Para vos,
Omar,
esta poesía de
“Les Élus de la Nuit ”
Je suis la reine
des essaims et des hommes
des termites et des astres,
des terrains vagues et des
constelations.
Je suis née il y a trois millions d´annees
a la source d´un ruisseau d´or
qui coulait dans la Cappadoce.
Moi-méme, je suis en or masif,
pur,
et mes gestes resplendissent tels une foret incendiée
ou une coulee de lave
incandescente
sous une sombre nuit étoilée.
Je suis si imposante
que personne n´a jamais osé me
toucher
ni méme m´approcher,
on dit que souvent, la nuit,
je me suis transmuée en
charogne
dans l´espoir qu´au moins les hyénes
me caressent avec leurs langues rugueuses…
ce qui semble assez improbable pour une reine.
Je suis une reine.
Au-delá de la géometrie Je
suis.
Je bois des néctars,
mange des friandises
diaphanes
et sodomise des anges
transparents.
Juan Bautista Piñeiro
“¡Qué mina bárbara la Negra ! Una de las pocas
realmente libre que conozco. No tiene ley, no tiene código, va a lo que saca.
¡Es un personaje! Algún día voy a escribir algo sobre la Negra. ¿Te fijaste con qué
facilidad que atrae a la gente? Es como si los hipnotizara… y si, es media
bruja. Ella sola da para una novela.”
Sergio Mulet
“Tiro de Gracia”
De regreso en el laberinto infinito
de Buenos Aires. Sin habérmelo propuesto estaba otra vez en el mismo lugar,
aunque por supuesto algo había cambiado. Me parecía que había tenido que viajar
muy lejos para vivir una parte de mi vida que se me había pasado por alto: mi
adolescencia. Por unos pocos meses había vivido despreocupado y sin conflictos,
a pleno sol y en absoluta libertad, tratando de seguir solo los impulsos de mi
propio ser, sin imposiciones familiares ni problemas de dinero. Me había
sentido independiente y capaz de arreglarme solo en el mundo. Y eso me había
dado una nueva fuerza. Pero el vuelo había sido muy breve y había caído otra
vez en esa realidad opresiva que ya conocía tan bien.
Rennée y Gracielita se entusiasmaron cuando me
vieron aparecer por la casa de San Telmo con Marisa y la brasilera Vicky,
porque casualmente habían estado pensando en mí a raíz de las complejas
operaciones esotéricas que estaban llevando a cabo en esos días; y cuando les
mostré los pocos libros que había podido salvar de la desintegración del viaje
de vuelta, se mostraron realmente asombradas: ¡Numerología!, ¡Tarot!, ¡Cábala
Mística!… porque precisamente era en relación con esos temas que estaban
trabajando.
Rennée no pareció muy
contenta de volver a encontrar a Marisa. Habían sido amigas en un tiempo, pero
parecía que ya no lo eran tanto. Marisa se entrometía en todas las
conversaciones dispersando la concentración en el trabajo y la Negra optaba por no tenerla
en cuenta para nada.
Yo me interesé muy vivamente
en las investigaciones de mis amigas. Me mostraron sus esquemas y sus gráficos
que coincidían exactamente con los temas desarrollados en mis libros. Así que
inmediatamente nos pusimos a trabajar en una tarea que según Rennée, requería
la mayor atención, porque había que hacer uso de todo el poder de la razón sin
apartarse para nada de las formas más rígidas del pensamiento lógico. No
debíamos confiar en la intuición ni dejar nada librado a la casualidad. Esto
era aritmética, álgebra pura. Yo sentí que el piso se removía bajo mis pies. Las
matemáticas no eran mi fuerte, pero ¿cómo explicárselo a mis amigas?... cuando
yo sabía muy bien que para la
Negra hasta la música y la poesía eran expresiones de las
matemáticas superiores…
El caso era que durante el análisis de
los componentes de los caracteres simbólicos
de la escritura, es decir las letras del abecedario, habían descubierto que la
letra Be larga imprenta mayúscula, segunda letra del abecedario y primer
consonante estaba formada por la unión de los números 1 y 3 y que en realidad la B era el número 13 con sus
caracteres 1 y 3 fusionados… O sea que el segundo exponente del sistema
escrito, el dos lingüístico estaba formado por el 13 del sistema numérico. –
Está claro – afirmaba la Negra-
el dos contiene la raíz del uno y la posibilidad del tres…
Así que nos abocamos inmediatamente a
desarrollar en papel milimetrado y sobre
los ejes de coordenadas y abscisas el proceso por el que se llevaba a cabo ese
fenómeno extraordinario.
