"También estaba "El Simplón", cuyo nombre en polaco significa "El Oscuro" y que puede asociarse a una sensible inocencia, al idiota medieval que sin saber posee los poderes de la luz y de la oscuridad. Fue introducido como víctima involuntaria en los juegos del grupo y elegido como su salvador. Desesperado por el amor del grupo y por haberlo aceptado, gradualmente fue consumido
por la fuerza de su propio papel y luchó inutilmente contra su extinción final. Su agonía producía placer, ira, piedad y aceptación entre sus torturadores.
Jennifer Kumiega
"Apocalipsis de Grotowsky
Algunas noches nos encontrábamos en el Obelisco. Se había empezado a correr la noticia de que en Buenos Aires estaban los hippies y llegaban chicos y chicas de diferentes lugares. Yo me había hecho famoso de repente sin ningún mérito de mi parte. Entre divertidos y entusiasmados mis amigos me habían conducido hasta un kiosco de revistas para mostrarme mi propia fotografía a toda página el día de la primavera en la revista 7 Dias. Yo no lo podía creer, pero ahí estaba, con los anteojos blancos Polnareff, la banderita de taxi LIBRE en el cuello y la estrella de Sheriff Deputy . Era muy increíble y divertido, aunque el texto a pié de página fuera un tanto malicioso. Y todo el mundo me comentaba la publicación de la fotografía. Yo no le daba importancia, pero había adquirido tres ejemplares de la revista.
Una noche en el Obelisco estaba conversando con Patty. Nos habíamos hecho muy amigos porque los dos compartíamos un estilo un tanto misterioso y esotérico. Entonces se acercó Sonia. Era una muchacha muy hermosa de largos pelos rubios y lacios. Me dió unos marcadores de colores y me pidió que le hiciese algún dibujo en la cara. Y así mientras conversábamos con Patty dibujé en la frente de Sonia una serpiente alada color azul. Sonia había sido novia de Tango, y después de Pipo y creo que ella había inspirado la letra de "La Dorada Princesa del Verano" a nuestros juglares. Además, lo que después llegó a ser "Diana Divaga", ese tema tan bien grabado con letra y música de Miguel, en un principio fue otra cosa, porque Miguel había hecho esa música para un poema de Sonia que se llamaba "La Niña Verde". Sin duda Sonia había quedado impresionada por la lectura del libro de ese crítico de arte que fue Herber Read y la lectura de ese texto le había inspirado un poema que fascinó a Miguel quien le puso una música que ya venía componiendo. Entonces el tema decía algo así:
"La Niña Verde está tocando el Cristal,
el Escarabajo de Plata le sigue el compás,
una Gran Voz de Naranja sale de la cueva mágica..."
Era una letra lindísima, muy psicodélica, al estilo hipp y la música entraba perfecto. Todos cantábamos ese tema con la letra de "La Niña Verde" de Sonia. Hasta que un día Miguel cambió la letra por la de "Diana Divaga".
Sonia era una presencia muy mágica. Yo la veía rodeada de un halo luminoso y sin duda creía que tenía grandes poderes ocultos. Me parecía ese tipo de seres muy hight que llegan a la tierra en ocasiones especiales. Generalmente no hablábamos mucho, pero solíamos enfrentarnos y mirarnos sonrientes. Y aquella noche ella me tomó de las manos y me dijo que si estaba dispuesto tenía pensado someterme a una pequeña prueba para saber si yo creía realmente en la magia.
Le dije que estaba preparado, entonces ella dijo que simplemente se trataba de ir caminando con los ojos cerrados y pasar através del Obelisco.
No pude evitar reirme ante tal ocurrencia, pero me aseguró que no era ninguna broma y que ella ya lo había experimentado con otros "iniciados". Me explicó, muy misteriosa, que exactamente en la base del Obelisco había una "puerta dimensional". No esa puerta chiquita que podíamos ver y que era la entrada al interior del monumento, sino una verdadera puerta hacia otra dimensión, una puerta sin puerta, un espacio inmaterial que como los agujeros negros comunicaban con algún lejano lugar del universo y que ella junto con otros amigos ya había atravesado. Pero me advirtió que debía tener una fuerte convicción porque ante la menor sombra de duda uno podía chocarse contra la pared.
Así que nos tomamos de la mano, nos ubicamos en la dirección al Obelisco y me pidió que cerraramos los ojos y que no los abriésemos por nada del mundo hasta haber pasado al otro lado. Después me indicó que extendiesemos los brazos hacia adelante como los sonambulos y empezamos a caminar a grandes pasos.
