“En cada uno de nosotros
hay una bestia agazapada.”
Miguel Grimberg
Fue por entonces, creo, que conocí al extraño y singular Gabriel. La primera vez que lo vi fue en el Obelisco, en la Plazoleta de la República. Una noche íbamos en un taxi
con Tango cruzando por Corrientes cuando lo vimos a Miguel entre la gente, con traje gris y descalzo.
Nos largamos del taxi y nos unimos a él, y a partir de ahí estuvimos en una fiesta en un departamento, y después mas tarde en otra fiesta en un atelier y después volvimos al Obelisco; y ahí noté que entre todos los chicos y las chicas del hippelinato estaba Gabriel, “ese chico nuevo”, como me lo señaló enigmáticamente el Peli. Y naturalmente,enseguida
nos entre-vimos, nos sonreímos y nos hablamos. Mi primera impresión fue la de ver un niño-anciano que se movía con admirable elasticidad, con un blujean y una camisa empapada de sudor, su hermosa boca resquebrajada por la sed... sus labios resecos y agrietados, me daban la pauta de que él también estaba sobre-estimulado.
con Tango cruzando por Corrientes cuando lo vimos a Miguel entre la gente, con traje gris y descalzo.
Nos largamos del taxi y nos unimos a él, y a partir de ahí estuvimos en una fiesta en un departamento, y después mas tarde en otra fiesta en un atelier y después volvimos al Obelisco; y ahí noté que entre todos los chicos y las chicas del hippelinato estaba Gabriel, “ese chico nuevo”, como me lo señaló enigmáticamente el Peli. Y naturalmente,enseguida
nos entre-vimos, nos sonreímos y nos hablamos. Mi primera impresión fue la de ver un niño-anciano que se movía con admirable elasticidad, con un blujean y una camisa empapada de sudor, su hermosa boca resquebrajada por la sed... sus labios resecos y agrietados, me daban la pauta de que él también estaba sobre-estimulado.
Su magnífica nariz aguileña, sus ojos como un cielo con diamantes: Gabrielito, tocando una simple flauta de caña (que una vez lo salvó del suicidio); todo un ángel al estilo beat, señalaba el camino a seguir. Avanzamos por Diagonal y terminamos todos metiéndonos en el departamento de alguien, todos muy locos en una penumbra
azul, con la puerta del baño abierta y el agua cayendo de la ducha abierta, lámparas atenuadas con pañuelos de colores y habitaciones llenas de música y humo. Enseguida compartimos unas pastillas y nos quedamos re-enganchados. Ese chico si que sabía sonreír… era lo mejor de su estilo. Anduvimos divagando de lugar en lugar durante varios días. Y al final nos compramos una caja de methedras en una Farma y como buenos náufragos buscamos un lugar donde
refugiarnos. Y así nos fuimos hacia el sur, para Lanús, para mi casa. Él me seguía entre divertido y curioso, pero no podíamos haber elegido peor lugar donde llegar, porque mi casa era una tragedia tipo gresca de tanos y gallegos.
Había un clima de lo peor con mis viejos. Se sentía una terrible vibración de violencia. Para ellos yo estaba loco y drogado y venía a casa con otro loco drogado. ¡Los estaba matando de un disgusto! Gritaban y golpeaban las puertas.
Gabrielito y yo nos habíamos atrincherado en mi habitación y solo pretendíamos picarnos unas ampollitas, pero yo ya estaba por desistir porque el clima era enervante. Mis viejos entraban y salían de la habitación a los gritos dando portazos y en cualquier momento podían sorprender mis operaciones con la jeringa… entonces vendría todo el vecindario, y llamarían a la policía. Así que desistí de inyectarme… por el momento. Pero en cambio Gabrielito parecía obsesionado en picarse ahí mismo, en medio de todo el batifondo. Me miraba sin saber qué hacer, nos estábamos metiendo en un lío infernal. Yo sentía que si nos picábamos ese lugar iba a saltar en pedazos como una explosión nuclear.
