lunes, 25 de febrero de 2013

GENERACIÓN DESCARTABLE - Capítulo 22 - "EFECTOS".

EFECTOS

 “La vida tal como se nos impone es demasiado dura para nosotros, demasiado llena de dolor, de desilusiones y tareas imposibles. No cabe soportarla sin usar paliativos…
 Existen tres clases de paliativos: poderosas desviaciones del interés que nos hacen olvidar nuestra propia miseria; gratificaciones sustitutivas, que las disminuyen; y narcóticos que nos tornan insensibles a ella. Algo de esa índole es indispensable.”
Sigmund Freud

“Los fenómenos “creativos” se relacionan con la presencia en el cerebro, en especiales circunstancias de cansancio extremo, de endorfinas, sustancia de estructura química semejante a la morfina, que desempeña un papel importante en el intercambio químico de mensajes a nivel de la sinapsis.”
Peter Elsass

“Aráoz denunció ayer que “hay mucho “lobby” de algunos laboratorios” contra la próxima política de medicamentos que, anunció, está a la firma del presidente Menem. Dijo que “los intereses” son muy grandes porque mueven 1.500 millones de dólares anuales y que alguien (que no identificó) llegó a decir que  si habían volteado a un presidente por la ley de medicamentos (en alusión a Illia) también podían hacer caer a un ministro.”
Diario Clarín
21 - 8 - 92

“Cada cosa, pues,  puede ser considerada como cosa o como signo. Todos sabemos que en determinadas condiciones, en el caso de, por ejemplo, una fuerte tensión espiritual, o en caso de ansiedad, o en la exaltación, empezamos a considerar las cosas que nos rodean o que nos suceden como signos. Pero no creemos que sean signos a los ojos de los demás. Si uno deja de tener conciencia de que una determinada cosa es un signo para él, y empieza a pensar que es un signo en sí mismo, deja de ser ecuánime y se vuelve supersticioso y delirante.”
¿Quiénes eran mis amigos? Yo comenzaba a tener fuertes sospechas, pero el misterio era tan profundo que en ese entonces no atinaba a sacar ningún tipo de conclusión. Sin duda se trataba de un mundo extraño. Cuando regresaba a mi casa después de varios días sin dormir y sin comer, entre mis familiares y mis conocidos de siempre la persecución paraba. Ya nadie leía mis pensamientos ni hacía resonar voces en mi cerebro. Pero extrañamente, entre los seres de los que no podía esperar ningún mal me sentía oprimido y abrumado. Entonces me alimentaba y dormía pero siempre estaba ansioso por volver a salir y otra vez encontrarlos y jugar ese juego donde se arriesgaba todo. Yo creía que los amaba, que ellos eran lo que yo más amaba en la vida y estaba dispuesto a todo por conservar esa relación. Pero… ¿qué tipo de relación era esa? Nos habíamos encontrado en forma casual, si la casualidad fuese posible, y ellos desplegaban todo sus encantos para seducirme, se presentaban a mis ojos como seres fabulosos, aventureros, libres, originales,  creativos, delirantes… ¿y después?... parecían tener poderes sobrenaturales y por momentos se mostraban como divinidades terribles, como si tratasen de destruirme hasta donde yo se los permitiese y hasta me parecía que trataban de arrojarme compulsivamente hacia el suicidio. Me mostraban la posibilidad de ser, pero si no me atrevía a liberarme era mejor no ser. ¿Era posible que mis mejores amigos fuesen mis peores enemigos?
Después de la fiesta en lo de Juanito me encontraba en un estado totalmente caótico igual que mis pensamientos y mis sentimientos. La fiesta en el salón verde se fue apagando hasta coincidir con la llegada del día. En un momento me crucé con Miguel que me estaba buscando para curtir unos trips, pero yo comencé a hacerle sigilosas preguntas: ¿No había visto que yo estaba mal?... ¿por qué no me habían ayudado?... Pero Miguel parecía no haber notado nada. Si, me había visto cayendo hacia atrás pero pensó que yo estaba en una experiencia de éxtasis.
-         ¿Por qué?... –me preguntó -…¿te comiste un pavo frío?...
Y me vio tan perseguido que se borró sin decir mas nada, ni de los trips ni de nada.
Yo seguí indagando entre mis amigos. Juanito no había notado nada extraño porque enseguida había entrado en un Nirvana inefable del que solo despertó al cabo de una eternidad. La Washington si, me había visto, pero pensó que me estaba haciendo el loco, porque ella estaba en su propio mambo, conversando telepáticamente con todos y con cada uno de los invitados, dirigiendo con pases magnéticos el movimiento de los bailarines del salón. Pipo escuchó mis preguntas con una expresión divertida para decirme con rotunda claridad:
-         Yo no puedo exigir comportamientos. Cada uno actúa como es y eso no puede agredir a nadie. Para mí, en ese momento, la pecera se rompió y yo dejé de caminar en círculos. Estaba en el espacio abierto comiendo nubes de chocolate. Todos los colores unidos en la luz y ya no cuesta nada caminar por adentro de las cosas. Pero estoy en todos lados. Mi mente se abre y cada salto es el viento cósmico más suave y la música mas libre. Oigo las palabras inútiles y oigo el mar. Sé que puedo correr enloquecido de alegría sin moverme de mi puesto en el centro de la luna.
Y cuando le pregunté a Renée me miró largamente para decirme:
-  ¿Qué te pasa, Omar?... te comiste un viaje negro y ahora me querés psicopatear?... Vos atribuís a los otros lo que estas haciendo vos, y como estas haciendo algo odioso, los otros se vuelven odiosos, pero como normalmente los otros querrían hacer la misma cosa odiosa que estás haciendo vos, colaboran con vos dándote a entender que si, que en realidad lo que vos les atribuís es lo que ellos siempre han deseado hacer.