Yo trataba de tomar la prueba con la mayor seriedad posible pero ya le había dicho que no creía poder lograrlo. Me parecía que teoricamente era posible puesto que no creía demasiado en la realidad del mundo material pero no me sentía con la fuerza necesaria como para realizarlo y mientras caminabamos con los ojos cerrados, cuerpo a cuerpo, aferrados con una mano y con los brazos extendidos hacia adelante comencé a sentir un indecible pánico.
Sin embargo nada podía pasarnos. Estábamos encaminados en linea recta hacia el Obelisco y no podíamos desviarnos. Era una noche fresca y la plazoleta estaba desierta así que tampoco podíamos tropezar con ningún transeunte. En ese tiempo la Plaza de la República no estaba cortada por la avenida Corrientes así que podíamos caminar sin peligro alguno. Toda esa profusión abigarrada de letreros luminosos y luces de neón se había atenuado detrás de los párpados cerrados y solo percibíamos apagados resplandores intermitentes. El viento nos daba en la cara y nos agitaba el pelo y las ropas pero continuábamos avanzando implacablemente con largos y decididos pasos. Detrás nuestro habían quedado nuestro amigos observándonos con curiosidad expectante.
Me pareció que caminábamos mucho tiempo y que recorríamos un espacio mucho mayor que la distancia real que nos separaba del monumento, y en un momento tuve la certeza de que ya habíamos pasado atraves de la pared... Pero... ¡cómo podía ser? ¡debía estar soñando! Si, tenía la fuerte sensación, tal vez por tener los ojos cerrados de que todo eso lo estaba soñando y entonces sentí verguenza de mi credulidad y miedo ante lo ilusorio de la realidad. Me detuve en seco con una exclamación de asombro como tratando de despertar y abrí los ojos desmesuradamente para comprobar sobresaltado que el Obelisco estaba ahí, delante nuestro y a muy pocos centímetros de nuestras manos.
No pude contener una expresión de desencanto. Sonia abrió los ojos y me miró contrariada:
- ¿Qué te pasó? -me dijo. - ¡Si ya estábamos por lograrlo!..
Me hizo un gesto de complicidad y agregó:
- Vení, te voy a mostrar algo.
Me condujo atraves de la plazoleta circular hasta una de las bocas de entrada al subterraneo y bajamos los escalones. Como era tan tarde las puertas estaban cerradas y chocamos contra las rejas que obstruían la entrada.
- No importa. -dijo Sonia. -Desde aquí igual se ve.
Y como si fuese un premio consuelo, através de las rejas me señaló más adelante, en el largo corredor de enfrente un anuncio de publicidad muy grande que ocupaba toda la pared. Era la foto de una inmensa naranja. En todo el cartel no había nada más que esa hermosa gran naranja. Era ese tipo de pre-publicidad sin alusion a marca alguna pero que estaba destinada a crear expectativa. Al pié del cartel decía en gruesas letras verdes: "YA LLEGA LA REVOLUCIÓN NARANJA".
Era realmente un lindo afiche y nos quedamos mirándolo durante un largo rato. Parecía una promesa de algo bueno que se aproximaba, que debía ser formidable y revolucionario a la vez que simple y redondo como una naranja.
sábado, 24 de septiembre de 2011
martes, 13 de septiembre de 2011
Capítulo "Primavera"
"GENERACION DESCARTABLE" - (Primera Parte)
Capítulo
"PRIMAVERA/67"
Capítulo
"PRIMAVERA/67"
“Allá a lo lejos puedes escuchar
a un amor de primavera
que anda dando vueltas…
Que anda dando vueltas.”
Ramses VII
a un amor de primavera
que anda dando vueltas…
Que anda dando vueltas.”
Ramses VII
A veces nos reuníamos en la rotonda del Obelisco donde enseguida aparecían algunas guitarras y nos quedábamos hasta tarde haciendo música. De ahí nos íbamos a plaza Francia o a Saint Tropéz, o si no copábamos algún bar donde pasar la noche naufragando. Había pasado la época de La Perla del Once donde Tango compuso “La Balsa. Yo casi no la conocí. Fuimos un par de veces pero ya no iba nadie. La gente se encontraba en otras partes. Como decía Miguel: “La cana esta vigilante”. De modo que donde fuésemos siempre había persecuta y lo mejor era encanutarse, pero se acercaba la primavera y la gente tenía ganas de salir a la calle y sentirse libre. Pipo había propuesto que hiciésemos algún circo y todo el mundo se anotó. Pipo siempre tuvo mucho poder de convocatoria entre los locos porque era un desmistificador y tenía gran capacidad para analizar crudamente la realidad.