Entonces Gabriel que parecía hacer solo cosas insólitas hizo algo impensable, hizo magia: encontró un hilo blanco de algodón, esos hilos de barrilete, de mas o menos un metro de largo (¿de dónde lo había sacado?) y con su encendedor lo
prendió por la punta y apagó la llama quedando solo el rescoldo de un puntito rojo en el hilo. Por la otra punta del hilo lo sostenía suspendido y el hilo colgando se iba quemando lentamente para arriba como una mecha. Entonces él jugó con el hilo moviéndolo por toda la habitación como un péndulo, balanceándolo como si bailara con el hilo encendido de acá para allá. La furia bélica de mis viejos se detuvo. Era muy fácil y Gabriel estaba mostrándome cómo había que hacerlo, porque enseguida me pasó el hilo y yo empecé a moverlo por la pieza igual que
él. Todo se calmó repentinamente. El universo entero estaba pendiente de lo que sucedería. Y mientras yo me entregaba a tan extraño ritual, Gabriel, en un rincón de la habitación, cubierto por la puerta abierta del placard a modo de biombo, limaba las ampollitas de methedrina y se las picaba
azul, con la puerta del baño abierta y el agua cayendo de la ducha abierta, lámparas atenuadas con pañuelos de colores y habitaciones llenas de música y humo. Enseguida compartimos unas pastillas y nos quedamos re-enganchados. Ese chico si que sabía sonreír… era lo mejor de su estilo. Anduvimos divagando de lugar en lugar durante varios días. Y al final nos compramos una caja de methedras en una Farma y como buenos náufragos buscamos un lugar donde
refugiarnos. Y así nos fuimos hacia el sur, para Lanús, para mi casa. Él me seguía entre divertido y curioso, pero no podíamos haber elegido peor lugar donde llegar, porque mi casa era una tragedia tipo gresca de tanos y gallegos.
Había un clima de lo peor con mis viejos. Se sentía una terrible vibración de violencia. Para ellos yo estaba loco y drogado y venía a casa con otro loco drogado. ¡Los estaba matando de un disgusto! Gritaban y golpeaban las puertas.
Gabrielito y yo nos habíamos atrincherado en mi habitación y solo pretendíamos picarnos unas ampollitas, pero yo ya estaba por desistir porque el clima era enervante. Mis viejos entraban y salían de la habitación a los gritos dando portazos y en cualquier momento podían sorprender mis operaciones con la jeringa… entonces vendría todo el vecindario, y llamarían a la policía. Así que desistí de inyectarme… por el momento. Pero en cambio Gabrielito parecía obsesionado en picarse ahí mismo, en medio de todo el batifondo. Me miraba sin saber qué hacer, nos estábamos metiendo en un lío infernal. Yo sentía que si nos picábamos ese lugar iba a saltar en pedazos como una explosión nuclear.
Entonces Gabriel que parecía hacer solo cosas insólitas hizo algo impensable, hizo magia: encontró un hilo blanco de algodón, esos hilos de barrilete, de mas o menos un metro de largo (¿de dónde lo había sacado?) y con su encendedor lo
prendió por la punta y apagó la llama quedando solo el rescoldo de un puntito rojo en el hilo. Por la otra punta del hilo lo sostenía suspendido y el hilo colgando se iba quemando lentamente para arriba como una mecha. Entonces él jugó con el hilo moviéndolo por toda la habitación como un péndulo, balanceándolo como si bailara con el hilo encendido de acá para allá. La furia bélica de mis viejos se detuvo. Era muy fácil y Gabriel estaba mostrándome cómo había que hacerlo, porque enseguida me pasó el hilo y yo empecé a moverlo por la pieza igual que
él. Todo se calmó repentinamente. El universo entero estaba pendiente de lo que sucedería. Y mientras yo me entregaba a tan extraño ritual, Gabriel, en un rincón de la habitación, cubierto por la puerta abierta del placard a modo de biombo, limaba las ampollitas de methedrina y se las picaba
Y nadie entró en la habitación en todo ese tiempo mientras el hilo estuvo encendido. Pero cuando el hilo se consumió, entonces volvieron a irrumpir mis enfurecidos ancestros, para decirnos que esto ya era “¡lo último!” y estaban tan furiosos que parecían dispuestos a matarnos o a morir, por lo que nos fuimos inmediatamente de ahí. Pero… ¿adonde podíamos ir?... no había lugar a donde ir… aunque a veces yo solía ir aún mas al sur, hasta lo de un amigo que vivían en Adrogué. Así que nos fuimos para allá. Aparecimos por ahí al final de la tarde. Había una fuerte conexión entre Gabriel y yo, pero mi amigo que no se picaba ni tomaba anfetas se sentía un poco excluído de nuestro juego. Igual no había problema, podíamos quedarnos en su estudio al fondo del
jardín. Él mismo estuvo un rato con nosotros pero cuando vio que la conversación era muy delirante nos dejó solos. Reunimos un poco de plata y salimos a comprar una caja de methedras. En la primera farmacia nos dieron lo que buscábamos. ¡ así tan fácil! Y volvimos al estudio y nos picamos. Inmediatamente el lugar nos pareció lúgubre, oscuro y húmedo. Una arañita descendía por su hilo desde el techo. Salimos al parque. Era una noche hermosa. Alguien había estado cortando cañas de bambú del cerco del
fondo y habían quedado trozos sobre la hierba. Nos descalzamos y caminamos con preciosos pies desnudos por el pasto. Encendimos una vela… ni el más mínimo
viento en la noche de verano. Yo bailaba haciendo entrechocar trozos de caña de bambú que producían un inquietante sonido. Así anduvimos entre los árboles. Pero
en realidad yo estaba un tanto molesto. Sentía que a Gabriel no le gustaba ningún lugar que yo pudiera conseguir. Me parecía que en el juego él solo quería que yo “mostrase” los lugares a los que solía acudir para entonces poder anularlos. Después de lo que había pasado en mi casa yo no podía volver ya que en realidad ese lugar no era mas mi casa… ¿tampoco quería ahora disfrutar de mi jardín endrogado en Adrogué?… ¿de mi hotel Las Delicias en oferta?... Tendría que renunciar también a eso... Llevando las ampollas y la jeringa y la vela nos subimos a un árbol, si… ¿por qué no?...
