sábado, 29 de diciembre de 2012

GENERACIÓN DESCARTABLE - Capítulo 21

GENERACIÓN DESCARTABLE
Capítulo 21

“FIESTA EN EL PALACIO VERDE”

                                                                  “Yo es otro.”
                                                                    Arthur Rimbaud

Cuando yo estaba con Juanito, generalmente, no tomaba pastillas, porque él no tomaba, a excepción de un leve somnífero de vez en cuando, y si yo me ponía muy loco, los sutiles lazos de comunicación que nos unían se veían seriamente alterados. Una vez yo había tomado un par de anfetas y después Juanito me había dicho que en frecuencias tan diferentes no podíamos comunicarnos, entonces cuando estábamos juntos yo me tomaba un descanso de mis continuas intoxicaciones. Pero la proximidad de la fiesta me ponía cada vez más ansioso. Estarían todos mis amigos, iba a ser formidable, así que dos días antes ya no pude contenerme y comencé a tomar mis estimulantes como para estar bien en forma.  Como Laura también tomaba nos enganchamos juntos a caminar por la city y a parlotear durante toda la noche. Así que pasamos dos días a toda máquina y de pronto, el sábado a la tarde descubrí con horror que esa misma noche era la recepción de Juanito y yo estaba hecho una piltrafa. Me miré en el espejo del baño: los pómulos marcados, los ojos rodeados de profundas ojeras azulverdoso, la nariz afilada, los labios partidos… Estaba pálido y empezaba a tener persecutas, me parecía que Laura exageraba sus continuas burlas y sus tonos de crueldad. No era conmigo personalmente, pero todos sus comentarios eran sádicos, todos sus puntos de vista eran perversos, según su óptica, la realidad misma era cruel.
Me metí en el baño y me duché con agua fría. Me afeité la barba de tres días, me vestí y me tomé una dosis extra de despabiletas porque quería estar regio.
Cuando salí del baño noté que la casa estaba poderosamente iluminada. Era un inmenso Palacio Verde que brillaba con los fulgores de una estrella de primera magnitud. En un ángulo del salón Joe,  Carlitos y Armando preparaban una gran fuente de clericó. Habían puesto toda clase de frutas y estaban agregando el vino y el hielo. La fuente con sus colores frutales y el brillo de sus jugos era deslumbrante. Por último Joe arrojó a la mezcla un puñado de pastillitas blancas y revolvió con un gesto travieso.
- Cuerno de rinoceronte, –dijo – poderoso afrodisíaco, como para darle un toque erótico...
Juanito apareció espléndido con unas babuchas  y una amplia camisola marroquí. Su pelo negro lacio contrastaba con su ropa clara y sus ojos azules tan profundos tenían un brillo extraordinario. Habían puesto música de Michel Polnaréff y nos tomamos de las manos riendo, bailando y saltando alrededor del salón, y al rato empezaron a llegar los invitados y el Palacio Verde se colmó de celebridades.
Miguel llegó radiante vistiendo una camisa afgana con magníficos bordados persa, pantalones jeans y descalzo. Mientras nos saludamos tironeaba su hermosa barba negra, retorcía sus mechones de pelo enroscándolos en su dedo anular y hasta mordisqueaba la punta de sus bigotes por lo que inferí que ya estaba bien estimulado. Su risa explosiva resonaba alegre en el salón. Me llevó aparte y compartimos otras despabiletas mientras me decía que yo estaba fresco como una lechuga, lo que nos hizo estallar en un ataque de risa incontenible. Me dijo también que tenía un par de trips y que los tomaríamos a media noche como para rematar la fiesta. Que no me preocupase, que había traído la viola y que quería hacerme escuchar unos temitas nuevos.
La Washington apenas arribada había sido capturada por Joe que le hacía escuchar el tema que había compuesto para ella: “La Poderosa”.
Poco a poco comprobé que en la casa  ya estaba todo el mundo. Cuando me asomé al balcón, Pipo le decía a un grupo de amigos:
-         Los argentinos vivimos vendiendo nuestra alegría y nuestra espontaneidad a cambio de respeto y admiración. Mercantiles de vida plena a cambio de fachadas. Eso es lo que somos.
Consideré que estaba muy acertado y él me  sonrió con su sonrisa más brillante, pero me volví al salón porque  acababa de ver llegar a Renée. Me acerqué a ella flotando lentamente a través de la gente mientras admiraba su exótico vestuario. Llevaba un pollerón largo y muy amplio de seda azul noche, el torso enfundado en un tapiz también azul y dorado con dibujos egipcios y un pañuelo gipsy cubriendo su cabeza. Sonreía hasta que nos encontramos, entonces hizo un gesto de asombro al decirme:
-         ¡¿Qué es esto, Omar?!... ¿Qué estoy haciendo yo aquí?... Esto debe ser una ficción tuya… ¿vos imaginaste que yo esté aquí?...
-         Sí, -le dije -¿viste?... ya te dije alguna vez que mi sueño era estar todos juntos en algún lugar, y me parece que al fin estamos todos.
-         Es cierto. –dijo ella –Para que haya quórum tenemos que estar todos… todos menos uno. –agregó enigmáticamente. Después tomándome las manos dijo:
-         Vine por vos, porque tengo que decirte algo muy importante. –miró hacía todas partes y pudo ver que se acercaban unos amigos a saludarla, entonces agregó precipitadamente: -Antes que sea demasiado tarde… quiero que sepas que… yo… yo no soy yo… yo soy otra... u otro, según...  tenés que creerme… no me preguntes nada…
Y de pronto un grupo de amigos nos separaron y se la llevaron lejos a través del espacio verdoso del salón. La ví rodeada de gente, saludando y conversando y comencé a sentir una cierta inquietud, porque las luces parecieron parpadear en su máximo esplendor,  y por un momento me pareció ver la luz tal como era, onda y partícula, material e inmaterial, pesada y etérea… pero fui derivando hacia un grupo de amigos en donde Gracielita contaba la historia del pozo y de los huesos mortificados.
Al rato ví que Renée me buscaba con la vista a través del salón, y cuando me localizó y se acercó me dijo que había un par de joins y que nos reuniríamos en la habitación de Juanito en unos minutos.
-         Pero solo nosotros –dijo  y recalcó: - nos-otros… otros nos… los únicos que somos… unos pocos… nada más…
Cuando llegué a la habitación de Juanito ya habían formado un círculo sentados en el suelo al estilo indio. Me hicieron un lugar y mientras me sentaba al estilo indio dije:
- Cuando nació el dios Pan, en el Olimpo los dioses se rieron de pánico... no podían creer que hubiese un nuevo dios con... patas de cabra!!!
Cuando miré alrededor no lo podía creer. ¡Estaban todos ahí!  Mis amigos… era maravilloso… recorrí con la vista cada rostro, ahí estaban Juanito junto a Renée y al lado de ella Miguel y enseguida la Washington y después Pipo y más allá Gracielita y Joe y Laura y Carlitos… y yo. Habían apagado las luces y en ese instante Cylbia encendía una vela, Renée prendió varillas de pachulis mientras llegaba desde el salón la apropiada música de Buffy Saint-Marie. El clima creado era perfecto y enseguida empezaron a rodar las agujas de grass. Sentí que la fiesta iba a despegar y oí que Renée decía reflexionando:
-         ¿Qué sería de la patria si no fuera por nosotros?
Entonces la Washington afirmó:
-         Es cierto…  Nosotros somos lo único que nos queda.
A todo esto las agujas iban dando vuelta al círculo de tiempo del cuadrante que estábamos componiendo… Sentí como empezaban a establecerse las primeras conexiones de diálogos, alguien se empezaba a reír y otro a repetir insistentemente una palabra como para agotar sus significados. Yo observaba las diferentes reacciones… Hasta ese momento yo no había alcanzado todavía ningún tipo de experiencia trascendental, y creo que mas bien me autosugestionaba creyendo tener supuestas iluminaciones, inciertos Aleph y dudosos estados de conciencia superior que tal vez no fueran mas que el reflejo mimético de experiencias leídas en la vida de los místicos.