A mi nunca me interesó la política. Cuando me preguntaban a qué partido político estaba afiliado o qué ideas políticas tenía, me hacía el tonto y tartamudeando contestaba:
-A mi… no me gusta… la policía.
Y cuando mi interlocutor me aclaraba que me había preguntado por la política le respondía:
-A mi me gusta la poesía.
Si escuchaba radio y hablaba algún político, cambiaba de emisora. Si estaba hablando el presidente por la cadena nacional, apagaba el aparato. Y si lo tenía que escuchar forzosamente me entretenía haciendo una descomposición del lenguaje tratando de entender la parte oculta del discurso, lo que el político no debía dejar traslucir. Pero no era del todo errado que la actividad policial era un reflejo de cierta política. Buenos Aires es una de la ciudades más policiales del mundo. Leí en un artículo que ni en la Alemania nazi hubo tanto despliegue policial y control social como en Buenos Aires Capital. Y el modelo mismo de organización de la policía es un calco del modelo alemán. Además, según
las estadísticas también es la ciudad mas psiquiatrizada del planeta. Tal vez esto sea un reflejo de la mentalidad represiva de los argentinos. Algunos gobiernos fueron muy rigurosos y otros más moderados pero para los jóvenes el termómetro que marcaba la temperatura política del país era la policía. ¿Se podía salir a la calle, andar libremente y encontrarse con amigos? ¿Se podía usar ropa informal, andar con pelo largo y hacer música en las plazas?¿Se podía estar en un bar hasta cualquier hora sin paranoias?¿Se podía atravesar avenida Corrientes desde Callao hasta Florida sin que te parasen a pedirte documentos? ¿Se podía andar por el guetto sin terminar la noche en el calabozo de una comisaría? Pero casi nunca se podía nada. Y en ese tiempo menos que nada. Y eso que no había “guerra al narcotráfico”. “No se conocía coca ni morfina.” Y es cierto, porque marihuana debía haber en el ambiente de los boliches del bajo y entre el lumpenaje y por ahí debía pasar el escaso tráfico que justamente en esa época comenzaba a desplazarse hacía otro nivel social. Entre los jóvenes nadie compraba ni vendía pero algunos acababan de probar y venían de pasar por la experiencia. De alguna forma muy encubierta aparecían de vez en cuando un par de joins entre los grupos de pintores o de poetas. Desplazamiento del espectro: lo que en la generación anterior era exclusivo del ambiente del ampa y la prostitución, o como máximo de uso limitado entre los músicos de jazz, ahora iba pasando imperceptiblemente al mundo de los actores de teatro, los músicos de rock, los plásticos, los escritores… Pero este fenómeno todavía no era del conocimiento de la policía y cuando nos detenían no buscaban drogas, pero nos perseguían simplemente porque teníamos una actitud vital desafiante y porque enarbolabamos las banderas de la libertad con nuestra música, color, alegría, paz y amor en un mundo de muertos.
Éramos fácilmente detectables, como si en una película en puros blancos y negros y grises y zepias fuesen apareciendo de pronto manchas luminosas y estallidos de color. (Hoy con la TV color la gente vive en un mundo tal vez excesivamente colorido aunque no sea cierto, y hasta los niños viven en un mundo de colores fluor, pero en aquel entonces el color era como privativo del Technicolor de las películas, pero en la mayoría de la gente había como una encubierta fobia cromática. El color no era serio, claro, estaba bien para las putas y si un color era muy fuerte resultaba ser un color chillón. Usar varios colores juntos combinados era andar de colorinches o ser un payaso. La gente por la calle tenía reacciones extremas, al ver un muchacho con una camisa de colores se reían o se sobresaltaban, se escandalizaban, se enfurecían o se asustaban. A muchos les brotaba el insulto espontaneo ya que el color era una irreverencia. Era un fenómeno extraño, sin duda había algo en la percepción que estaba cambiando y con ese factor iban a cambiar las costumbres, la moral y el sentir de una sociedad y también el psiquismo de una época. Se estaba por producir una ampliación y el mundo se resistía tratando de mantener el astutus quo. Había que sofocar esas ideas foraneas que llegaban desde California. Eso estaba bien allá en el norte, pero no en casa. “Aquí no” decían los viejos.