y allí en la fronda nos fuimos acomodando y nos picamos otras methedras. Y fue allí, en la copa de aquel árbol donde se desencadenó el drama… porque después de picarnos a la luz de la vela, pintó de locura paranoica, lo de siempre, me
fondo y habían quedado trozos sobre la hierba. Nos descalzamos y caminamos con preciosos pies desnudos por el pasto. Encendimos una vela… ni el más mínimo
viento en la noche de verano. Yo bailaba haciendo entrechocar trozos de caña de bambú que producían un inquietante sonido. Así anduvimos entre los árboles. Pero
en realidad yo estaba un tanto molesto. Sentía que a Gabriel no le gustaba ningún lugar que yo pudiera conseguir. Me parecía que en el juego él solo quería que yo “mostrase” los lugares a los que solía acudir para entonces poder anularlos. Después de lo que había pasado en mi casa yo no podía volver ya que en realidad ese lugar no era mas mi casa… ¿tampoco quería ahora disfrutar de mi jardín endrogado en Adrogué?… ¿de mi hotel Las Delicias en oferta?... Tendría que renunciar también a eso... Llevando las ampollas y la jeringa y la vela nos subimos a un árbol, si… ¿por qué no?...
y allí en la fronda nos fuimos acomodando y nos picamos otras methedras. Y fue allí, en la copa de aquel árbol donde se desencadenó el drama… porque después de picarnos a la luz de la vela, pintó de locura paranoica, lo de siempre, me
parecía ver con claridad que Gabriel tenía una actitud altamente agresiva y provocativa. Yo lo miraba fijamente: ¿cómo no me había dado cuenta antes?.. era tan bello… ¿cómo podía ser tan cruel?.. todo el tiempo se burlaba de mí en forma solapada. Yo veía sus pequeñas maniobras y me enfurecía. Él decía cosas extrañas, que yo no entendía pero que me perturbaban. De pronto sentí ganas de matarlo y se lo dije. Le dije que si seguía murmurando y agrediéndome y
burlándose de mí, iba a tener que matarlo. Entonces él, mientras se daba otro pico aproximandosé mas a la luz de la vela, buscando con la aguja su vena escurridiza, entre la fronda del árbol, hasta entrar en vena y mientras se soltaba la ligadura y empujaba el émbolo viendo fluir su sangre en el tubo de la jeringa y dándose tiempo para dirigirme una mirada luminosa como el mismo fuego que reflejaba, para decirme entre muy serio y divertido:
burlándose de mí, iba a tener que matarlo. Entonces él, mientras se daba otro pico aproximandosé mas a la luz de la vela, buscando con la aguja su vena escurridiza, entre la fronda del árbol, hasta entrar en vena y mientras se soltaba la ligadura y empujaba el émbolo viendo fluir su sangre en el tubo de la jeringa y dándose tiempo para dirigirme una mirada luminosa como el mismo fuego que reflejaba, para decirme entre muy serio y divertido:
- Callate, ¿qué me vas a matar?... si vos sos un boludo que nunca va a matar a nadie…
Sentí que era cierto y que acababa de aniquilarme. Tenía que resignarme. Acababan de decírmelo, nunca sería capaz de matar a nadie… Lo miré con odio y volví a ver que Gabriel era un niño anciano.