Tomamos unas cápsulas de
anfetaminas para poder concentrarnos mejor en el trabajo.
Marisa y Vicky se fueron a dormir a la
habitación contigua mientras nosotros nos sumergíamos en nuestros complejos
gráficos.
Mas tarde llegó Miguel y el trabajo se postergó
para otro momento porque enseguida se puso a hacer unos temitas con su
guitarra. Yo aproveché para cantarle a
capela los nuevos temas que había aprendido en Brasil, las composiciones
vanguardistas de Vandré, Chico Buarque y Caetano Veloso. Y a Miguel le
encantaron esas canciones. En buenos Aires el movimiento del rock nacional
estaba en plena floración, se organizaban festivales y se editaban discos.
Mas tarde apareció Luis Alberto Seguin, muy
contento de volver a encontrarnos. Nos sentamos en un rincón en el suelo en
posición de loto mirándonos frente a frente sin hablar, con una sonrisa
idéntica. Habían acontecido tantas cosas durante mi ausencia… teníamos nuevos
amigos… ya me contaría… pero mas tarde, porque acababan de llegar riendo y
alborotando Javier y Melina contando la última aventura callejera: los habían
parado los blus cuando venían para acá y los habían revisado minuciosamente
aunque sin encontrar la bola de grass que desenrollaban en ese momento y que
había pasado desapercibida en un bolsillo oculto de la campera. Melina estaba
radiante y Javier de un humor mas corrosivo que nunca. Me miraba incrédulo, me
palpaba y me decía:
-
¿Ya estás acá
otra vez, Omar?... ¿argentino yaaaaa?...
Y estuvimos haciendo música
hasta la salida del sol, cuando Rosanrol fue a buscar leche y facturas, nos
sentamos todos en un gran círculo en medio de la habitación, se abrieron todas
las ventanas y las puertas para dejar entrar la luz del nuevo día y la Negra sirvió el desayuno
envuelta en una bandera argentina, con el sol dorado refulgiendo sobre su
pecho.
Después a lo largo del día
nos fuimos quedando solos. Era así desde hacía un tiempo, la casa se llenaba de
gente inexplicablemente, todos los amigos parecían coincidir en ese lugar en
algún momento y después volvía la calma durante días…
Marisa y Vicky se fueron y
quedamos en la casa Rennée, Miguel y yo. Nos refugiamos en la habitación grande
cerrando ahora todas las puertas. Encendimos una vela y nos acostamos a leer
tendidos sobre un colchón tirado en el suelo. Rennée nos leía “Los Grandes
Iniciados”, el voluminoso libro de Shuré. En su velada voz pasaban las
historias de Platón, Pitágoras, Buda, Jesús… y durante varios días no salimos
de ese lugar apasionados con la maravillosa lectura.
Mas tarde regresó Gracielita y nos trasladamos
a la habitación de arriba. Allí la lectura continuó con “El Libro de los
Muertos” en una edición que contenía el texto tibetano y el egipcio. Rennée me
preguntó si tenía miedo cuando empezamos a leer acerca de las Divinidades
Irritadas. Yo tomé un huevo muy blanco de la frutera junto a la cama y lo paré en perfecto equilibrio sobre la
palma de mi mano para demostrarle que mi pulso estaba bien firme y que no tenía
nada de miedo. Renée me miró fastidiada y de un manotazo aplastó el huevo que
chorreó entre nuestros dedos. Reímos juntos, pero enseguida ella me advirtió:
-
No te distraigas,
Omar, -me dijo muy seriamente- porque sino cuando mueras no vas a poder
alcanzar la liberación del Samsara.