En ese momento, de tanto observar ávidamente las reacciones de mis amigos me olvidaba de mi mismo, como decía Miguel:
“En la iglesia Josefina
A todo el mundo examina
Se olvida de sus pecados
Por mirar a las vecinas”
Sin duda me olvidaba de mi mismo y hasta del mismo mismo porque en ese momento estaba observando cómo Juanito había cerrado los ojos y parecía abstraído en una profunda contemplación interior,  y fue entonces cuando sentí con súbita violencia que estaba haciendo irrupción en un territorio inédito y recientemente inaugurado para mi: el mismísimo Bardo, el pavo frío, me había tocado a mi, la pálida del viaje negro…
Fue un corte brusco que apagó de un solo golpe mi relación con el mundo exterior. Me vi obligado a volver sobre mi mismo porque en un instante me invadió un frío imposible y un sudor helado me brotó del cuerpo mientras la respiración se hacía pesada y dificultosa. La luz era rara, si, muy rara, y los sonidos de la fiesta se apagaban como amortiguados, quería mantenerme erguido pero mi cabeza rodaba y caía, al tiempo que todo mi cuerpo se desmoronaba. Busqué con la vista a mis amigos como pidiendo ayuda, pero ellos parecían  no verme, hablaban entre si o estaban sumidos en sus propias divagaciones… sentí que los párpados pesaban toneladas y lo último que vi fue la sombra de mis amigos monstruosamente distorsionadas proyectadas sobre la pared. Y cayendo hacia atrás sentí el fuerte golpe de mi cabeza contra el piso de madera… y ahí me quedé. Los latidos de mi corazón retumbaban como lentos golpes de un tambor que se iban apagando. Pensé que no podía ser real, que alguien tenía que ayudarme pero nadie se daba cuenta de lo que me estaba pasando… y en cambio mientras mis sentidos se iban apagando comencé a oír como un débil murmullo que se iba aproximando. Me pareció que eran las voces de mis amigos en el círculo indio… pero… ¿eran realmente sus voces?... ¿se trataba verdaderamente de sonidos emitidos en el espacio de los fenómenos físicos haciendo vibrar el aire con sus ondas sonoras?... Parecía improbable porque mi relación con el mundo fenoménico parecía extinguirse a tal punto que no captaba ninguna señal exterior y sin embargo… esos murmullos, esas voces se acercaban, se ampliaban, se amplificaban… Eran voces, si concretamente, numerosas voces que venían hablando precipitadamente, a un mismo tiempo y superponiéndose y que iban aumentando de volumen hasta convertirse en gritos estridentes. Apenas podía captar algunos sentidos, individualizar algunas voces, pero enseguida sentí que se reían… y se burlaban. Alguien vociferaba:
-         ¡Ay, me muero y nadie me ayuda!
Entonces los demás estallaron en ruidosas carcajadas, mientras otra voz parodiaba:
-         ¿Por qué… por qué me hacen esto?... ¿Cómo pueden hacerme esto?...
Y otras voces agregaban burlonas:
- ¡Ah… es horrible!... ¿cómo pueden ser tan crueles?...
Hice un esfuerzo sobrehumano y alcancé a entreabrir los ojos para volver a ver solo las sombras aberrantes sobre las paredes… entonces estaban ahí… persistían en su impasible inmovilidad sin abandonar el círculo perfecto que yo había roto en mi caída… entonces… entonces era cierto y no harían nada… me dejarían morir así… luego me estaban matando, no había mayor diferencia…
Otra voz decía:
-         No puede ser cierto.
Y otra ululaba:
- Nooo… nooo… no puede ser…
El tiempo pareció detenerse, ya no fluía pero pasaba, se extendía, en poco minutos pasó un siglo. Entonces  aunque mis funciones se iban apagando, en algún lugar de mi algo se removió oscuramente… reconocí un impulso primitivo como un animal que despertara de un sueño milenario y sentí que no podía permitirlo, que no se me aniquilaría así nomás… algo tenía que hacer…