…Entonces nadie había notado nada, no habían percibido nada, y finalmente no había pasado nada más que un mal viaje, porque cada uno estaba en la suya o en otra cosa. Pero yo no lo creía y volvía a preguntarme:

¿Quiénes son ellos?...
¿Quienes son?

(“Ellos son los que nacen y vuelven a nacer.
No son como la mayoría,
Se reconocen entre si cuando se encuentran
Sin cambiar palabra.
Pertenecen al vértigo de la nada
Pues han brotado de la raíz de toda disensión.
El empuje de sus almas los lleva
Hacia la luna del no ser,
Su dios es el que ya no es.”)

… ¿y qué quieren en realidad?... ¿hacia dónde conduce todo esto?... y sobre todo… ¿quiénes son “nos – otros?...

Y todavía lo más enigmático: ¿qué quería decir eso de que venían persiguiéndome a través de todas las galaxias? Eso era lo que me causaba verdadero terror. Parecía una frase salida de “Las Sirenas de Titan”… entonces… (¿venían a ayudarme?... ¿traían el repuesto para la nave?)... y la sola profundidad de la idea me trastornaba., me inducía a pensar que sin duda yo ya había existido en otros lugares y bajo otras formas en otros planetas antes de llegar a este mundo y asumir la forma humana. Y luego, por alguna razón, esos seres que yo creía mis amigos venían detrás de mi persiguiéndome  a través de diferentes transformaciones. La idea parecía incluir tácitamente conceptos tales como reencarnación y karma…porque… ¿por qué me perseguían?... ¿qué habría hecho yo en esas vidas anteriores para que ellos anduviesen ahora detrás de mi?... ¿cómo yo no podía recordarlo y ellos si?... y sobre todo…. ¿qué pasaría ahora que me habían encontrado?...