Y así continuó la lectura. Leíamos
en voz alta y nos turnábamos para leer. En un par de noches leíamos libros
enteros…
Amanecía cuando una de las
velas con que nos alumbrábamos se consumió y pego fuego al colchón sobre el que
estábamos tendidos leyendo. Como hipnotizados, veíamos que el fuego avanzaba y
no hacíamos nada, seguíamos prestando atención a la lectura, pero en un momento
nos alarmamos e intentamos apagarlo, entonces la Negra nos detuvo… ¿cómo
íbamos a sofocar ese espléndido fuego que acababa de brotar entre nosotros?...
El fuego, Agni, era una divinidad de la naturaleza muy poderosa… ¿quién se
creía capaz de poder extinguirlo?... Nos veíamos iluminados por las cambiantes
llamas flamígeras y estábamos fascinados mientras el fuego seguía creciendo y propagándose
rápidamente a través del colchón. Enseguida la habitación se llenó de un humo
espeso y sofocante. Y entonces, recién entonces Rennée rompió el encantamiento ígneo
al que nos sometíamos como encandilados, se levantó de un salto y apartándonos
abrió la ventana, agarró el colchón de una punta y lo sacó a la terraza donde
se terminó de quemar desprendiendo densas volutas de humo gris sobre el rosáceo amanecer.
Esa tarde salimos a pasear.
Caminamos hasta el centro por la avenida Belgrano mientras Gracielita nos
contaba que estaba ensayando un trabajo con su grupo para poner en el Di Tella.
Se llamaba “Las Orestiadas” y había
muchas escenas de pura agresión donde los actores se daban con todo. Cada uno
tenía un número, y cuando aparecía un número en la pantalla todos tenían que
atacar al que tenía ese número. Todos contra ese… Todos con todo contra ese, durante
varios segundos hasta que cambiaba una señal y todos volvían a inmovilizarse
frente a frente esperando la aparición del número siguiente en la pantalla… Y
en los ensayos había que darse en serio, aunque desarrollando ciertas técnicas
actorales para no hacerse mal.
Mientras hablábamos llegamos
al centro y anduvimos dando vuelta por los boliches del ghetto, hasta que en algún
lugar Renée nos pidió que la esperásemos y entró en un edificio de
departamentos del que salió enseguida diciendo que había pasado a saludar a una
amiga. Seguimos caminando y ella se puso junto a mí.
-
Me dieron un
regalito, Omar, mirá. –me dijo alegremente y me mostró un sobrecito. Escrito en
letra de imprenta con un marcador verde decía: “Para Renée y Omar”, y mas abajo
había pintado un corazoncito rojo.
-
¿Qué es? –le
pregunté.
-
L.S.D. –dijo ella-
recién llegado de California. Vamos a
casa a tomarlo.
Así que lentamente volvimos
caminando hasta San Telmo. Ahí nos estaba esperando Luis Alberto. Mientras
tanto yo había tenido tiempo de pensarlo durante el camino y estaba paranoico,
me perseguía una idea estúpida: ¿quién había escrito mi nombre en el sobrecito?
Su amiga no me conocía, ¿cómo sabía mi nombre?, y por la letra parecía escrito
por Renée… Estaba embotado y no podía pensar otra cosa. Abiertamente me
perseguía y tenía miedo. Hasta entonces nunca había tomado lisérgico y tenía
temor a tener un mal viaje, lo que era bastante frecuente según los relatos de
algunos experimentados. Cuando entramos a la casa le dije a Renée que no
tomaría el ácido. Ella me miró como desencantada sin poder evitar sus mohines
despectivos, pero abrió el sobrecito y sacó una pastilla, la partió y le dio la
mitad a Luis Alberto.
Pusieron música, encendieron
velas y sahumerios y se pusieron a mirar juntos las maravillosas ilustraciones
del libro de Carl Jung “El Hombre y sus Símbolos”. Al rato noté que estaban muy
animados. Hablaban y se reían, cuchicheaban y se admiraban. Yo los observaba.
Luis Alberto parecía ascender a un estado de conciencia cada vez más elevado.
Las ilustraciones que veía le parecían extraordinarias, increíbles, fabulosas.