Escuchaba como las voces, ya en los términos más brutales enunciaban ahora... mis propios pensamientos como si fuesen suyos casi con anterioridad a que yo pudiese formularlos en mi mente, lo que me impedía pensar y actuar, pero la oscura fuerza ya se había disparado con la velocidad suficiente como para burlar el bloqueo de las voces, entonces logré incorporarme y oí que las voces confundidas ante mi reacción se apresuraban a decir:
-         Estoy enojado… si, si, muy enojado… - fingían que eran yo e ironizaban – Esto no puede ser… ya van a ver cuando yo me incorpore…
Yo trataba de no escuchar… creía que si pudiese no escucharlos me sentiría mejor. Hasta que por fin apoyé los brazos, me erguí y empujé con los pies hasta pararme tembloroso y tambaleante. Entonces se rieron abiertamente, obscenamente puesto que yo debía parecer un pobre bicho que intentaba arrastrarse con dificultad. Avancé un poco penosamente, di unos pasos más y me desplomé sobre la cama de Juanito. Y entonces me pareció que podía individualizar algunas voces… ¿acaso no parecía la voz de Juanito que destacándose entre las demás voces decía:
-         ¿Dónde estoy?...
O tal vez era la voz de Miguel que murmuraba:
- ¿Quién?... ¿quién es?...
Eso, pensé yo con mucha dificultad:
-         ¿Quién es?... ¿quién… es?...
Y creo que dije:
- Si… ¿quién es?... ¿quiénes… son?...
Hasta que ya sin ninguna duda supe que ahora era la voz de ella, si, la inconfundible voz de Renée que con suma nitidez y en su brillante tono habitual me decía lentamente con su particular sentido del humor, pero como en un sueño, sin emitir palabras, sin mover los labios, telepáticamente:
-         Si Omar, somos nos-otros que venimos persiguiéndote a través de todas las galaxias… pero ahora ya te encontramos.
Me hundí entre las mantas desordenadas de la cama y me pareció que daba un triple salto mortal para volver a caer en mi mismo. Miré hacia el círculo y vi que uno a uno se levantaban y salían de la habitación hasta dejarme completamente solo con la luz parpadeante de la vela… No se habían enterado de nada… o habían creído que era una mas de mis tantas fantochadas…
Miré el círculo que ya no estaba. Alguien había dejado un libro abierto al pié de la vela. Me acerqué y pude leer el párrafo seleccionado:
“Y el Banquete fue. (…)
-         ¿Y qué fue de la casa luego del Banquete?
-         Usted sabrá que los investigadores hallaron en San Isidro una mansión abandonada con un cadáver tendido junto a la mesa giratoria y dos Clowns, al parecer dementes, que aullaban encadenados en la perrera.
-         ¿Y de quién era el cadáver? –le pregunté.
-         Del único comensal que no resistió la prueba del Banquete. –me dijo Farías en tono elegíaco. (…)
En cuanto a las grabaciones tampoco he de transcribirlas, ya que me parecen en verdad “indecibles”. Una, por ejemplo, documenta el finis del comensal suicida; la confesión pública de su derrota, hecha desnudamente y a borbotones, como el vómito de una conciencia. El tiro de revolver que paraliza el Banquete;  y a continuación la sarta de epitafios risibles que los comensales dedican por turno al invitado muerto.”

“El Banquete de Severo Arcángelo”
 Leopoldo Marechal

Alguien había estado leyendo esa página hacía apenas unos momentos durante mi breve desmayo y me pareció que sin duda había extrañas coincidencias entre el relato y la realidad. Pero entonces no me detuve a pensarlo porque una oleada de aplausos y vivas llegaba desde el salón y quise ver qué estaba pasando y salí del cuarto para enterarme que Juanito había ganado el Gran Premio de la rifa de la noche que consistía nada menos que en un fisicoculturista de proporciones fabulosas que en diminuto taparrabo lo paseaba en hombros por el salón verde.

1 comentario:

  1. che loco estamos esperando la continuacion ,no te hagas esperar
    el hombre suburbano

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