En su diario de l966, Pipo anotaba que ardía en deseos de salir a la calle y esa primavera del ´67, finalmente salimos a la calle, empezamos a tomar las calles. A pesar de la represión ahí estábamos en las plazas… y en las calles.
Leyendo las notas del diario de Pipo parecería que las cosas iban a darse a través de la política. A los 20 años Pipo se esforzaba por tener conciencia de la compleja realidad política de nuestra época. Hasta hace frecuentes alusiones a la lucha en Centroamérica. Pero ese día no fue la política la que salio a la calle, porque esa primera primavera salió a la calle la poesía.
Fue un día espléndido como verdaderamente lo son pocas primaveras. En algún momento nos habíamos encontrado y andábamos juntos tomados de la mano. Empezamos a reunirnos con los amigos durante el desfile de las carrozas en avenida Santa Fé. Era muy pintoresco pero no nos interesaba mayormente. Esa era la primavera comercial, la primavera de papel maché que hacían circular todos los años. Pero era el marco mas apropiado para nuestra pequeña revolución.
Empezamos a circular entre la gente y eso produjo una leve alteración en el foco de atención. No pertenecíamos a las comparsas de las carrozas ni estábamos disfrazados, pero sonriendo iluminados, con atuendos de vivos colores, collares y amuletos colgando del cuello y anillos en todos los dedos de las manos, con los rostros pintados con flores, soles y serpientes aladas, y esgrimiendo el signo de la paz, haciendo sonar panderetas y flautas cantábamos y bailábamos mezclándonos entre la gente, mientras por la avenida pasaban las reinas estáticas en sus artificiales carrozas. Pero la gente se agolpaba a nuestro alrededor para vernos pasar.
Así paseamos largo tiempo de un lado a otro del desfile. Parándonos ante un grupo mod que hacía rock sofisticado en la puerta de una casa de música.
Y después fuimos caminando hasta la Plaza de la República. Al llegar al Obelisco, Pipo organizó un juego. La plaza estaba rodeada de gente que nos había seguido hasta allí, así que convinimos un par de consignas simples y en perfecto orden formamos con nuestros cuerpos acostados en el suelo las palabras AMOR Y PAZ. Así permanecimos unos momentos. En ese tiempo la rotonda del Obelisco no estaba como ahora abierta al paso de los vehículos y era una plataforma perfectamente circular que rodeaba al monumento y dentro de ese círculo quedó inscrito nuestro mensaje. La gente alrededor
aclamó y aplaudió entusiasmada, entonces, nos levantamos, saludamos y nos fuimos.
Caminamos hasta plaza San Martín y nos sentamos en el pasto en un gran círculo en posición de loto cantando todos los temas de ese tiempo. Muchas eran canciones de protesta entre las que estaban “La Balsa”, “Soplando en el Viento”, “Ayer nomás”, junto a otros temas de Dylan, Seeguer, Beatles, Stones y Dónovan.
Caminamos en grupos por la plaza que se iba llenando de curiosos mientras posábamos para los fotógrafos de las revistas y respondíamos preguntas a los periodistas. Una periodista muy joven y hermosa gravó una entrevista haciéndonos preguntas. Era Chunchuna Villafañe y Pipo contestaba las preguntas entre divertido y molesto, pero se lo veía felíz. Habíamos salido a la calle.
Y al caer la noche seguíamos allí haciendo música, cantando y bailando hasta que vino la policía y nos llevó.
Éramos tantos que llenamos dos calabozos y como no nos revisaron, los que teníamos pastillitas las encanutamos entre las ropas y las tomamos adentro y seguimos haciendo música y cantando. Cada tanto nos paraban con gritos y amenazas, pero la música volvía a brotar. Hasta que finalmente se fueron quedando dormidos unos sobre otros sobre el piso de la celda.
En un rincón, Miguel y yo que nos habíamos tomado los canutos conversábamos en un susurro. Yo estaba muy copado dibujando en mi cuaderno. No quería saber ni donde estaba, pero Miguel me mostraba los cuerpos dormidos de nuestros amigos y me decía sombrío:
-Muertos… Están todos muertos.
-No, Miguel, -le decía yo tratando de tranquilizarlo. –estan dormidos. En cualquier momento nos vamos.
Pero él seguía afirmando que estaban muertos. Levantó la mano del que tenía más cerca y la dejó caer.
-¿Ves?... –me dijo. –Muerto…Todos muertos.
