

"Así de repente un duodeno hermoso y suave es un sexo agresivo y filoso, todo se trastoca por absurdo que sea, mientras tanto vos, en Corrientes y Montevideo tan campante con Lolita flameando al viento, llevándote o llevándola (según se quiera) a ver "Historias Prohibidas", estas contento, estas mal, estas bien, yo me paro en medio de las luces muertas, en medio del cementerio de lámparas usadas, es decir el cementerio de la última luz, las lámparas... la que se apaga se prende hasta quedar de trapo, de Pelgy trapo y al decirlo se me instalan de inmediato los arquetipos combados del miedo, es día de tu destrucción, cuando te mueras (y tu muerte va a incluírse aqui porque no me importa, no me importa decir que tu muerte me importa, es decir, no me importa decir que mi sexo es tan absurdo como el resto, el día de tu destrucción, cuando te mueras quiero saber porqué tan lejos, y no va a importarme), o decir ahora: bueno, te amo, te amo, y tus hermanos estan locos, olvidándose de lo tonto que llega a ser todo por momentos, yo justamente te amo, te amo, diez mil veces perversa y las uñas comidas, diez mil veces vestido blanco y pelos en la cara, la profundidad de tu cuerpo, tu piel, tu piel, tu sexo mágico, tus ojos de túneles, tu índice señalando el sol, casi así de imposible, como explicar tu piel, tao, hacemos el amor, tu piel, tu piel, tu cuerpo se extiende, rubber soul hacia el no color, el no brillo, tu cuerpo se extiende rubber soul.
Esto lo escribí hace dos días cuando descubrí lo malvada que era y quiero que esté aquí porque estoy totalmente convencida de que revisan todas mis cosas mientras duermo, ¿qué voy a hacer?, no sé qué hacer, desde el momento en que se anulan la exactitud y la certeza, los test suficientemente serios, el psicoanálisis,mi neurosis, mi agresión, desde el momento en que se anula el "yoteconozcobien", la seguridad familiar que intenta solidificar su refuturo con la base de "mi bondad innata", los conocimientos de causa, la masturbación, la homosexualidad, la ninfomanía, la esquizofrenia, desde el momento en que se anula el 307 hasta tu casa o el tren desd Constitución a Lanús, o el Aero Suflair, o Hey Jude, tu casa, Ionesco, Dexamil Spansule, Kuincho el  boticario, tus dibujos, las veces que hacemos el amor anotadas en orden con lápiz azul y un signo del Tao, tus dibujos, la Instilasa, lápices, marcadores de colores, libros que leemos al mismo tiempo, libros que nos prestamos, mifelicidadparasiempre, mis dibujos psicodélicos, tu poema de los tigres, mi tesis sobre vampirismo, yo, con guirnaldas de flores y alitas atrofiadas a la altura de los omóplatos escribiendo un tratado sobre vampirismo, nada menos que yo, oh Gran Vampiro de los sistemas circundantes de los dramas griegos y de la cocina china, vampiro valerio, valerio vampiro, vampiro exacto de mi propia sangre, de los ejemplos absurdos, vampiro de barrio norte, vampiro de mi abuelo el muerto y de mi abuelo el vivo, vampiro de... (a continuación indico pertenencia), yo justamente arrastrada y puta, diezmil veces arrastrada a las profundas fosas abisales, representante digna del peor vómito de Belcebú (dejando de lado la belleza del demonio), es así, en medio de la bondad, el sacrificvio, la resignación, el amor al mundo, la seguridad es así, vampiro de uñas comidas y hermosos hombros, vampiro con sistemas de defensa y ataque que de repente ya no son, dejan de funcionar en medio del verano, y el jazmín a todo lo que dá sobre la mesita, sol naciente y libertad, con bigote y saco de cuero, Raquel Welch y el Che Guevara, en dexamil, en dexedrina, en bemzedrina, en metherina, en vos.