¿Y qué pasaba con los estimulantes?  Yo empezaba a experimentar los estados delirantes como una constante con variaciones. Hoy se sabe que las anfetaminas son mortales y que producen estados de locura, pero a finales de los años ´60 no había tal información y estos estimulantes tenían venta libre en todas las farmacias. Sin tener conciencia de los riesgos tomábamos cápsulas y pastillas como si fuesen caramelos y no teníamos ninguna noción de las dosis convenientes. Eran actitudes suicidas. Podíamos ingerir cinco cápsulas de un estimulante de entrada, cuando el prospecto indicaba una o dos tomas diarias, y a lo largo del día acabar con el frasco de treinta comprimidos. No exagero, y eran estimulantes fuertes que comprendían toda la línea  Spansule de Dexamil, Dexedrine y otros. También explorando viejos vademecums algunos locos habían descubriendo componentes alucinógenos en los productos de laboratorio y entonces se había iniciado una verdadera maratón de drogones por las farmacias del centro y zonas suburbanas, todos buscando Sulfedexan… o Tratobex.. o Actemín… o Pervitín… hasta que el medicamento se agotaba por exceso de demanda y desaparecía de las listas. Enseguida se encontraba otro. Solo mucho tiempo después comprendí la trenza de los laboratorios: estaban haciendo buenos negocios, lanzaban cantidades industriales de un producto aparentemente inocente al mercado, como por ejemplo gotas nasales  o jarabes para la tos que contenían fuertes alucinógenos en sus fórmulas. El producto estaba varios meses en el mercado y se agotaba, desaparecía. Lanzaban otro producto con otros componentes… Era  imposible que los importantes laboratorios Roche ignorasen que solo en capital federal se consumían toneladas de pastillas y jarabes para la tos…Le decían el ácido de los pobres: Romilar espectorante, para que pegase  como ácido había que tomarse todo el frasco. Decididamente los grandes laboratorios mundiales estaban experimentando con las jóvenes generaciones como con cobayos humanos.
Yo me autoanalizaba, iba tomando conciencia de mis propios estados y mis reacciones.
 Renée había dicho algo que me había llamado la atención. Habíamos estado experimentando con Artane, una droga muy basura y poderosa a base de estramonio (chamico, durante esos años venta libre en herboristerías) que se daba en el tratamiento de esquizofrénicos y parkingsonianos. Había que tomar tres comprimidos y si a la hora no hacía efecto había que ingerir siete pastas más. Rennée sostenía que las drogas no alteraban la personalidad en el sentido en que ella no iba a hacer nada que no estuviese dentro de su modalidad habitual. Como las Yefer- Yetzirah de “Duna”, ella creía que era posible volverse inmune a los venenos más poderosos.
-        A nos-otros –había dicho Rennée –las drogas de laboratorio no nos cambian… podemos tomar cualquier cosa… pero a muchos los cambia, los altera y los destruye… porque no son seres puros.
Sin duda debía ser teóricamente cierto, pero en la práctica las cosas eran diferentes.
La “constante con variaciones” que yo experimentaba era la siguiente:
1-   Durante las primeras horas luego de ingeridos los estimulantes, una reacción incontenible de bienestar, empatía, amor y comprensión con todos los seres, seguido de un aumento notable del poder de expresión y comunicación, de la capacidad intelectual y de asociación, coincidencias felices en el plano mental, comunicación  total hasta con el pensamiento, estados muy optimistas, creatividad.
2-   Pasado este umbral se entraba en un estado de súper concentración o lo que llamábamos “estar copados”. Podía pasar doce horas seguidas concentrado en algún tipo de actividad creativa como dibujar, pintar, escribir… o hablar desarrollando complicadas teorías mientras se alteraba la noción del tiempo y variaba la percepción del espacio sensible.
3-   Después empezaba la temporada infernal: bajón, decaimiento, paranoia, delirios, estados  agresivos y persecutorios… obsesiones…
En esos momentos era imposible huir al territorio del sueño y entonces se ingerían nuevas dosis para alcanzar estados mas concentrados todavía seguido de situaciones mas infernales.
Yo veía que con leves diferencias estos estados se repetían en otros amigos que también experimentaban con pastas. La prueba es que aparecieron palabras nuevas en el lenguaje cotidiano para definir esas experiencias: paranoia, bajón, ataque de amor, persecuta, pálida, pavofrío…
