lunes, 9 de abril de 2012

"GENERACIÖN DESCARTABLE" - Capítulo "Brujos de Verano"

     Durante mucho tiempo no nos paraba nadie. Habíamos salido en ómnibus hasta la ruta y caminábamos hacia el sur haciendo dedo.Camiones inmensos pasaban junto a nosotros formando fuertes corrientes de aire que nos hacían tambalear, "pero nadie nos quiere llevar".... Asi caminamos varios kilómetros y volvimos a tomar algunas pastillas porque creíamos que nos faltaba energía mental como para hacer parar uno de esos grandes camiones.
     Debían ser las tres de la tarde cuando llegamos a un bar. Había gente en las mesas y cuando entramos hasta el mostrador para pedir agua, algunos se rieron de nosotros y nos largaron estúpidas indirectas. Patty y yo tratamos de ignorarlos, pero Luis Alberto en una reacción de violencia inesperada arrojó sobre los comensales el contenido de su vaso de agua y se puso a gritar con aullidos insoportables:
- ¡Hijos de puta! ¿Qué se creen que siempre nos van a molestar? ¿No se dan cuenta que están podridos? ¡Ustedes y todo su maldito dinero están podridos!
Y después de un alarido sobrenatural cayó desmayado a nuestros pies dejando que el vaso vacío rodase por el piso del local.
     Aquella gente no alcanzó a reaccionar porque sino nos hubiesen linchado. Alguien nos ayudó a cargarlo y lo tendimos en  el pasto junto al camino. Al rato despertó con un ánimo completamente angelical sin recordar nada de lo que había pasado. Y como nos pusimos a hacer dedo desesperadamente logramos parar a uno de esos camionazos que nos llevó hasta Las Armas. De ahí nos levantó una camioneta que nos dejó en La Villa un amanecer viendo salir el sol a la orilla del mar.
     Vagamos por las anchas playas casi desiertas. En el aire flotaba una bruma brillante que ponía reflejos dorados sobre los cuerpos. Patty caminaba errabunda delante nuestro apoyandosé en una rama que usaba de bastón. Como Miguel, también ella tenía la costumbre de hablar sola en voz baja consigo misma y siguiéndola unos pasos mas atrás el Peli y yo podíamos oírla murmurar. Miraba a su alrededor como si atravesase un paisaje fantástico. Aveces se volvía hacía nosotros y pretendía decirnos algo pero ningún sonido salía de su boca y solo percibíamos un leve movimiento de labios. Yo me acercaba y le preguntaba:
- ¿Qué decís, Patty?
Y ella me miraba como desde muy lejos y seguía moviendo los labios sin emitir ningún sonido.
- No te oigo, Patty. -insistía yo -Hablá mas fuerte.
     Pero ella seguía con su lenguaje mudo. En algún momento se me ocurrió pensar que era yo el que no podía oirla, pero el Peli tampoco pudo captar nada.
- Esta gurisa está como embrujada. -dijo el Peli -Necesita descansar.
     Entonces nos metimos por una calle y anduvimos caminando por el pueblo hasta que en algún lugar nos encontramos con Sonia. Se paró frente a nosotros con su radiante sonrisa y nos dijo que estaba en una casa que había alquilado con un amigo. Podíamos ir con ella, había lugar para todos. Caminamos una pocas cuadras y entramos en un parque muy bien cuidado con hermosos árboles y una colina de césped sobre la que estaba la casa. Era un chalet y ellos ocupaban el piso de arriba hasta donde se llegaba por una escalera exterior. Una vez adentro Sonia nos presentó a su amigo, a quien casualmente yo conocía de Buenos Aires, del Moderno.
     Era un tipo muy extraño. Se llamaba Fausto Giordano y nos habíamos conocido atraves de Cylbia Washington. Una noche lo habíamos encontrado en la puerta del Moderno y nos había invitado a fumar un joint en la pensión donde vivía en un viejo caserón amarillento en una esquina de San Telmo. Era un tipo hermoso, aunque demasiado enigmático. Grandes ojos celestes casi glaucos y pelos largos lacios. Pretendía parecerse a Rimbaud a quien admiraba y también era poeta. Acababa de publicar una revista de poesía con poemas satánicos donde invocaba a todos los demonios entre poemas de Ginsberg y textos de Breton. La revista estaba buena, en tamaño gigante, algo notablemente maligno se agitaba en su contenido. Nos regaló un ejemplar: "El Ángel del Altillo". Tenía excelentes ilustraciones, sorprendentes fotografías y una selección de poemas muy acertada. Paginas de Ginsberg, Girondo, Grass... Vivía con su mujer en una pieza de pensión. Ella también tenía idénticos ojos alucinados... y las paredes  estaban  "empapeladas" con chatarra oxidada de autos encontrada en la calle. Fumamos ese joint y conversamos hasta el amanecer mientras Cylbia dibujaba enmarañadas flores psicodélicas. Por la mañana nos fuimos y no nos habíamos vuelto a ver hasta entrar con Sonia en el chalet de la Villa. Estaba ahí, mirándonos con crueldad y sonriendo enigmático, desnudo, envuelto en una sábana ajustada con un cinturón de cuero rojo. Parecía un emperador romano sentado en su catédra frente al escritorio.