Bajamos del árbol, y volvimos al ritual de desplazamiento por el jardín haciendo sonar las cañas huecas mientra amanecía. Y mientras se insinuaba la primera claridad nos refugiamos en el living de la casa, pusimos un disco de Creadence en el equipo y nos tendimos
sobre la alfombra en la débil penumbra. Yo estaba en plan de seducirlo. Me desnudé y bailé a su alrededor. Él me observaba distraído y yo esperaba que se pusiese a bailar, pero él estaba como perdido en extraños pensamientos. Parecía observar todo esperando el momento en que la gente de la casa se despertase y aparecieran todos en el living. Pero nadie interrumpió mi baile, aunque tampoco logré que él quisiera bailar…
sobre la alfombra en la débil penumbra. Yo estaba en plan de seducirlo. Me desnudé y bailé a su alrededor. Él me observaba distraído y yo esperaba que se pusiese a bailar, pero él estaba como perdido en extraños pensamientos. Parecía observar todo esperando el momento en que la gente de la casa se despertase y aparecieran todos en el living. Pero nadie interrumpió mi baile, aunque tampoco logré que él quisiera bailar…
Y al rato nos fuimos caminando como autómatas
hasta la estación. Sin decirlo empezábamos a perseguirnos, teníamos la sensación de que ese lugar era muy
peligroso, como las fronteras de un terror ignorado.
hasta la estación. Sin decirlo empezábamos a perseguirnos, teníamos la sensación de que ese lugar era muy
peligroso, como las fronteras de un terror ignorado.
Le pregunte por qué parecía preocupado y pasándose la lengua por los labios dijo:
- Este lugar… aquí cerca está la clínica San Gabriel donde
encierran a los adictos.
encierran a los adictos.
Estábamos saliendo muy lentamente de un territorio minado. Las extrañas señales del ferrocarril dieron vía libre y el tren entró en la estación de Adrogué. Nos ubicamos en un coche
vacío y nos sentamos enfrentados junto a las ventanillas abiertas. Nos mirábamos sin hablar y a veces sonreíamos mientras el tren cruzaba los amanecidos descampados de
vacío y nos sentamos enfrentados junto a las ventanillas abiertas. Nos mirábamos sin hablar y a veces sonreíamos mientras el tren cruzaba los amanecidos descampados de
Temperley. Entonces Gabriel que movía los labios todo el tiempo y cuyo murmullo resultaba inaudible con el ruido del tren, de pronto se acercó para decirme:
- Omar, yo quiero que me des algo, pero que sea algo tuyo. Algo realmente tuyo.
¿Qué tenía yo para dar que fuese realmente mío? Busqué mentalmente entre mis cosas… ¿qué podía darle?...
me saqué la hermosa faja peruana color naranja que usaba como cinturón y se la dí. Pareció asombrado, como si yo no hubiese entendido su pedido. Tomó la faja y la hizo pendular como antes había hecho con el hilo encendido. El viento del tren que entraba por la ventana agitó la faja y Gabriel se asomó por la ventana para hacerla flamear. Yo también me asomé por mi ventanilla y pude ver que después de jugar un rato con la faja abría los dedos y la soltaba y yo la veía desaparecer entre los cañaverales junto a las vías del tren.
me saqué la hermosa faja peruana color naranja que usaba como cinturón y se la dí. Pareció asombrado, como si yo no hubiese entendido su pedido. Tomó la faja y la hizo pendular como antes había hecho con el hilo encendido. El viento del tren que entraba por la ventana agitó la faja y Gabriel se asomó por la ventana para hacerla flamear. Yo también me asomé por mi ventanilla y pude ver que después de jugar un rato con la faja abría los dedos y la soltaba y yo la veía desaparecer entre los cañaverales junto a las vías del tren.
Llegamos a Constitución sin hablar una palabra y nos metimos otra vez en la city. ¿Adonde iríamos ahora?
Anduvimos divagando por ahí buscando amigos en las plazas y en los bares, hasta que al final al llegar la noche nos sentamos exhaustos en el umbral de una casa. Y en medio del silencio, Gabriel sacó de su bolsillo una llave, y la miró
en la palma abierta de su mano. Era una simple llave de puerta, esas llaves viejas de antes… me la mostró, yo la miré detenidamente y le pregunté:
Anduvimos divagando por ahí buscando amigos en las plazas y en los bares, hasta que al final al llegar la noche nos sentamos exhaustos en el umbral de una casa. Y en medio del silencio, Gabriel sacó de su bolsillo una llave, y la miró
en la palma abierta de su mano. Era una simple llave de puerta, esas llaves viejas de antes… me la mostró, yo la miré detenidamente y le pregunté:
- ¿Qué es, la llave del sol?