Realmente ahí estaba todo el pensamiento humano expresado de la manera más
bella y armoniosa y viendo los mandalas y los signos arquetípicos de la mente
alcanzó en su viaje un estado tan próximo al Nirvana que se desmayó. No nos
atrevimos a tocarlo. Sonreía y respiraba placidamente y despertó un rato
después sin intentar explicar qué le había pasado. Se sentía bien y el viaje
continuaba.
Yo me había puesto a observar
a Renée y habíamos caído en el juego de “mirarse”. Ella me mirada asombrada y
después se reía divertida. Pensé que me estaría viendo de las formas mas
extrañas. Me concentré yo también en la mirada
y vi que la Negra
se transfiguraba. Le brotaron del rostro líneas brillantes como pelos luminosos
y la veía aureolada como los santos. Me preguntó qué veía. Le dije que la veía
con largos pelos y barba como si fuese un profeta. Si, le dije que en realidad
estaba viendo al mismísimo Moisés. Ella entonces se rió un tanto molesta y me
dijo:
-
Vos sos Moisés,
Omar. Yo no tengo nada que ver con tus visiones.
Entonces comprendí
sobresaltado que estaba viendo mis propias proyecciones. ¡Y nada menos que Moisés,
el colérico patriarca del pueblo de Israel! Mi proyección no era nada estimulante. Ahí estaba en lo
profundo de mi conciencia otro símbolo de mi deformada educación
judeo-cristiana. Entonces su rostro cambió bruscamente. Era un hombre feo al
que veía ahora, un hombre muy feo cuyos rasgos brutales parecían haber sido
modelados toscamente con sus propias manos… Pelos desgreñados, barba hirsuta,
marcas, cicatrices… Y comprendí que ella era Sócrates “El Escultor de Hombres”
cuya biografía ilustrada yo había leído de chico en una colección de Vidas
Ilustres de una revista mejicana. Entonces Renée me preguntó qué estaba viendo
ahora y cuando le dije un tanto avergonzado:
-
Veo al feo de
Sócrates.
Se rió francamente y dijo:
-
Bueno, eso está
un poco mejor.
Entonces yo le pregunté a mí
vez:
-
¿Y vos qué ves?
Ella dudó un momento antes de
contestar y finalmente dijo:
-
Veo veo… algo muy
extraño… No sé como explicarte… Veo la Impermanencia … Te veo aparecer… y desaparecer. De
pronto estás ahí… y de repente ya no estás.
Me pareció bastante desconcertante
su visión y preferí no indagar si se trataba de un fenómeno de proyección o de
una visión objetiva. Empezaba a sentirme perseguido otra vez.
La psiquis del paranoico
funciona así: ante el universo que lo ignora él todo lo relaciona consigo
mismo. Para el paranoico todo lo que pasa y todo lo que se dice se refiere a
él. No hay nada que no tenga relación con él. Como bien dice el refrán: “Si va
a un casamiento cree ser la novia y en un velorio le parece ser el muerto.”
Entonces Miguel se puso a
hacer un nuevo tema con la viola:
Apurate Josefina
que la misa se termina
tomá mate y empolvate
que sino dios te castiga.
En la iglesia Josefina
a todo el mundo examina
se olvida de sus pecados
por mirar a las vecinas.
Apurate Josefina
que la misa se termina
Josefina apurate
tomá mate y empolvate
Me pareció que sin duda
alguna se estaba refiriendo a mí. Si, eso que estaba cantando lo cantaba por mí
y para mí. Seguro, no tenía ninguna duda. Yo también sospechaba que el tema de
la vaca “¿Nunca te miró una vaca de frente?” … lo había compuesto para burlarse
de mi mirada obsesiva durante mis frecuentes ataques catatónicos. Así que pensé
que otra vez se la estaban tomando conmigo. Me levanté y le dije a Renée:
-
Chau, me voy. –y
empecé a salir de la habitación.
-
Viste… -dijo
ella- …viste que siempre te vas… Algunos no encuentran mejor recurso que irse
para hacerse notar.
Y todavía después, mientras
viajaba en el ómnibus hacia mi casa continuaba oyendo su voz:
- “Te vas… vos siempre te
vas…”
*