Me obsesionaba pensando qué quería decir Rennée cuando decía “nos-otros”. Yo me paranoiqueaba, daba vueltas y vueltas las palabras: ¿Quiénes eran nos-otros? Y los componentes altamente esquizoides de mi personalidad comenzaban a descomponer el lenguaje. Tal vez  “nos-otros” se refería sin duda a otros “nos”, es decir unos “nos” que no fuesen solo “nos”, sino también otros…
El caso es que a mi si, las drogas me afectaban, me volvían muy loco, o algo excepcional estaba pasando conmigo. Cuando estábamos juntos, después de todo el amor, después de toda la concentración y la imaginería creativa, después de toda la comunicación espontánea yo entraba indefectiblemente en ese infernal estado de persecuta paranóica. Comenzada a sentir algo alarmante: mis propios amigos, los seres que yo mas amaba, la gente con la que en realidad quería vivir, me perseguían, me agredían, me acosaban, me negaban y trataban de destruirme. Ni yo mismo lo podía creer. Me preguntaba si era cierto o si era una resaca, un excipiente químico, un síndrome de sobredosis o el retorcido espejismo de una alucinación… Después de las primeras horas de amor y creatividad yo entraba en lo que había empezado a llamar “territorio amarillo” porque todo se impregnaba de un tono amarillo enfermizo… era una pesadilla… Me parecía que mis mejores amigos, encubiertamente se burlaban de mí, me agredían, me insultaban. No de una manera concreta que yo los pudiese cuestionar, sino siempre de una forma tangencial y ambigua. Para mi todo lo que se decía tenía alguna relación conmigo. Por ejemplo, hablando de otra persona se referían a cosas mías muy íntimas con intención de herirme. Ponían en descubierto mis actos más vergonzosos. Se aliaban para atacarme. Yo me paralizaba y entraba en un estado donde permanecía largas horas en catatonia. Mi inmovilidad llamaba más la atención. No podía pronunciar ni una palabra (después de tanta verborragia). Y mis amigos se ensañaban como niños que desarman a sus muñecos y les meten el dedo en los ojos. Me atacaban con más furia, con mayor crueldad, se tornaban hábiles, incisivos y con placer hurgaban entre mis llagas. Yo formaba con mi inmovilidad una rígida coraza tratando de proteger mi interioridad. Esta situación ponía en juego mi capacidad de ocultamiento. Es cierto, yo tenía muchas cosas que ocultar: no sabía qué quería, no hacía nada, no trabajaba ni estudiaba, nunca tenía plata, seguía dependiendo de mi familia, no asumía mi homosexualidad… Actos que me parecían culposos e inconfesables y que con el tiempo tuve que ir asumiendo e integrando a mi personalidad. Pero ¿por qué sentía que mis amigos me atacaban?... ¿Si Rennée no era ella entonces yo no era yo…  y ellos quiénes eran?... Yo ocultaba cosas porque todavía no podía aceptarlas, y entonces me parecían monstruosas. Pero ellos también se ocultaban ante mí. Nunca se manifestaban abiertamente, nunca nadie me decía de frente cual era el problema conmigo. Yo había caído en la mas angustiante de las sospechas: “sin duda ellos saben algo de mi que ni yo mismo sé…” En esos momentos de bajón tenía la certeza de que me agredían, pero ellos lo negaban, yo estaba loco, estaba paranoico, era un persecuta.
Por otro lado se daba un fenómeno que yo no podía controlar. Yo estaba vacío. Toda mi formación hasta ese momento era descartable, desechable. Nada de lo que había aprendido y asimilado del grupo social y familiar tenía algún valor. Estaba vacío. Pero un agujero siempre se puede llenar con algo: parecía tener cualidades miméticas, todo se me pegaba. Al poco tiempo de conocer a Cylbia yo también entraba en estados delirantes como Cylbia y no me daba cuenta. Adquiría los mismos tics nerviosos de Miguel, copiaba los gestos de Pipo y tendía a imitar las complejas construcciones verbales de Rennée.  Es cierto que las personas afines se mimetizan y hasta suelen tener un lenguaje propio en común, pero yo iba mas allá al punto de parecerme al peligroso “Zeling” de Woody Allen.
Las experiencias con estimulantes se intensificaban siendo cada vez mas frecuente su uso. Parecía ser un fenómeno generacional, todo el mundo tomaba pastillas. Se decía que hasta el presidente Kennedy las había tomado por prescripción médica. Yo solía pasar hasta tres o cuatro días sin dormir. En los tramos finales de esa maratón alcanzaba estados de locura total. Estaba escribiendo o dibujando y de pronto caía en el vacío, perdía la noción de espacio y no sabía dónde estaba. Comenzaba a oír voces… dentro de mi cabeza…