Pero él sonrió y respondió categórico:
- El sol no tiene llaves. –y agregó –Esta es la llave de la puerta de mi habitación, pero voy a decirte un secreto… no abre nada.
… y me dio la llave, y enseguida mientras se ponía de pié dijo algo aún más extraño:
- …yo seré Johanesburg, no te olvides…
Y se alejó por la calle vacía, y yo me quedé sentado ahí, mirando la llave mientras él desaparecía.
Omar querido querido……
20 de agosto de 1970. Día del final de tu tratamiento y día en que recibí tu carta. Sabés qué y cuantas cosas
quisiera decirte?.... y decido entonces escribir esta carta, claramente, sin circos, que puedan producir confusiones, creo que es necesario así ahora y es solamente para vos-omar-mi-amigo, entendés?
Mi única ayuda que puedo darte es solamente contarte mis planes, algunas cosas más, y decirte que sos una de las pocas personas que realmente amo, y no es mentira ni nada parecido,
es eso……..
es eso……..
(Omar, cómo me gustaría que estés o yo estar conmigoconvos.)
Bueno voy directamente a lo que pienso hacer, vos me contestás rápido después, contándome qué te parece, y qué pensas, si querés.
1) Con respecto a mis planes: uno de ellos es volver a la Argentina pronto, quizás dentro de 2 ó 3 meses y de ahí volver a salir, extraño. Extraño a mi hermana, hermano, vos y algunas pocas cosas más.
Estoy muy linda a veces y a veces estoy
muy triste.
muy triste.
2) Un poco de Inglaterra: yo aquí estoy rebien, por inglesa, reina protegiéndome, médico gratis, laburo y posibilidad de hacer lo que se me canta.
Omar
es tan difícil escribirte esta carta……………………
es tan difícil escribirte esta carta……………………
Lo concreto: si te pagan el pasaje y querés venir yo te espero, si no, y querés, esperame y después vemos. Mientras tanto, tratá de laburar y juntar algo de guita, pensá en vos Omar, dejá los circos de lado ahora, o no, qué se yo, es solamente algo que pienso para tratar de ayudarte desde mi propio mundo de despelotes, que son bastantes y no tengo con quien conversarlos para tratar de
resolverlos, y siento que estas muy cerca mío en eso, pero, no quiero que pases cosas mas jodidas, y por eso te digo que me esperes, por supuesto si ves que tenés necesidad de salir hacelo, pero no dejes de tenerme cerca escribiéndome
donde estás siempre…
resolverlos, y siento que estas muy cerca mío en eso, pero, no quiero que pases cosas mas jodidas, y por eso te digo que me esperes, por supuesto si ves que tenés necesidad de salir hacelo, pero no dejes de tenerme cerca escribiéndome
donde estás siempre…
Yo a veces tengo 5 años como antes, y a veces crezco mucho y me voy muy lejos,
No puedo ayudarte en guita, porque no tengo, pero si finalmente decidis venir y tu papá te paga el pasaje, decile que yo tengo casa, médico, comida, etc, y que no
tendrías problemas por eso, y te espero y vení y después vemos o queseyo. En ese caso escribí urgente cuándo más o menos vendrías.
tendrías problemas por eso, y te espero y vení y después vemos o queseyo. En ese caso escribí urgente cuándo más o menos vendrías.
No puedo seguir escribiéndote porque me repito, juro que estoy muy al lado tuyo y por eso me cuesta tanto pensar claramente…. Además me sorprendiste totalmente,
yo estaba esperando otro cirquito… y te encontré a vos de vuelta.
yo estaba esperando otro cirquito… y te encontré a vos de vuelta.
Ahora, desde el día de mi cumpleaños, sábado pasado 15 de agosto, día en que aparecieron en mi casa para visitar a Jim Ryan, Pepe Romeu y Mercedes Davalos y nos encontramos, con la consiguiente sorpresa de los tres, y bien, estoy viviendo con ellos, y ellos vuelven a Buenos Aires a principios de octubre, y yo, ya te dije……
TE BESO la nueva dirección es:
Bolingbroke Road - London - England
Bolingbroke Road - London - England
Escribime pronto pronto apenas recibas esta carta, y contame bien qué te pasa, o tratá de hacerlo. Siempre soy tu amiga. (Por ahí estás en otra…y todo esto ya no vale…pero si es así contestame igual contándome , porque yo se que soy tu amiga.