Parecía sentir un asco indescriptible. Y me pareció que tenía razón, pero le dije:
-Ahora que cambie la guardia nos largan.
A mi nunca me interesó la política. Cuando me preguntaban a qué partido político estaba afiliado o qué ideas políticas tenía, me hacía el tonto y tartamudeando contestaba:
-A mi… no me gusta… la policía.
Y cuando mi interlocutor me aclaraba que me había preguntado por la política le respondía:
-A mi me gusta la poesía.
Si escuchaba radio y hablaba algún político, cambiaba de emisora. Si estaba hablando el presidente por la cadena nacional, apagaba el aparato. Y si lo tenía que escuchar forzosamente me entretenía haciendo una descomposición del lenguaje tratando de entender la parte oculta del discurso, lo que el político no debía dejar traslucir. Pero no era del todo errado que la actividad policial era un reflejo de cierta política. Buenos Aires es una de la ciudades más policiales del mundo. Leí en un artículo que ni en la Alemania nazi hubo tanto despliegue policial y control social como en Buenos Aires Capital. Y el modelo mismo de organización de la policía es un calco del modelo alemán. Además, según
las estadísticas también es la ciudad mas psiquiatrizada del planeta. Tal vez esto sea un reflejo de la mentalidad represiva de los argentinos. Algunos gobiernos fueron muy rigurosos y otros más moderados pero para los jóvenes el termómetro que marcaba la temperatura política del país era la policía. ¿Se podía salir a la calle, andar libremente y encontrarse con amigos? ¿Se podía usar ropa informal, andar con pelo largo y hacer música en las plazas?¿Se podía estar en un bar hasta cualquier hora sin paranoias?¿Se podía atravesar avenida Corrientes desde Callao hasta Florida sin que te parasen a pedirte documentos? ¿Se podía andar por el guetto sin terminar la noche en el calabozo de una comisaría? Pero casi nunca se podía nada. Y en ese tiempo menos que nada. Y eso que no había “guerra al narcotráfico”. “No se conocía coca ni morfina.” Y es cierto, porque marihuana debía haber en el ambiente de los boliches del bajo y entre el lumpenaje y por ahí debía pasar el escaso tráfico que justamente en esa época comenzaba a desplazarse hacía otro nivel social. Entre los jóvenes nadie compraba ni vendía pero algunos acababan de probar y venían de pasar por la experiencia. De alguna forma muy encubierta aparecían de vez en cuando un par de joins entre los grupos de pintores o de poetas. Desplazamiento del espectro: lo que en la generación anterior era exclusivo del ambiente del ampa y la prostitución, o como máximo de uso limitado entre los músicos de jazz, ahora iba pasando imperceptiblemente al mundo de los actores de teatro, los músicos de rock, los plásticos, los escritores… Pero este fenómeno todavía no era del conocimiento de la policía y cuando nos detenían no buscaban drogas, pero nos perseguían simplemente porque teníamos una actitud vital desafiante y porque enarbolabamos las banderas de la libertad con nuestra música, color, alegría, paz y amor en un mundo de muertos.
Éramos fácilmente detectables, como si en una película en puros blancos y negros y grises y zepias fuesen apareciendo de pronto manchas luminosas y estallidos de color. (Hoy con la TV color la gente vive en un mundo tal vez excesivamente colorido aunque no sea cierto, y hasta los niños viven en un mundo de colores fluor, pero en aquel entonces el color era como privativo del Technicolor de las películas, pero en la mayoría de la gente había como una encubierta fobia cromática. El color no era serio, claro, estaba bien para las putas y si un color era muy fuerte resultaba ser un color chillón. Usar varios colores juntos combinados era andar de colorinches o ser un payaso. La gente por la calle tenía reacciones extremas, al ver un muchacho con una camisa de colores se reían o se sobresaltaban, se escandalizaban, se enfurecían o se asustaban. A muchos les brotaba el insulto espontaneo ya que el color era una irreverencia. Era un fenómeno extraño, sin duda había algo en la percepción que estaba cambiando y con ese factor iban a cambiar las costumbres, la moral y el sentir de una sociedad y también el psiquismo de una época. Se estaba por producir una ampliación y el mundo se resistía tratando de mantener el astutus quo. Había que sofocar esas ideas foraneas que llegaban desde California. Eso estaba bien allá en el norte, pero no en casa. “Aquí no” decían los viejos.