Siempre recordaré el momento en que comencé a oír esas voces como el inicio de una forma de tortura que se prolongaría a través de largos años desde aquella mañana fatal. En varias ocasiones había tenido un anticipo de esa técnica de acoso infernal… Había notado que después de dos o tres días sin dormir había momentos en que caía en un “sueño despierto”. Con los ojos abiertos mi mente experimentaba lo que en los vuelos aéreos se conoce como “pozo de aire”, de pronto una súbita caída en el vacío y enseguida otra vez en estado de vigilia. Con espanto había comprobado repetidas veces durante la ínfima fracción de segundos que parecía durar el fenómeno que ese pozo de aire estaba poblado de voces y gritos estridentes. Era como si miles de seres intentasen con sus voces en un mínimo de tiempo transmitir complicados mensajes. Oía cómo infinidad de seres parlantes gritaban como advirtiendo, avisando, implorando, amenazando… Pero enseguida todo se apagaba y volvía a captar el reconfortante mundo del silencio y los sonidos cotidianos. Pero nunca había podido entender el sentido de una sola de aquella profusión de palabras.
Hasta que una mañana de invierno de 1970, yo hacía tres días que no dormía, estaba en mi habitación en la casa de Lanús City y había estado dibujando muy colocado durante varios días sin parar. Sobre el escritorio se acumulaban pilas de papeles con sucesivos dibujos, lápices, pinceles y colores. Estaba delante de la ventana y empezaba a amanecer. Apagué la lámpara y seguí dibujando bajo el creciente resplandor matinal. Había dejado de escuchar música para poder percibir los sonidos naturales del amanecer. Dentro de mi campo visual tenía el plano de la hoja de dibujo y mi mano con el lápiz. Era un dibujo erótico muy profuso y complicado que agrupaba varias figuras humanas desnudas entrelazadas en intrincadas posiciones. Sobre ellos, mi mano con el lápiz hb4 iba y venía remarcando líneas y sombreando espacios. Entonces algo sucedió de pronto en la conciencia. Mi percepción limitada hasta entonces al foco central de realización del dibujo, es decir al instante preciso de la punta del lápiz avanzando sobre la hoja, repentinamente cambió. El enfoque se modificó y sin dejar de dibujar comencé a percibir el entorno, lo periférico del dibujo, lo circunvalante. Tuve una captación de la totalidad del dibujo y experimenté un fuerte sobresalto, porque ahí mismo en el dibujo había “otra cosa”. Algo que estaba en el dibujo y que era diferente a lo que yo estaba dibujando concientemente y que nunca antes había alcanzado a captar porque los árboles me habían impedido ver el bosque. El dibujo se había dado vuelta, como en el gráfico de los rostros enfrentados que también forman una copa. Y el dibujo dado vuelta (re-vuelto) me mostraba su otro lado. Ya no veía cuerpos humanos entrelazados, porque ahora, toda esa abigarrada profusión de piernas y brazos concurrían para componer la insólita forma de… signos… letras… tal vez… palabras.
Si, descubrí (y al hacerlo me invadió un extraño temor) que el grupo de personajes a la izquierda y hacia arriba del dibujo, con sus brazos y piernas formaban con la mayor claridad la letra imprenta mayúscula eme (M). Y más abajo, en otro de los grupos que formaban el dibujo se podía leer la letra ele (L), siempre también en imprenta mayúscula… y siguiendo hacia la derecha, en el ángulo bajo de la hoja, brazos y piernas inscribían la letra equis (X). Pero lo que me causó verdadero pánico, fue ver de pronto, que allá, en el mismo centro de la composición, siempre brazos y piernas concurrían a la formación de manera inequívoca de una vibrante cruz esvástica.
Tuve un sobresalto y dejando caer el lápiz me alejé de la hoja, y entonces, sin poder apartar la vista de aquel signo cargado de significados, sentí que toda la habitación se estremecía como agitada por un movimiento sísmico y oí el estruendo de una pared que se desmoronaba. Fue como si un dique que hubiese contenido una inmensa masa de agua hubiese cedido en forma repentina liberando todo su caudal. La cruz vibraba pareciendo girar mientras yo oía con estupor miles de risas girando en torno a mi y voces que gritaban exaltadas como en una competencia deportiva.