Qué pensas ahora???????????????????????????
TE AMO chau, te beso 1 millón 1 de veces, tulapolaca, desde un Londres con niebla y llovizna,
chau.
Cualquier lugar es lo mismo, solamente en algunos los demás (taché las malas palabras, estoy muy boca sucia…) molestan menos.
ESTO ES MUY IMPORTANTE SABERLO.
NECESIDAD DE VIVIR ESTA MIERDA DE VIDA, EN COMPAÑÍA DE ALGUIEN QUE TAMBIÉN SEPA ESO…..Y VIVIRLA ENTONCES.
CHAU CHAU CHAU
(cuando estés triste pensá que estoy cerca… si querés…
Contame tu soledad y qué pensás sobre eso. ¿Bueno?
P.D. El año que viene vamos a ir a Polonia para trabajar con Grotowski.
Krysia
Después de aquella noche fatal con Lolita una vez más busqué refugio en mi casa. Nos encontramos un día por ahí y volvimos a andar juntos hasta que un sábado a la noche se nos dio por ir a un baile que nos habían dicho que se ponía bueno, pero ese baile era un bajón de esos tipo club de barrio y de pronto ahí mismo nos dimos cuenta no sé por qué, que no tenía sentido seguir andando juntos y que nos íbamos, de ahí nomás, cada uno por su lado. Pero antes, en un delirio de aquellos decidimos que igual éramos hermanos forever e intercambiamos nuestras ropas. Ella llevaba una polera larga y rayada en verde y azul y yo una camisa de colores, así que me puse su polera y ella se puso mi camisa que le quedaba como una túnica. Yo me sentía un poco ajustado de hombros y me quedaba larga como una minifalda, y así nos fuimos del baile cada cual con su vida y con las ropas del otro.
Caminé por unas calles oscuras y al rato llegué a Plaza San Martín, un poco después de las doce, una hora brava para andar por la calle; y en eso que voy cruzando la maldita plaza no va que me paran los ley de la quince y después de unas miradas burlonas y unas preguntas prepotentes me llevan a la comisaría y me hacen un “segundo H”… ahí me dijeron de todo de puto para arriba y fue infernal, como siempre y un poco mas… días y días en esa inmundicia.
Pero después me refugié en mi casa y trataba de no salir, de no andar para nada por el centro. Me quedaba en mi pieza durmiendo todo el bullicio imposible del día y despertaba recién a medianoche. Trataba todo el tiempo de sintonizar buena música. Todavía no había FM y las AM eran puro palabrerío de noticias y tandas publicitarias. Había que andar corriendo todo el tiempo a lo largo del dial para buscar un poco de buena música. Durante años sintonicé todo el día los impecables conciertos de Radio Nacional, pero ahora yo quería solo rockanroll y en Modart en la Noche sabían pasar buena música, hasta que después apareció el fabuloso Tren Fantasma del que fui pasajero durante casi una década en sus largos programas nocturnos a partir de la medianoche. En ese tiempo era un hit en la radio el tema “Spitit in the sky”, Espíritu en el Cielo, yo a veces lo escuchaba y me asomaba por la ventana enrejada de mi habitación y miraba hacia los lados de la calle Monroe oscura y desierta. Pensaba en Lolita y me parecía que una parte de ella se había quedado conmigo. Me pasaba con toda la gente que quería, pero ahora me parecía ver en mi propia sombra una especie de Lolita. Un perfil mío, una faceta mía era ya Lolita para siempre, aprisionada detrás de esa ventana enrejada sin poder salir, aunque aquella música me decía en cambio que el espíritu estaba en el cielo…
Hasta que una de esas tantas noche solitarias cuando me asomé a la ventana vi que alguien cruzaba la calle hacia mi ventana. Mientras se acercaba vi que era el Tano de la avenida, Tanucho como le decían, ese muchacho italiano de ojos celestes glaucos, tan hermosos, aunque era casi ciego. (Decía que veía solo manchas de luces y sombras). Yo lo conocía porque él era amigo de un amigo mío del colegio nacional. Todos lo cargaban porque decían que era puro corazón, pero bruto como un ladrillo, el pobre… y era muy lindo pibe… Me gustaba porque era muy pintón en ese estilo meridional de los italianos, rubio y atlético, y esa noche vi que era él quien cruzaba la calle un poco a los tropezones y cuando llegó a la ventana me dijo bajito:
-¿Sos vos?... ¿qué hacés?... oí la música y pensé: debe ser el Omar….