Y es aquí donde se detienen las estructuras acomodadas provisoriamente pero girantes, porque esto fue empezado para decirte algo, porque como todos yo puedo presentir que Miller y  Whitman toman sol sobre el culo del mundo, todos nosotros aqui en tu escritorio y tu escritura, y no nombrarlos a menos que sea necesario, todos, no dejar que los mueran de muerte común, artículo obituario en el diario, y no citar a Dalí si él no nos prestaría jamás sus alas, sé tambien que debería tener mi propio estilo, mi propia modalidad, ¡que hermoso!, mi propio estilo, mi propio corpiño, mi propio cepillo de dientes, mi propio duodeno, mi propio sexo ( y mi sexo va a incluírse aquí porque no me importa), aunque hago mal con solo decirlo.
Esta carta es de Laura y dice, en síntesis que no voy a poder ir este fin de semana, día importante, 4-11-68, día importante y cosas importantes porque hay un tiempo, oh, mi amor, mi amor, mi amor, día importante de gravitación en la vida de..., día de mierda en el que se cae el mundo, de cosas trágicas, de todos modos... mi amor, mi amor, pienso tu piel hasta el último detalle, y me dá tanta verguenza hablando todo el tiempo de vos, todo el tiempo oh mi amor, y pienso tu cuerpo extendido hasta los limites gráficos de la galaxia, oh pienso tu cuerpo, dentro de dos horas la evolución hacia el sol trascendental, te amo, te amo, tal vez por tonto martes sangriento...
Todo lo anterior lo escribí antes de la catástrofe, igual no me interesa, no me importa, no me dá la gana. ¿y?, hasta escribir eso no pasó nada importante, o sea, si, cosas importantes como vos llamando por teléfono a casa en el mismo momento en que yo hablaba de vos con Carlos Suarez tomando el té en El Fenix de avenida Santa Fé, y Carlos que está lindísimo, y yo le hablo de vos y todo está muy bien y le hablo de vos, y que vos y vos y vos... y él estaba mal pero de repente se pone bien aunque extrañe a Carlos Romero, el hermano de la Kelly, aunque todo esté mal pero todo está bien.
Otra cosa importante, perdí el lápiz negro, el mío 2hb, pero Andre Malraux dice hablando de  Nietzsche:  "Friedrich cantaba... con una articulación normal. Él, que tartamudeaba durante la conversación, cantaba un poema desconocido para nosotros. Y era su último poema,  "Venecia". La música de Friedrich no me gusta demasiado. Es mediocre. Pero ese canto  era... ¡Y bien, Dios mío, era sublime! Terminó mucho antes de que saliéramos del tunel.Cuando salimos de la oscuridad todo estaba como antes. Como antes... Todo aquello era tan... fortuíto... y Friederich, mucho más inquietante que un cadaver. Era la vida. Digo sencillamente: la vida... Ocurría algo muy... singular. El canto era tan intenso como la vida."
El que habla es el tío abuelo de Malraux al padre de Malraux, su tío abuelo fue amigo de Nietzsche (más adelante aclara el valeriaje espantoso de su tío con Friedrich) y después hablando de su tío abuelo dice:"Se jacta de haberlo llevado a Basilea, pero en una ocasión como esa, también puede llevarlo a uno el portero.",  se refiere al momento en que llevaron a Nietzsche al manicomio de Basilea, es en ese viaje en donde él se puso a cantar en la oscuridad al atravesar el tunel, bueno bueno, suficiente con cosas importantes, a puro organizar pic-nic con sanguches con Carlos,  con vos, a puro arreglar cosas y profesora de inglés que acaba de entrar, bueno, te amo, te amo y tus hermanos están locos, acepto sus alcohólicos casos, te amo, te amo, y aveces ocurren cosa tan geniales como esta: papá llega para decirme, mejor dicho, el hijo de puta capitan de fragata de mi viejo entra diciendo que me va a internar en un neuropsiquiátrico, ¿te encanta?, que no salgo más de casa, que no voy más al colegio, desde ya se borraron todos los posibles rastros tuyos, no verte, no hablarte, no irme, no avisarte, no salir, no entar, no festejar tu cumpleaños ni el mío, I´m crying, I´m the eggman, I´m the walrush, estoy llorando, soy el hombre huevo, soy la morsa, es tan dramático y repentino que es bastante gracioso, bastante hinchapelota por otra parte, ya me cansé, clase de literatura Mariano José de Larra ¿quién será?, compañeritas hermosísimas que preguntan si dormí, si no dormí, si los ojos, si las ojeras, está bien, logré luego de lágrimas de sangre seguir viniendo al colegio, otra elíptica repetición podría llegar a desintegrarme, otra vez cuarto año, otra vez años de psicoanálisis, y asi hasta... no me interesa, dejar de ir a tu casa, (lágrimas) Fedra-Electra-Yerma- Lady Mackbet todo junto en un solo día, Omar, estoy triste, estoy mal y las palabras siguen pareciendo grises por lo menos.