Si bien en oriente la  cruz esvástica era considerada como un signo de buena fortuna, en occidente era emblema del terror. Yo había tenido una educación claramente anti-nazi como cualquier persona de la generación de post-guerra que desde chico ha estado habituado a través de la información y de infinidad de películas de guerra a conocer y repudiar los crímenes del nazismo… y de pronto descubría que mi subconsciente de manera encubierta y solapada imprimía cruces esvásticas subliminales en mis propios dibujos. ¿Y el misterioso alfabeto?  Las letras unidas a los signos menores parecían formar extrañas palabras: MIN L EXIT…( Lo mas aproximado que yo podía interpretar  traduciendo era SALIDA MENTAL…)  ¿Entonces había un mensaje oculto en los dibujos?... Interiormente me repetía una única pregunta:
-         ¿Qué es esto?
Y entonces oí una voz muy cercana decirme:
- ¿Cómo… no sabías?...
Y una multitud de risas volvió a sonar estridente.
Aparté  la vista del dibujo y recorrí  la habitación con la mirada. La voz había sido muy real. Sin duda alguien más estaba en la habitación. Pero no me tranquilizó comprobar que no había nadie. Me alarmé más aún y sabiendo que era absurdo abrí la ventana y escruté la calle. Nadie, claro. Volví a la mesa y pregunté en voz alta:
-         ¿Quién es?... ¿Quién?...
Y ni entonces (ni nunca) logre obtener una respuesta. Pero desde esa mañana las voces están ahí, dispuestas a emerger cada tanto haciendo irrupción en el plano de la conciencia auditiva, a veces con claridad pasmosa, otras veces como amalgamada y confundidas con los sonidos del mundo exterior, pero resonando siempre en el interior del cráneo con su inopinada emisión de juicios, consejos, advertencias, opiniones, comentarios, burlas, amenazas y maldiciones.
Ahora mismo, mientras escribo estas líneas una voz inaudible se acerca por detrás para decirme quedamente:
- A usté no le conviene andal diciendo que oye voces, polque entonces la gente se va a dal cuenta que uste tiene muchos neglos a su selvicio…
Algunas veces son flemáticas, y otras veces coléricas. Casi nunca aciertan sus pronósticos, pero siempre están dispuestas a surgir en cualquier momento como un fuego de entre los rescoldos. Y sin dignarse nunca a responder una sola de mis preguntas: ¿Quién es?... ¿Quién habla?... ¿Quiénes son?... ¿Dónde están?... ¿Desde dónde hablan?... ¿Son seres vivientes?... ¿o son muertos?... ¿son espíritus?... ¿actuales?... ¿contemporáneos?... ¿o habitan otro tiempo?... ¿están en la tierra?... ¿o son inteligencias extraterrestres?...¿o son meras nubes de palabras flotando como ondas herzianas en el espacio etéreo?... ¿Cómo pretenden saber todo lo que me pasa, lo que hago, lo que pienso y siento?... ¿por qué me atormentan con sus amenazas continuas, sus advertencias de peligros inexistentes y sus pronósticos que nunca se cumplen pero que igual estoy obligado a considerar como si alguna vez hubiesen sido certeros?... ¿Por qué se complacen con mis numerosas desventuras y nunca participan de mis alegrías?... y sobre todo… ¿Por qué se entremeten en mi vida privada y en mi sexualidad como anticuadas comadres de pueblo o feroces inquisidores?...
El psicoanálisis ha tratado de hacerme ver durante mucho tiempo que esas voces son una forma de yo, de yo mío y me propone dejarlo ser. Pero me resulta imposible admitirlo, porque algunas veces las voces llegaron a tener implicaciones inquietantes. Como la vez que dijeron:
- El próximo febrero vas a estar en el infierno.
…y no se equivocaron.

“Estás solo, sin nadie cerca,
Cuando una temblorosa y distante voz no clara
Sorprende tus oídos para decirte
Que alguien piensa
Que ellos realmente
Ya te encontraron.”

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