Y desde entonces, alrededor de esa hora yo le abría por la puerta del fondo y el Tano entraba en la cámara oculta de mi habitación. Y ahí nos quedábamos charlando hasta muy tarde cerca del amanecer. Era frecuente que con mis amigos nos quedáramos charlando hasta tarde, y esas eran conversaciones profundosas de filosofía y de libros, pero con el Tano lo que había era simple charla, de su trabajo en el mercado, y de los viajes con el camión, porque era fama que el Tano que no veía casi nada, manejaba perfectamente el inmenso camión de su viejo cargado de frutas y verduras.
-¿Y como hacés Tano? –le preguntaba yo.
-Y qué se yo… -decía él –…yo manejo al tanteo… -pero después confesaba –No… yo veo por los bulto, mas o menos…
Y con ese criterio, el Tano iba por el mundo con su camión todo chocado.
Era muy mujeriego y yo sabía que el andaba con las putas de los bares de la estación Fiorito. Y era bello como un emperador romano. Él sabía que yo tomaba pastillas y una noche me piqué delante suyo una dosis de methedra. El Tano se interesó, enseguida quiso saber qué era y ahí nomás se arremangó la camisa y puso el brazo. Yo le expliqué como venía la mano y como él se mantuvo en la misma, agarré el grifo y lo piqué, en ese poderoso brazo de albañil, con todo ese itálico vello dorado… y mientras pasaba el líquido por la jeringa hacia sus gruesas venas, por la radio empezaron a pasar ese otro tema que también estaba de moda en aquel tiempo “Je táime, mais non plus”, un tema musical que por primera vez incluía suspiros y eróticos jadeos junto a la música, y el Tano sentado en el borde de la cama tuvo un flash y se puso hermosísimo, y la música era tan excitante que enseguida nos encontramos tomándonos de las manos y acariciándonos
Al amanecer ya nos habíamos amado.
Y volvió otras veces, aunque siempre me decía:
Y volvió otras veces, aunque siempre me decía:
- No sé si voy a volver porque tengo miedo…
Y cuando le pregunté ¿miedo de qué?…el dijo:
- porque es igual que el amor…
Y en efecto, después dejó de venir y si nos encontrábamos por ahí nos saludábamos distantes.
Yo volví a hacer mis incursiones por la city de vez en cuando, y era una movida siempre muy complicada donde había que ser muy arriesgado para meterse en el centro y andar a los saltos por el gueto solo para tratar de encontrarse con alguien, como en un inmenso pim-ball sorteando las patrullas policiales y tratando de no caer en las redes de la ley, recorriendo todos los bares del centro como en una peregrinación a los santuarios, solo para encontrar algunos amigos y ver de ir a encanutarse en algún lugar…
Por entonces los encuentros comenzaron a ser infrecuentes y nunca había lugar a donde ir…
Una tarde me encontré con Gabriel en el departamento de Farolito y se nos ocurrió ir a las tiendas de Once a ver si conseguíamos mostacillas para hacer collares.
Yo me puse un saco de General con condecoraciones y todo que había aparecido en la casa y que era de una obra de teatro y salimos como a cualquier cosa… es cierto que los Beatles ya usaban uniformes militares antiguos, pero eso era en el swinging London… en cambio aquí en Baires si me agarraban usando ese saco me iban a aplicar el código de “usurpación de honores”, pero milagrosamente recorrimos todas las tiendas de turcos, yo dejándome guiar por ese chico-viejo afiebrado de labios sedientos que era Gabriel; y en algún momento me dijo así porque si:
Yo me puse un saco de General con condecoraciones y todo que había aparecido en la casa y que era de una obra de teatro y salimos como a cualquier cosa… es cierto que los Beatles ya usaban uniformes militares antiguos, pero eso era en el swinging London… en cambio aquí en Baires si me agarraban usando ese saco me iban a aplicar el código de “usurpación de honores”, pero milagrosamente recorrimos todas las tiendas de turcos, yo dejándome guiar por ese chico-viejo afiebrado de labios sedientos que era Gabriel; y en algún momento me dijo así porque si:
- Yo nunca voy a ser viejo. Nosotros nunca vamos a envejecer.
…y por la convicción con que lo dijo comprendí que era cierto, a veces todavía lo creo. Y en el atardecer, entre la muchedumbre de las calles comerciales, hasta un policía de tránsito nos vio pasar asombrado, pero nadie se atrevió a pararnos.
- Vos sos milagrero, Gabriel –le decía yo, -a tu paso se deslumbran las multitudes y yo me vuelvo invisible, y además conseguís las mejores mostacillas mas baratas del Once.
