No me pregunten por qué amo a Junquito Plumerón porque soy capáz de decirles que tiene ojos violetas y mira el cielo con el pelo lacio.
Al atardecer aparece a caballo y yo le toco los pies, cambiamos de camisa, le doy unos mates, sabemos todo y se va.
A lo mejor vuelva cuando yo ya duerma, o me la encuentro en las sierras, o está todo el tiempo y yo le regalo hojas coloradas y nos damos besos sopapa.
Hacemos el amor sin historia, conociéndonos en cada segundo y cada gesto que es completamente nuevo y damos luz como el sol, somos fuentes de energía para que todos beban, somos como las vertientes; nos ponemos del color del día, levantamos imperios de sonrisas, donde pisamos crecen flores y sale agua de las piedras.
Nada nos destruye porque somos lo que nos pasa, hasta la tristeza es nuestra como la taquicardia; ella pone la mano en mi nido y yo saludo su ombligo (que dicho sea de paso, es completamente independiente de ella y es un amigo particular que tengo).
Yo no la conozco porque ella no se repite, pero sabemos nuestros pasos porque los damos los dos y cada uno. Yo me siento haciéndole el amor desde adentro de ella, siento mi cuerpo sobre mi-su cuerpo, siento nuestro cuerpo abarcar todo, siento.
Y no es solo por eso que amo a Junquito, no hay ninguna razón para amarla.
Pipo Remolino
Capilla del Monte - verano 67-68 ...
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