     Patty enseguida se tendió a descansar en la gran cama doble y después de hablar un rato con Sonia yo también me dormí junto a ella.
     Cuando desperté sería pasada la medianoche. Estaba solo. Todos habían salido a recorrer los boliches de la Villa.Me parecía que la habitación estaba hiperiluminada y algo atraía poderosamente mi atención. Me sentía intranquilo y empecé a recorrer el lugar buscando por todas partes hasta que lo encontré. Estaba en un rincón junto a la cama. Era un extraño y ridículo mueblecito para guardar los zapatos. Totalmente construído en madera, como una repisa de tres, cuatro estantes para poner los pares de zapatos. Cada estante tenía una forma especial moldeada para sujetar al fondo el taco de los zapatos y un suave declive hacia adelante donde descansaba la punta. Era un mueble insólito y estaba lleno de zapatos de hombre y  de mujer de diferentes colores. Me senté en el piso frente al aparato y lo observé durante largo tiempo. Me parecía maravilloso. Recorrí con la vista las divisiones, los lugares apropiados para cada tipo de taco, los diferentes tamaños de los compartimientos. Era un mueble muy elaborado y de dificil realización y al mismo tiempo era superfluo y casi inutil pero en conjunto resultaba delicioso. Segui observando. Los estantes tenían una ligera inclinación y toda la construcción se hallaba en un plano inclinado para lograr una mejor exhibición de los zapatos. En uno de los compartimientos había un par de zapatos rojos de tacos muy altos y en otro unos suecos azules, en el siguiente un par de zapatos marrones de hombre y al lado un par negro, mas abajo varios pares de zapatillas y hasta un par de botitas cortas beat. El conjunto daba la impresión de una compleja maquinaria.¿Acaso no parecía una mini-muestra de Dalila en el Di Tella? Y también me hacía acordar a los juegos de "Sapo" de los boliches de campo .Sentía la extraña sensación de un "deja vue", de una vieja melodía que se había olvidado y que de pronto se recuerda. Y en realidad todo el fenómeno tenía algo de musical: En un movimiento lento y ondulante recorría los sucesivos compartimientos y luego pasaba a una visión de conjunto que parecía ampliarse tratando de ubicar el objeto dentro del orden de universo. Esa sensación tenía el ritmo de un oleaje, se hacía intensa y se diluía y cuando estaba a punto de desaparecer volvía con mayor intensidad. Por algún motivo la co-incidencia con aquel objeto era tan fuerte que abarcaba todas las dimensiones del tiempo. Lo percibía con tal intensidad que lo veía en el presente  a la vez que en el pasado y en el futuro.
     Ahí me encontraron mis amigos cuando regresaron al amanecer.
     Anduvimos divagando por la Villa varios días. Andaba por allí un gurú, una especie de santón oriental. Era un hombre de unos sesenta años, alto, de aspecto muy saludable y pelos largos hasta la cintura que llevaba atados en un rodete. Piel bronceada, dimensiones casi atléticas. Una corte de jóvenes y adolescentes alborotados lo seguía a todas partes. Era vegetariano. Iba a la playa desde muy temprano, se quedaba con un diminuto taparrabo, hacía ejercicios de yoga y cantaba mantras. Era de Córdoba, de Vialet Masé.
     Una noche al pasar por un bar lo vi en una larga mesa con mucha gente. Le hacían preguntas, lo reporteaban con un grabador. Fausto estaba en la mesa y al verme se apartó del grupo y me llamó. Hacía días que no lo veía. Me preguntó por Patty y le dije que no sabía nada de ella. Miró hacía todas partes y me pidió que lo acompañase un poco que tenía que decirme algo. Nos internamos en la oscuridad por un sendero arbolado y de pronto me arrinconó contra una pared y me puso un cortaplumas en el cuello.