En su diario de l966, Pipo anotaba que ardía en deseos de salir a la calle y esa primavera del ´67, finalmente salimos a la calle, empezamos a tomar las calles. A pesar de la represión ahí estábamos en las plazas… y en las calles.
Leyendo las notas del diario de Pipo parecería que las cosas iban a darse a través de la política. A los 20 años Pipo se esforzaba por tener conciencia de la compleja realidad política de nuestra época. Hasta hace frecuentes alusiones a la lucha en Centroamérica. Pero ese día no fue la política la que salio a la calle, porque esa primera primavera salió a la calle la poesía.
Fue un día espléndido como verdaderamente lo son pocas primaveras. En algún momento nos habíamos encontrado y andábamos juntos tomados de la mano. Empezamos a reunirnos con los amigos durante el desfile de las carrozas en avenida Santa Fé. Era muy pintoresco pero no nos interesaba mayormente. Esa era la primavera comercial, la primavera de papel maché que hacían circular todos los años. Pero era el marco mas apropiado para nuestra pequeña revolución.
Empezamos a circular entre la gente y eso produjo una leve alteración en el foco de atención. No pertenecíamos a las comparsas de las carrozas ni estábamos disfrazados, pero sonriendo iluminados, con atuendos de vivos colores, collares y amuletos colgando del cuello y anillos en todos los dedos de las manos, con los rostros pintados con flores, soles y serpientes aladas, y esgrimiendo el signo de la paz, haciendo sonar panderetas y flautas cantábamos y bailábamos mezclándonos entre la gente, mientras por la avenida pasaban las reinas estáticas en sus artificiales carrozas. Pero la gente se agolpaba a nuestro alrededor para vernos pasar.
Así paseamos largo tiempo de un lado a otro del desfile. Parándonos ante un grupo mod que hacía rock sofisticado en la puerta de una casa de música.
Y después fuimos caminando hasta la Plaza de la República. Al llegar al Obelisco, Pipo organizó un juego. La plaza estaba rodeada de gente que nos había seguido hasta allí, así que convinimos un par de consignas simples y en perfecto orden formamos con nuestros cuerpos acostados en el suelo las palabras AMOR Y PAZ. Así permanecimos unos momentos. En ese tiempo la rotonda del Obelisco no estaba como ahora abierta al paso de los vehículos y era una plataforma perfectamente circular que rodeaba al monumento y dentro de ese círculo quedó inscrito nuestro mensaje. La gente alrededor
aclamó y aplaudió entusiasmada, entonces, nos levantamos, saludamos y nos fuimos.
Caminamos hasta plaza San Martín y nos sentamos en el pasto en un gran círculo en posición de loto cantando todos los temas de ese tiempo. Muchas eran canciones de protesta entre las que estaban “La Balsa”, “Soplando en el Viento”, “Ayer nomás”, junto a otros temas de Dylan, Seeguer, Beatles, Stones y Dónovan.
Caminamos en grupos por la plaza que se iba llenando de curiosos mientras posábamos para los fotógrafos de las revistas y respondíamos preguntas a los periodistas. Una periodista muy joven y hermosa gravó una entrevista haciéndonos preguntas. Era Chunchuna Villafañe y Pipo contestaba las preguntas entre divertido y molesto, pero se lo veía felíz. Habíamos salido a la calle.
Y al caer la noche seguíamos allí haciendo música, cantando y bailando hasta que vino la policía y nos llevó.
Éramos tantos que llenamos dos calabozos y como no nos revisaron, los que teníamos pastillitas las encanutamos entre las ropas y las tomamos adentro y seguimos haciendo música y cantando. Cada tanto nos paraban con gritos y amenazas, pero la música volvía a brotar. Hasta que finalmente se fueron quedando dormidos unos sobre otros sobre el piso de la celda.
En un rincón, Miguel y yo que nos habíamos tomado los canutos conversábamos en un susurro. Yo estaba muy copado dibujando en mi cuaderno. No quería saber ni donde estaba, pero Miguel me mostraba los cuerpos dormidos de nuestros amigos y me decía sombrío:
-Muertos… Están todos muertos.
-No, Miguel, -le decía yo tratando de tranquilizarlo. –estan dormidos. En cualquier momento nos vamos.
Pero él seguía afirmando que estaban muertos. Levantó la mano del que tenía más cerca y la dejó caer.
-¿Ves?... –me dijo. –Muerto…Todos muertos.
Parecía sentir un asco indescriptible. Y me pareció que tenía razón, pero le dije:
-Ahora que cambie la guardia nos largan.
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