- Puedo hacer prodigios –dijo Gabriél – pero no son milagros. Hace unos días, con el Zombi tomamos un trip y yo paré el transito de la 9 de julio al pasar… si, paré el tiempo por un rato con mi bastón.
Hizo un gesto con la mano como si portara un bastón invisible, y recién cuando dijo “bastón” vi lo parecido que era a Antonin Artaud con su famoso bastón de San Patricio…
Yo ni se cómo aparecí una noche en los sótanos del Di Tella en el final de un recital donde Miguel estaba tocando con unos músicos:
Ven Dionisios ven
acaricia mi ser
sin ser visto
sin ser visto
realiza el cumplimiento
del principio
del principio
acaricia tu ser
yo lo he visto
yo lo he visto
realiza el cumplimiento
de principio
de principio
Y aquí estoy yo cubierto de pelos
entregando mis brazos
a las fiestas del cielo
Yo había llegado justo en el final del recital, pero alguien me contó que fue genial, habían repartido caramelos de lisérgico entre el público y la gente se había vuelto loca y todos pasaban a los vestuarios y se cambiaban de ropa, para participar en el happening y después salieron a plena calle Florida siendo ya otros, completamente “otros” para siempre. Pero todo había sido sumamente esotérico, ceremonia iniciática secreta imposible de comunicar…
Y del Di Tella, con Miguel y otros amigos nos fuimos y anduvimos por ahí de casa en casa mientras yo sentía que tenía que dejarme conducir sin preguntar donde íbamos y seguramente así llegaríamos a algún lugar. El mejor secreto –decía Miguel –es el que se oculta a si mismo… Pero eso era una maniobra muy complicada, no se por qué, porque anduvimos dando vueltas toda la noche de aquí para allá hasta que como tratando de despistar a alguien tomamos un tren hasta Ciudadela. De ahí anduvimos un poco mas y llegamos a la quinta de Eber Lobato que había sido “tomada” por una horda de hippies y músicos de rock, y en el parque estaba todo el mundo tirado en el pasto junto a la piscina mientras el trío Manal hacía “Hoy Nací”.
Hoy adivino que me pasa
por qué mi nombre no soy yo
por qué no tengo una casa
porqué estoy solo y no soy
Amanecía y se levantaba una bruma fresca y luminosa, y con Miguel nos fuimos a la sala del caserón, y allá arriba se abrió una puerta y apareció Tango que había estado durmiendo o fifando, era evidente, y bajó las escaleras con esos hermosos pelos revueltos imposibles y una camiseta negra con una estrella de cinco puntas violeta en el pecho. Bajó esas escaleras de película argentina y cuando llegó hasta nosotros en la sala, agarró una viola y se puso a zapar.
Solo puedo vagar
y vagar
divagar
porque lo demás
está prohibido…
Al mediodía encontré a Cocho y Graciela durmiendo en el garaje en medio de otra gente, tirados sobre esteras en el suelo y Graciela con su
acostumbrada ironía me dijo:
acostumbrada ironía me dijo:
- Ves, Omar, este es el camino de las drogas… - y agregó mostrando los restos de comida desparramados por los rincones: - Tan solo desorden y suciedad…
Hasta que en un recital de Vox Dei en el Gran Rex vi que pasaba una hermosa nube de cartón, una colorida nube de escenografía por delante mismo de los músicos mientras el grupo hacía el tema: “Es una nube, no hay duda”.
Enseguida después del recital encontré a Gabrielito que me decía:
- ¿Me viste cuando pasé con la nube?...era yo… ¿te diste cuenta?
Y nos fuimos a picarnos una pervetas en el baño de un bar.
Después nos sentamos a una mesa. Él llevaba una misteriosa cajita de cartón, y cuando la abrió y me mostró, vi que eran palabras… si, palabras recortadas de diarios y revistas…de títulares y copetes…
Las desparramó sobre la mesa y ahí estuvimos horas enteras jugando a armar frases y poemas con esas palabras, y enseguida supe cual era su palabra preferida: “elegido”.
Aquellos eran encuentros fugases aunque intensos,
pero yo siempre volvía a estar otra vez encerrado detrás de las rejas de la ventana de mi habitación pensando que ella estaba en Londres esperándome y que en algún lugar debía haber “una luz, una hendidura” por donde poder escapar.
pero yo siempre volvía a estar otra vez encerrado detrás de las rejas de la ventana de mi habitación pensando que ella estaba en Londres esperándome y que en algún lugar debía haber “una luz, una hendidura” por donde poder escapar.
(continuará)
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