- Decime donde está Patty. -me dijo - Yo sé bien que vos sos un brujo negro y estás haciendo tus hechicerías con Patty, pero si a ella le llega a pasar algo yo te mato. Decime donde está. Vos sabés.
     Sus ojos celestes despedían chispas de cruerldad. Yo no sabía nada de Patty y eso era todo lo que podía decirle. Él no me creyó y me tuvo así un momento apuntándome con su arma. Parecía estudiar cualquier tipo de signo que pudiese revelarle algo. Hubo un tenso silencio y después aflojó, guardó el arma y se volvió desapareciendo en la oscuridad. Y no volvería a verlo nunca más, pero esos ojos terribles me persiguieron durante mucho tiempo. Me sentía débil y temeroso y al mismo tiempo se había puesto en movimiento una máquina infernal. Con pocas palabras Fausto había despertado en mi un profundo sentimiento de culpa. Inducido por el temor yo asumía todo lo que él había dicho: entonces era eso lo que yo desconocía de mi mismo. Yo era un instrumento de poderes tenebroso, un mago negro, un ser siniestro dedicado a oscuras prácticas de hechicería... Me sentí enloquecer, estaba desesperado. Yo no quería ser ese.¿Pero si esas características perteneciesen al plano inconsciente? ¿Estaríamos en el mundo cumpliendo roles fijos y asignados en la lucha entre los poderes? ¿ Estábamos determinados a ser unos brujos negros y otros magos blancos? Los blancos con la luminosa bandera de la conciencia total y los negros actuando "sin saber" como meros instrumentos de oscuras fuerzas inconscientes. Estaba aterrorizado. Anduve sin poder parar durante toda la noche. Ya no habría más un lugar donde detenerse a descansar porque ahora huía de mi mismo y ningún lugar sería lo suficientemente seguro. El peligro estaba dentro mio, el peligro era yo mismo. La belleza siempre me había parecido una verdad indiscutible, como decía el poema de Keat: "La verdad es bella y la belleza es verdad", y los ojos de Fausto habían irradiado en aquel momento una extraña belleza. Una mirada fría, gélida, mortal y capaz de aniquilarme pero inequívocamente bella.
     Deambulé hasta el amanecer y busque refugio en la carpa de unos amigos en el camping del Pinar. A la tarde desperté desolado y volví al pueblo. Me decía a mi mismo: ahora entiendo por qué soy tan paranoico, porque soy negro...
     Y al doblar una esquina me encontre con Patty. Se paró frente a mi como extraviada murmurando sus palabras inaudibles pero después pudo articular que había estado totalmente loca caminando junto al mar y entre las dunas, que llegado a un lugar solitario se había sacado las ropas y había desparramado todas sus cosas por la arena y había permanecido horas al sol en total catatonia hasta que alguien se había acercado desde muy lejos por la playa para ayudarla y ese alguien había sido nada menos que Pipo. Si, era él, no era otra alucinación. Era Pipo y estaba con otros chicos en Valeria del Mar en un campamento. Andaba paseando junto a la orilla del mar y de pronto la había visto lejana y diminuta como un espejismo entre las dunas y la había rescatado de su profundo trance.... Realmente la había salvado. Y estaban todos en el campamento, nos esperaban allá. Ella había vuelto a buscarme. Mientras salíamos a la playa le referí mi siniestro encuentro con Fausto. Ella se detuvo, me miró fijamente murmurando algo inaudible y me pasó la mano por la frente. Después sonrió y tuve la sensación de que mis oscuras divagaciones de la noche anterior  se borraban de mi mente. Podía dejar de torturarme con esos pensamientos. ¿Acaso no veía  ahora ese majestuoso mar azul rodando junto a nosotros mucho mas inmensamente bello que cualquier mirada maligna? ¿Y no caminaba ella al lado mio sin haber sucumbido a ninguna brujería, conduciéndome hacia el campamento de nuestros amigos? No debía seguir confundido. Por eso mientras avanzábamos comencé a cantar una canción. Había una música que estaba en el aire y yo solo tenía que seguirla. Era una canción sin palabras conocidas y a mi mismo me extrañaban los sonidos que brotaban de mi garganta:

                                        "Tha - Ha - Ka - Enen - Man - Ma
                                          Tha - Ha - Ka - Enen - Ma - Enen - Rá
                                           Axa - Ho - Atha - Wa
                                            Ha - Tha - Oxú

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