Hoy es jueves, tratá de hablar a casa si podés llamar por alguien, es posible que me internen, en esto vos no tenés nada que ver, si querés escribime, te voy a mandar "Los Sonambulos" que ya lo leí, en la avenida hay una galería que se llama Gran Avenida, en el subsuelo hay un correo chiquito hermosísimo como de juguete, tendrías que verlo, esto parece los cuentos medievales "detrás de la montaña hay un mar y en el medio del mar hay una isla, en el medio de la isla hay una gruta y al final de la gruta hay un pozo, en el fondo del pozo hay un cofre y dentro del cofre una velita encendida, si soplás la velita mi vida se acabará", hoy sábado voy a escribirte poco, ayer me llevaron al neurólogo, soy hiper normal, la gente compra cosas en la avenida, parecen hormiguitas de colores, la última vez que nos vimos descubrimos que habíamos estado haciendo cosas extrañísimas cada uno por su lado en el mismo momento, estábas hermosísimo Horacio, ahora con "Rayuela", la carta de la Maga y pará de contar, fui al cine Lorraine a ver el "Ulyses" de Joyce  y hablé de vos hasta en mitad de la película, te amo y sé que estás planeando tu fuga definitiva, ¿qué puedo hacer?, no se qué hacer, aunque entiendo que es lo único posible no sé que hacer, escribime con el marcador verde y no estés triste ni enojado, y no te mueras, en unos días te iré a buscar con mi bolsa de red, y te capturaré aunque no quieras,te guardo en una cajita y dejo la tapa abierta y vas donde querés, te regalo un Suflair y el Capítulo Universal de Los Hombres número 22 con Nietzsche que está sensacional, con corona de espinas en el poster central, avisame si te vas, avisame cualquier cosa importante que hagas, nadie habla de vos, te amo, último momento: en vez de encerrarme en un loquero mi viejo me lleva en el Crucero Antártida Argentina, al Continente Blanco, un mes de blancura para lavarme el cerebro ¡help! aparecé un momento, aunque sea "de acá para allá".
Laura - Trapecista de la Mente
         
          Aveces todavía sueño con ella, habita un lugar muy secreto en el mundo de los sueños, duerme en una recóndita habitación a la que se llega atravesando un panel disimulado en el muro y cruzando un corredor muy alto en medio del abismo. Pero nunca volvimos a encontrarnos, aunque anoche, después de leer sus cartas he vuelto a encontrarla en un sueño: estaba desnuda y era una criatura fantástica, paseabamos entre las ruinas de un castillo medieval invadido por la maleza con tupidas enredaderas cubriendo los muros de piedra semiderruídos, mientras que en un gran acuario de cristal sin peces se había liberado al fin la tinta con que estaban escritas sus cartas y formaban un arabesco como volutas de humo negro flotando en el agua, igual a sus dibujos psico-ornamentales . Y cuando ella sintió que estabamos siendo soñados, que formabamos parte de la imagen de un sueño, se turbó levemente ocultándose entre la sombra del follaje.